(L56) Las afinidades electivas (1809)
J.W. Goethe, Las afinidades electivas (1809)
Aplicando leyes de las ciencias naturales (en concreto las reacciones químicas) a las relaciones entre las personas, J.W. Goethe (1749-1832) concibe Las afinidades electivas (1809) como una novela donde la estructura viene predefinida por la siguiente acción/reacción. “Los más importantes y notables son esos casos en que la atracción y la afinidad, y el abandono y la unión, se pueden representar realmente, por decirlo así, sobre una cruz, donde cuatro elementos, hasta entonces unidos dos a dos, entran en contacto, dejando su anterior unión para unirse de otro modo. En este abandono y aferramiento, en esta huida y búsqueda, se cree ver realmente una determinación superior; se concede a tales elementos una especie de voluntad y elección, y se considera plenamente justificado el término técnico afinidad electiva ”
El narrador omnisciente podría ser considerado como un investigador que mirase a través de un microscopio y viese las reacciones de los microorganismos que ha juntado: “Imagínese una A íntimamente unida con una B, sin poderse separar ni por muchos medios ni por mucha fuerza; imagínese una C que tiene esa misma relación con una D; ponga en contacto ambas parejas: A se precipitará sobre D, y C sobre B, sin que se pueda decir quién abandona antes a quién, ni quién se ha vuelto a unir antes al otro”.
Una novela donde las relaciones sociales y lo establecido triunfan sobre los deseos y las pasiones de los protagonistas. “El matrimonio es el comienzo y la cumbre de toda civilización. Suaviza a quien es áspero, y quien esté más educado no tiene mejor ocasión para mostrar su benignidad. Debe ser indisoluble, (…) ¿No estamos también casados con nuestra conciencia, de la cual prescindiríamos a veces con mucho gusto?”
Argumento: Las afinidades electivas retrata la racional vida en pareja de Eduard y Charlotte. Ella es mayor que él y satisface sus caprichos con maternal solicitud. Ambos han tenido un primer matrimonio de conveniencia que ha roto la muerte del cónyuge. Viven en una mansión solariega rodeada de jardines, más al modo de la nobleza feudal que de la naciente burguesía. La trama comienza con la posibilidad de que la joven Ottilie vaya a pasar una temporada con ellos. Poco después, surge otro huésped, el Capitán, amigo de Eduard. Cada miembro de la pareja adquiere así su visitante: la bella Ottilie alegrará las jornadas de Eduard y el Capitán otorgará sentido práctico a las ideas de Charlotte para reformar la vivienda y los jardines. Estimulados por los visitantes, Eduard y Charlotte conciben un hijo que, de modo perturbador, adquiere los rasgos de los amados ausentes. En la noche de las transfiguraciones, los esposos se aman con franqueza por primera vez, es decir, como si fuesen otros: "A la tenue luz de la lamparilla la inclinación íntima y la fantasía impusieron sus derechos sobre la realidad. Eduard tenía sólo a Ottilie entre sus brazos; el Capitán se cernía, acercándose o alejándose, ante el alma de Charlotte. De este modo se entrelazaban maravillosa y deliciosamente con deleite lo ausente y lo presente". (Párrafo de Juan Villoro)
A propósito de la novela, escribe Walter Benjamin: "Considerada desde la fatalidad, toda elección es 'ciega' y conduce a la desgracia". Las verdades individuales pueden causar la ruina colectiva; el libre albedrío cambia de signo al vincularse con los demás. El disparador de esta trama de combinaciones significantes fue un tratado científico. En 1782 apareció la traducción al alemán de Las afinidades electivas, del químico sueco Tobern Bergmann, y Goethe llevó el método a la geometría del amor: "el destino nos concede nuestros deseos, pero a su manera, para poder darnos algo que está por encima de ellos". Importa poco lo que Charlotte, Eduard, Ottilie y el Capitán hagan por separado; lo decisivo es su articulación como cuarteto o su alternancia en parejas. Como Tristán e Isolda, Las afinidades depende de un proceso químico, pero los personajes no necesitan beber un filtro amoroso: las relaciones sociales cumplen esa intoxicadora función. (Párrafo de Juan Villoro)
Escrita en el siglo XIX, la novela es fiel a la concepción dieciochesca del jardín. La trama crece como una naturaleza razonada, un compromiso entre los caprichos del hombre y las posibilidades del ambiente. Los brotes silvestres se vuelven signo (ornamento) al apartarse de su curso habitual. Algo similar ocurre con los personajes: sus emociones siguen un diseño que los trasciende y parece al margen de sus impulsos individuales. Al tocar el piano, Ottilie se adapta con gracia a las torpezas de Eduard en la flauta ("de tal modo había hecho suyos sus defectos... el mismo compositor se hubiera alegrado de ver su obra desfigurada con tanto cariño"). Más contenido, el Capitán se delata por sus aparatos: cuando se interesa en Charlotte, olvida darle cuerda a su cronómetro. En este inventario de claves prácticas para la pasión Eduard descubre que Ottilie lo quiere porque imita su caligrafía y que le está predestinada porque nació el día en que él plantó uno de sus árboles favoritos. Reflexión sobre el azar, Las afinidades no deja nada al azar. Una copa es arrojada al piso y se salva por casualidad. Eduard repara en las iniciales esmeriladas en el cristal: E-O (se trata de su nombre completo, Eduard Otto) y le parece un presagio favorable para su relación con Ottilie. (Párrafo de Juan Villoro)
Novela de la renuncia pero no de la ciega obediencia, Las afinidades deja un amplio margen al libre albedrío. La razón práctica llama a la renuncia, pero la dicha está en la transgresión. Excelente la traducción de José María Valverde (¿Quién hubiera podido disfrutar tanto del Ulises de Joyce sin su magnífica traducción?) y también muy bueno el prólogo de Gustavo Martín Garzo, conciso pero da en el clavo.
De Goethe recomiendo también su Fausto (1807) El viaje a Italia (1816) Los años de peregrinaje de Wilheim Mester (1796) y la insuperable Penas del joven Werther (1774) novela que da inicio al romanticismo literario.
Buenas tardes Tomás: Para introducirme a Goethe, ¿que novela me recomiendas que lea primeramente?.
ResponderEliminarXus
Te recomiendo, sin duda, que leas "Las penas del joven Werther" (1774), que se considera el inicio del romanticismo literario. Un saludo afectuoso.
ResponderEliminarHola un saludo, mi consulta se enfila a cómo se relacionan los románticos con la antiguedad clásica, y cómo se manifiesta la esición del hombre y la naturaleza ¿tiene que ver esto con el descubrir la subjetividad en el hombre?
ResponderEliminarLos románticos rompen con la antigüedad clásica que había recuperado el renacimiento y que continuó en cierta manera el clasicismo. El romanticismo tiene que ver con el yo, como bien dices con el sujeto.
ResponderEliminarCito a Werther: "Añade a esto que tiene en más mi talento que mi corazón, este corazón, única cosa de que estoy orgulloso, única fuente de toda fuerza, de toda felicidad y de todo infortunio. ¡Ah! Lo que yo sé (la razón, el conocimiento), cualquiera lo puede saber; pero lo que siente mi corazón (el yo, el sujeto, la vida interior) sólo yo lo tengo".
Recibe un saludo cordial y espero que estas breves palabras te hayan ayudado algo.