(L280) La feria de los discretos (1905)


Pío Baroja, La feria de los discretos (1905)

Continuo explorando el universo barojiano que tan buenos momentos me está proporcionando en medio del tremendo caos que es la vida. Su literatura y la música de Bach son lo que más me ayuda a mantenerme cuerdo. Hoy os traigo La feria de los discretos (1905) fantástica novela que el maestro Pío Baroja (1872-1956) nos regala en medio de otros libros más insulsos.

Argumento: El protagonista Quintín después de pasar ocho años en Inglaterra, regresa a su tierra, Andalucía. Va en tren a casa de sus padres en Córdoba. En el tren hace el viaje en compañía de un matrimonio francés. Le vienen los recuerdos de su infancia, su rebeldía al enterarse que no es hijo de su padre. Ante su indisciplina en todos los colegios por los que pasa sus padres deciden enviarlo a Inglaterra donde ingresa en Eton.

Por indicación de su madre visita al marqués de Tavera, un octogenario amable que tiene dos nietas a quienes comunica que son familia con Quintín. Éste cree que es su abuelo. Las niñas se llaman Rafaela y Remedios.

Sabemos de como traba conocimiento con Pacheco el bandolero. También conoce al historiador y arqueólogo don Gil Sabadía quien le cuenta la historia de la Venta de la encrucijada. Por él se entera de las desgracias de su madre, la Fuensanta, y de quién fue su padre, el hijo del marqués de Tavera. Quintín visita la casa del marqués para ver a Rafaela quien le encarga recuperar un cofre de joyas. Quintín lo busca por toda la plaza de la corredera. Le cuesta sesenta duros que toma prestados de Patrocinio, una mujer que dice ser pariente suya. Asisten a la romería de los Pedroches. Rafaela se va a casar con Juan de Dios, un hombre rico a quien no ama por salvar a su familia de la ruina...

Comentario: En la novela aparecen los temas que son tan gratos a don Pío: el odio a lo patrio y a los curas.

“¿Y tú qué piensas hacer? – ¡Yo! No sé. ¡Vivimos una época tan despreciable! ¡Si hubiera nacido en tiempo de Napoleón! ¡Cristo! Ahora estaría muerto o llevaría camino de ser general. – ¿Y te habrías alistado con Napoleón? – ¡Ya lo creo!– ¿Y habrías peleado contra tu patria? – Contra el mundo entero. – Pero contra España no.

– Contra España, mejor. Que no sería poco hermoso entrar en esos pueblos defendidos por murallas y por sus preocupaciones contra todo lo que es noble y humano, y arrasarlos. Fusilar a todos esos chatos, piojosos, farsantes, hidalgos de pacotilla; pegarles fuego a todas las iglesias y violar a todas las monjas...

– Tú has bebido, Quintín. ¿Yo? Estoy sereno como una mata de habas, que es el vegetal más tranquilo de todos, según dicen los boticarios. – Delante de mi no hables así de la patria. ¿Es usted patriota? – Con todo corazón. ¿Tú no? – Yo soy ciudadano del mundo. – Me parece que tú has bebido, Quintín. – No; puede usted creerlo”.1

Quintín (alter ego de Baroja) se declara en varios lugares de la novela “un hombre de acción”.2 Esto es lo que le hubiera gustado ser a Baroja. Los casinos son el lugar de reunión donde se despelleja alegremente al prójimo.3

– ¡Es una lógica admirable! –Replicó Quintín–. Aquí todo el mundo cree que su vida es el eje del universo; ahora, la de los demás, no tiene importancia.

Baroja es un escéptico y no cree que la revolución pueda cambiar las cosas, para él solamente existen ricos y pobres:

“–Tú eres revolucionario, ¿verdad? –Dijo Palomares-. Pues si alguna vez vais contra los ricos, llámame. Iré con toda mi alma, hasta hacerles echar la higadilla. En el mundo no hay más que ricos y pobres, y ríete tú de progresistas y de moderados. ¡Ah, canallas!

– ¿Te han hecho algo en casa?

–Hoy, no; pero me lo llevan haciendo muchos años. Veinte años trabajando como si fuera la casa de uno, y los ayuda uno a hacerse ricos, y ellos en la opulencia y uno con treinta duros al mes”.4

Además Baroja piensa que en este país nadie trabaja y la actividad de los pocos que trabajan, molesta y ofende a los que no hacen nada. En medio de una turba de abogados, militares, curas y prestamistas no hay lugar para progreso. Solamente se puede ser agricultor o usurero.5

NOTAS:

1.- Pío Baroja, La feria de los discretos, Alianza Editorial, Madrid, 2013, pp. 182-183.

2.- Ibídem, p. 188 y 195.

3.- Ibídem, p. 190.

4.- Ibídem, pp. 322-323.

5.- Ibídem, pp. 334-336.

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