(C11) Gran Torino (2008)
Clint Eastwood, Gran Torino (2008)
Hoy os voy a comentar la excelente película de Clint Eastwood (San Francisco, 1930) titulada Gran Torino (2008) que debe su título al Ford deportivo Gran Torino de 1972. Eastwood es un actor y director que ha ido madurando con sabiduría y buen temple. Quien iba a decirnos que un día Harry el sucio se convertiría en este gran director. Podríamos decir que es una película testamento porqué ha dicho que está mayor y no volverá a interpretar otra, que muestra más grande de talento y sensibilidad, donde los duros son los necesitados de cariño, y el mal humor esconde una necesidad de ser aceptado y querido.
Argumento: La acción se inicia en el funeral de la esposa de Walt Kowalski, ex-marine de la guerra de Corea y que está siempre cabreado. El cura que oficia es “un niñato que acaba de salir del seminario”. Al lado de su casa se instalan unos coreanos. Kowalski está en contra de todo lo extranjero, las personas, los coches, etc. En casa de la familia coreana ha nacido un niño y lo están celebrando según sus tradiciones. Kowalski odia a sus vecinos amarillos. El padre Janovich, el joven cura, se preocupa por él por encargo de su difunta esposa. Tiene una conversación con el cura quien le dice que “parece saber mucho más de la muerte que de la vida”. El chico de los vecinos, Thao (atontao según Kowalski), es acosado por una banda que le quiere captar para realizar fechorías. Le dicen que robe el Gran Torino del vecino. Kowalski echa con su rifle a los ladrones. El barrio, lleno de coreanos, le considera un héroe por haber echado a las bandas juveniles. Para Kowalski es como si la guerra no hubiera acabado. “Lo que más atormenta a un hombre es lo que no le mandan hacer”.
Llega su cumpleaños y sus hijos le regalan objetos de invalido, le proponen ir a una “residencia de lujo” (impagable la cara que pone Clint Eastwood), los echa de su casa a patadas. La vecina coreana Sue, lista y universitaria, le invita a una fiesta que hacen en su casa. Ella le explica que son de la secta Hmong que lucharon al lado de los americanos en Vietnam y que por ese motivo tuvieron que emigrar. El chaman de la familia le dice que es “como si no hubiera felicidad en su vida, como si no estuviera en paz”. La chica le hace de anfitrión, le explica las costumbres de no mirar directamente a los ojos de las otras personas y no tocarlos en la cabeza. A Kowalski le encanta la comida coreana: “Tengo más cosas en común con estos jodidos orientales que con mi propia familia”. Los vecinos del barrio le traen comida y presentes. Los padres de Thao envían a su hijo, que intentó robarle el coche, para que le ayude y así poder lavar su ofensa. Al principio Kowalski no quiere aceptar pero después está encantado con las aptitudes y la buena voluntad del muchacho al que intenta enseñar y orientar. Los dos traban una peculiar amistad. Le busca trabajo y le compra una caja de herramientas. Kowalski está enfermo, escupe sangre por la boca, va al médico que le hace unas pruebas, no sabemos que tiene.
Los de la banda siguen acosando a Thao. Kowalski les advierte que dejen al muchacho. Una noche Sue es agredida por la banda. Kowalski está pensando qué hacer, como vengarse. Thao le pregunta que se siente al matar a un hombre, Kowalski le responde “mejor que no lo sepas nunca”, y hasta aquí puedo contar.
A continuación del argumento os transcrito el excelente y épico comentario de Carlos Boyero, El ogro era romántico, (2009).
_____________________________________________________________
El ogro era romántico
CARLOS BOYERO 06/03/2009
En sus hondas y lacerantes radiografías de gente herida y perdida en la tierra de las oportunidades, en su permanente indagación del lado oscuro y de los sueños rotos, ese señor llamado Clint Eastwood, alguien que puede contar las historias más complejas y los sentimientos más intensos con la sencillez, la capacidad de sugerencia, la inquietud, el lirismo bronco y la fuerza expresiva de los clásicos, calcula con extrema lucidez la conveniencia o inconveniencia de plantar su legendaria figura delante de la cámara.
Yo siempre agradezco su presencia, su humanidad, su dureza, su soterrada ternura, su peligro, su hombría. También que no sea complaciente, ni mentiroso, ni autocompasivo con el sombrío futuro de los finalmente desolados personajes que representa. En Los puentes de Madison no nos mostrará cómo discurrieron los presumiblemente temibles últimos años de aquel fotógrafo empapado de lluvia y con el corazón roto que sabe que cuando el semáforo se ponga en verde sólo le quedará el recuerdo y la imposibilidad de prolongar ese estado tan raro y provisional llamado felicidad. Sabemos que el febril ángel vengador William Munny volvió a beber, regresó en medio de los truenos a un pueblo embarrado y desató el apocalipsis con los hombres que rajaban la cara de las putas y que masacraron a su amigo, pero también que nadie volvió a oír hablar de él. Igualmente, el fracasado y negro ex boxeador que encontró un refugio llevadero limpiando un gimnasio jamás tuvo noticias de su atormentado colega, después de que éste decidiera con estremecedora piedad no prolongar el sufrimiento de la nena del millón de dólares, de aquella tullida irreparable y hambrienta de amor que buscó en vano un lugar en el sol.
En Gran Torino, un Eastwood que chorrea olor testamentario afronta el necesario protagonismo para hablarnos de Walt Kowalski. Se ha quedado viudo y todo nos hace sospechar que había amor y comprensión entre esa mujer y el ogro insoportablemente gruñón, que la intemperie emocional se va a cebar con este jubilado que venera el concepto patriotismo, que en su nombre hizo algo tan pavoroso como matar cuerpo a cuerpo a gente que no conocía en la guerra de Corea, con cuchillas de afeitar en su salvaje boca, encabronado porque su barrio de obreros blancos y acomodados se ha llenado de negros, hispanos y orientales a los que ni entiende ni aprecia. Tampoco siente el menor respeto por los mezquinos hijos que engendró. Es un racista sin mala conciencia, arrogante sin esfuerzo, puede ser muy violento física y dialécticamente, su genético sarcasmo tiene gracia. Sólo se lleva bien con su perro, con el alcohol que trasiega en el porche de su casa esperando el anochecer, con los ancestrales colegas del bareto de toda su vida, con la complicidad de un peluquero que maneja su argot y su sentido de los valores, con un coche del año 72 al que mima como si fuera un Rolls Royce y que despierta la admiración y la envidia del proletariado con ínfulas y del lumpen.
Yo creo que está y se siente muy solo, aunque se dejaría torturar antes que admitirlo. También que la muerte le está acariciando el cogote. Es algo que intuyen dos adolescentes coreanos e indeseables vecinos. Descubriremos que el monstruo posee anverso y reverso, que los auténticos príncipes no tienen más remedio que intentar salvar al desvalido y al acorralado, que la comunicación con el extraño y el aprendizaje de la tolerancia puede ser un camino tan espinoso como gratificante, que ser valiente implica conocer el miedo, que sólo la acción puede alterar el injusto estado de las cosas.
Todo fluye y palpita en esta película magistral, concebida con los medios justos, con enorme talento, con sentido moral. Es normal que la emoción explote con un desenlace tan imprevisible como épico. No se muera nunca, señor Eastwood.
Clint es un director sobrevalorado. Gran Torino es
ResponderEliminaruna mala pelicula del Oeste igual que la de niña boxeadora con un Morgan estereotipado.
Realmente lo mejor de Clint está en Mystic.
Tampoco me parece digna de encomio Sin perdón.
Boyero es majo pero no entiende nada. Debe de ser
cosa de la edad...
Podrías firmar el comentario. Claro que tu entiendes de todo sin explicar nada. Un saludo fenómeno.
ResponderEliminarHemos visto la película en familia. Espectacular en todos los sentidos. Después los artículos del blog, los vídeos y el siempre agudo Boyero. Es una de esas películas que por más veces que se vea siempre hay algún detalle o escena que te sorprenden. Simplemente espectacular!.
ResponderEliminarIgnacio Soto _ hijo de Rosa Medina-.
Hola Tomás,
ResponderEliminarGracias, por tus aportaciones a mi cultura. Leo todo lo que mandas, por cierto todo muy interesante. Ayer por la tarde, gracias a ti, estuve visionando la pelicula el gran torino. ¡¡¡estupenda¡¡¡
La compré baratísima, creo que en el Corte Inglés (oferta). Así que te doy las gracias por el rato tan bueno que he pasado. Me hacen mucha falta.
Un beso grande
Dolores