(L78) El hombre y su poesía (1974)


Miguel Hernández, El hombre y su poesía (1974)

Con la excusa del centenario del nacimiento de Miguel Hernández (Orihuela, 1910 – Alicante, 1942) he vuelto a releer los versos de este gran poeta. Sus poemas de verbo cálido y entero van marcados por el sello imborrable de la sinceridad: “porque yo empuño el alma cuando canto” y “la lengua en corazón tengo bañada”.

Su biografía queda esculpida en poemas prodigiosos. El amor, la generación y maternidad, la esposa, son sus temas líricos. La guerra con sus heridos, sangre, muerte soledad, hambre, inspira poemas conmovedores. Como dice Juan Cano Ballesta en la introducción: El ronco tren maternal que “avanza como un largo desaliento” cargado de moribundos, dolor y sudor, empaña su verso, muy alejado de todas las purezas artificiales, pero en el que orean aires limpios de autenticidad y vibración cordial, viril y sin mistificaciones.

Esta poesía de pura extroversión, que siente el halago sensorial de la naturaleza exuberante y que se embriaga de sus perfumes de acacia, jazmines y azahar, le lleva lentamente al descubrimiento de sí mismo. En un principio es sexo y erotismo la obsesión., Mientras vergeles, rosales, higueras, racimos, azucenas, naranjas y frutas, constituyen toda una cadena de objetos cargados de simbolismo erótico, también la pureza halla su encarnación en los campos desnudos, espinos, olivos, blancos almendros, trigales, el cielo puro, ríos serenos sin espuma y hasta el placer del trino de pájaros y ruiseñores.

La metáfora sencilla y el motivo campestre de su vida de pastor-poeta prestan al poema el sello de lo primigenio y le comunican su fuerza estremecedora: fauna, flora y todo el caudal metafórico de la poesía anterior, como limones, palomas nardos, jazmín, arena, redil, racimo, trebolares, barro, buey, gavilán, algas, amapolas, sapos, juncos, toros, caracoles. Pero el Miguel tenso y desgarrado busca un verbo más enérgico e hiriente, y logra la tremenda fuerza expresiva que le prestan afiladas imágenes metálicas de arados, cuchillos y puñales.

Miguel Hernández cree en la voluntad transformadora del hombre. El agitado ambiente de la República, con su vida azarosa de controversias y luchas apasionadas, le arrastra a la creación lírica de testimonio y denuncia. Los acontecimientos van despertando en él la conciencia de responsabilidad colectiva; comprende el poder transformador de la palabra, su posible función social y política. Siente sobre sus hombros el peso de una gran misión: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas” escribe en la dedicatoria de Viento del pueblo (1937).

No os voy a reproducir aquí sus poemas más famosos como: Elegía a Ramón Sijé, Vientos del pueblo me llevan, El niño yuntero, Aceituneros, Canción del esposo soldado, El herido (Para la libertad), Llegó con tres heridas, etc. algunos de ellos cantados por Juan Manuel Serrat o Paco Ibáñez, sino otros más íntimos, más delicados y desconocidos.


MIS OJOS, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos.

No me encuentro los labios sin tus rojos,
que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
criando cardos y agostando hinojos.

No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.

Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que en ti principia, amor, y en mí termina.
(De Imagen de tu huella)


CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Floreceran los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
(De El hombre acecha)


AUSENCIA en todo veo:
tus ojos la reflejan.

Ausencia en todo escucho:
tu voz a tiempo suena.

Ausencia en todo aspiro:
tu aliento huele a hierba.

Ausencia en todo toco:
tu cuerpo se despuebla.

Ausencia en todo siento.
Ausencia, ausencia, ausencia
(De Cancionero y romancero de ausencias)

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