(L187) El jinete polaco (1991)


Antonio Muñoz Molina, El jinete polaco (1991)

La semana del 8 al 12 de agosto de 2011 asistí a un curso sobre la obra de Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) en la UIMP de Santander titulado “Itinerarios de un aprendizaje” impartido por él mismo; lo que me llevó a leer su magnífica novela El jinete polaco (1991) que os comento a continuación.

Vamos a ver primeramente el argumento que está dividido en tres partes bien diferenciadas:

La primera parte se titula El reino de las voces, y es, a mi entender la más onírica. Manuel, el protagonista, recuerda junto a Nadia su pasado y el de su familia en Mágina hasta su último año de instituto, cuando llega Nadia a la ciudad.1 Se nos muestras todos los personajes en un conseguidísimo desorden: el bisabuelo Pedro Expósito Expósito; la abuela Leonor y el abuelo Manuel Expósito; la madre de Manuel, hija de Manuel y Leonor; su padre Ramiro Retratista, fotógrafo y discípulo de Otto Zenner; el médico Don Mercurio; el subcomisario de policía Florencio Pérez, poeta vergonzante; el comandante Galaz, padre de Nadia y militar madrileño a quien la Guerra Civil le sorprende en Málaga y éste hace fracasar el alzamiento matando al teniente Mestalla. Después de la guerra Galaz se exilia a Estados Unidos para volver a Mágina muchos años después, con una hija adolescente (Nadia) y desaparecer, de nuevo, para acabar muriendo en New Jersey. Galaz es propietario de un grabado copia del Jinete polaco de Rembrandt que compró el día que llego a Mágina, ciudad que se nos presenta como un personaje más.

En la segunda parte titulada Jinete en la tormenta2, con una narrativa mucho más lineal a pesar de sus avances y retrocesos en el tiempo, se nos cuenta el período que va desde que Nadia llega por primera vez Mágina hasta que Manuel se marcha a Madrid.

La vida de Manuel está regida por el afán de escapar del pueblo. La música y las melenas largas como forma de rebeldía, los primeros amores, etc. La de Nadia por su enamoramiento de Praxis, un profesor del Instituto de Mágina, que por sus ideas políticas le complica la existencia hasta el punto de tener que dejar la ciudad.

Las vidas de Manuel y Nadia discurren en paralelo, no se encuentran, no se cruzan, de momento. El comandante Galaz hace amistad con Ramiro Retratista, conoce sus secretos y cuando éste muere recibe como legado un baúl con las fotos y la Biblia protestante del Don Mercurio, el médico.

En la tercera y última parte, titulada como el libro, El jinete polaco, se relata el encuentro entre Nadia y Manuel. Manuel es un tipo colgado que trabaja como traductor simultáneo y vive entre varias ciudades –especialmente Bruselas. Manuel viaja a Madrid para trabajar en un congreso, allí conoce a Allison con la que tendrá un breve encuentro amoroso.

Dos meses después, Manuel irá a trabajar a Evanston, cerca de Chicago, y tanto a la ida como a la vuelta pasa por Nueva York. Trata de dar con Allison, pero cuando está a punto de dejar el hotel para ir al aeropuerto, Allison aparece. Ya no es rubia sino cobriza, ya no habla en inglés sino en español –de Madrid y ya no se llama Allison, sino Nadia Galaz, y acaba de regresar de New Jersey donde ha enterrado a su padre muerto hace dos días. Nadia le cuenta su vida: su marcha de Mágina en 1964, su estancia en Madrid en lugar de volver a Estados Unidos con su padre, su posterior vuelta, su malogrado matrimonio con Bob, el nacimiento de su hijo, la enfermedad y muerte de su padre, y entre los dos reconstruyen los huecos que el lector no conoce de la historia de Mágina.

Después de ocho o diez días con Nadia en Nueva York, Manuel regresa a Bruselas donde encuentra un mensaje de su madre anunciándole la muerte de la abuela Leonor. Manuel viaja a Mágina, de nuevo recuerdos y paseos por la ciudad de su infancia y adolescencia. Por pura casualidad, Manuel ve la momia de la mujer incorrupta que posee el anticuario dentro de una vitrina. Por fin conoceremos los misterios que la acompañaron durante la infancia de Manuel.

Itinerario personal

El Jinete polaco es un ejemplo de itinerario relacionado con los proceso de cambio que vivió España desde la niñez del protagonista Manuel, que no es otro que el alter ego de Muñoz Molina, hasta su época adulta. “Siempre he querido contar el tránsito, como en el ámbito de la propia vida suceden cosas tan cambiantes y tan extraordinarias”, apuntó el autor en el seminario.

Para Muñoz Molina, los elementos que hay en la creación literaria proceden de algo “más primitivo”, como la necesidad que todos tenemos de comprender el mundo mediante los relatos. Así, el autor recordó que las personas siempre están contando cosas, “escriban o no escriban” y planteo que lo “excepcional” es no ser escritor.

También subrayó que su generación tiene la “curiosa característica” de haber nacido en un mundo y vivir en otro radicalmente distinto, lo que se ha convertido en material de su escritura. “El pasado, y más en un país como España, está siempre siendo modificado, discutido o debatido y las personas lo cambian, lo inventan, lo corrigen o lo mejoran continuamente”, concluyó.

Por la información que nos da la novela podemos descubrir la cronología de los acontecimientos: en algún momento se nos dice que Manuel cumple dieciocho años a primeros de enero y pocos días después del asesinato de Carrero Blanco en Madrid. El atentado sucedió el 20 de diciembre de 1973, así que Manuel cumple 18 años en 1974, por lo tanto nació en los primeros días del año 1956. En ese mismo pasaje Muñoz Molina nos cuenta que su padre tiene entonces 45 años, por tanto nació en 1929.

Hay una referencia constante a las canciones que llenan la vida de los protagonistas, desde las inocentes canciones de los niños hasta las canciones rebeldes de los jóvenes melenudos, formando lo que podríamos denominas como una banda sonora de la novela con grupos como The Rolling Stones, The Doors, Lou Reed, etc.

Como olas tranquilas que se acercan a la orilla y se retiran, y se vuelven a acercar siempre iguales pero siempre distintas, los temas van y vuelven componiendo un cuadro familiar completo. El texto se estructura a base de larguísimos monólogos externos e internos, pocas descripciones y menos diálogos. El resultado es un estilo repetitivo que de primeras deslumbra y no resulta aburrido, con un ritmo bien conseguido, en algunas ocasiones lento. Ritmo y estilo que Muñoz Molina también consigue acercándose al tema en espiral, una espiral quebrada y discontinua: poco a poco y a saltos. Recuerdos fragmentarios que van saltando en el tiempo y en las personas, que mezclan fundamentalmente tres momentos: el encuentro de la mujer incorrupta; el entorno de la Guerra Civil española y por último el presente.

Manuel, el protagonista, es como un narrador omnisciente que todo lo sabe, porque lo ha vivido o porque se lo han contado. Protagonista y autor mezclan sus voces: muchas veces es Manuel quien habla en primera persona, y otras veces es el autor quien nos relatas qué le pasa a Manuel, qué siente, qué hace.

El Jinete polaco me ha recordado en alguna cosas la prosa de Virginia Woolf, especialmente la primera parte de la novela, aunque con un poco menos de poesía. En mi opinión Muñoz Molina abusa un poco del método y lo que al principio resulta sorprendente, a la larga se vuelve un poco tedioso y cansino. Uno puede mirar un rato las olas mansas en la orilla, pero no puede pasar así varios días. En cuanto a la extensión de la novela, creo que le sobran páginas, esto también vale para su obra La noche de los tiempos (2009).

En la parta positiva, que tiene muchas, el relato de Muñoz Molina es un alegato de la memoria y con ella de la construcción de la identidad personal. Por similitudes geográficas (un pueblo perdido en la Andalucía cuyo modo de vida es la agricultura ligada al olivar) y biográfica y personal (la emigración en un momento más o menos temprano de la infancia) me siento ligado e identificado con lo que cuenta. Creo además que hemos tenido algunas vivencias y recuerdos similares: “El cuento de pan y pimiento” que se repite indefinidamente.3 Nuestros abuelos cuando decían aquello de “lo raro que habla esa gente extranjera con lo fácil y claro que hablamos nosotros”.4 El recelo hacía lo cambios que trae el progreso, ellos nunca creyeron que el hombre hubiera viajado a la luna.5 La descripción de Mágina como una ciudad sin relevancia y lejos de todo.6 La dificultad para saltar el plinto en nuestra época escolar.7 El recuerdo de las camas antiguas con aquellos colchones de lana en los que te hundías hasta el fondo.8 Entre otras muchas más cosas que no enumero para no cansar.

Para terminar también os recomendamos otra excelente obra de Muñoz Molina, se trata de Sefarad (2001).

NOTAS:

1. Mágina, ciudad imaginaria que hace referencia a su ciudad natal, es escenario de otras de sus obras, y la utiliza para recuperar la realidad de su pasado. Se trata de la ciudad de Úbeda.

2. Esta segunda parte tiene como título la canción de Jim Morrison que Manuel cita en varias ocasiones.

3. Antonio Muñoz Molina, El jinete polaco, Seix Barral, Barcelona, 2002, p. 192.

4. Ibídem, p. 193

5. Ibídem, p. 260

6. Ibídem, p. 208

7. Ibídem, p. 236

8. Ibídem, p. 554

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