(L349) La sociedad del cansancio (2010)


Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio (2010)

Byung-Chul Han (Seúl, 1959) nos hace un diagnóstico, a mi entender, bastante acertado de los males de lo que él denomina sociedad neuronal. Es decir la sociedad del siglo XXI. Se trata de un filósofo surcoreano de formación alemana a quien este ensayo le ha dado bastante fama, no solamente en el mundo filosófico sino en el de la divulgación y la agitación cultural.

Argumento: Byung-Chul Han divide la historia reciente de la humanidad en tres épocas: La bacterial que tocó a su fin con la llegada de los antibióticos. La Viral que también hemos dejado atrás gracias a la inmunología. En el siglo XXI ya no es bacterial, ni viral, sino neuronal. Las enfermedades de nuestro siglo son: la depresión, el TDAH (Trastorno de déficit de atención con hiperactividad), el TLP (Trastorno del límite de personalidad) y el SDO (Síndrome de desgaste ocupacional) –también llamado burnout–, que están producidas por un exceso de positividad.

Estas enfermedades remiten más bien a un exceso de positividad, es decir, no a la negación, sino más bien a la incapacidad de decir que no, puesto que se está en condiciones de hacerlo todo.

La violencia viral tiene un enemigo al que combate. La violencia de la positividad no tiene enemigo, se despliega en una sociedad permisiva y pacífica. Se produce un infarto psíquico. Es un colapso del yo que se funde por un sobrecalentamiento que tiene su origen en la sobreabundancia de lo idéntico.

La sociedad disciplinaria de Foucault ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. La sociedad del siglo XXI es una sociedad del rendimiento. La negatividad de la sociedad disciplinaria produce locos y criminales. La sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados.

Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer (Können). Alain Ehrenberg considera la depresión como la expresión patológica del hombre de devenir él mismo. Pero también de la carencia de vínculos, propia de la progresiva fragmentación y atomización social.

Lo que provoca depresión por agotamiento no es el imperativo de pertenecer solo a sí mismo, sino la presión por el rendimiento. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota así mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima. Esta explotación es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada por un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Las enfermedades psíquicas de la sociedad del rendimiento son las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica.

El exceso de estímulos e informaciones modifica radicalmente la atención que queda fragmentada y dispersa. El aumento de la carga de trabajo hace aparecer la multitasking o multitarea, una nueva técnica de administración del tiempo. Es una regresión para la humanidad, ya que es un efecto ampliamente extendido entre los animales salvajes para la supervivencia en la selva.

«Nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cuando está consigo mismo». Catón.

Hanna Arendt en su libro La condición humana (1958) hace una defensa de la Vita activa sin percatarse que la pérdida de la vida contemplativa es responsable de la histeria y el nerviosismo de la moderna sociedad activa.

Para Nietzsche “el principal defecto de los hombres activos es que les falta una actividad superior. En este respecto son holgazanes. Los activos ruedan, como rueda una piedra, conforme a la estupidez de la mecánica”. No son capaces de detenerse y reflexionar.

La sociedad del rendimiento, como sociedad activa, está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad de dopaje. El reverso de este proceso estriba en que la sociedad de rendimiento y actividad produce un cansancio y un agotamiento excesivos.

La sociedad del rendimiento es una sociedad de la autoexplotación. El sujeto obligado a aportar rendimientos se explota así mismo hasta quemarse del todo (burnout). En ello se desarrolla una autoagresividad que rara vez no se recrudece hasta llevar al suicidio. El proyecto resulta ser un proyectil que el sujeto obligado a rendir dispara contra sí mismo.

El sujeto obligado a rendir que se figura que es libre, que se imagina que es homo liber y soberano de sí mismo, queda él mismo bajo este hechizo del rendimiento y se convierte a sí mismo en homo sacer en el sentido que le da Giorgio Agamben (Figura del derecho romano: hombre expuesto a la impunidad del soberano).

Hoy ha desaparecido por completo el tiempo sublime (festivo) a favor del tiempo laboral, que se totaliza. Incluso la pausa queda inscrita en el tiempo laboral. Sirve para que descansemos del trabajo y podamos seguir funcionando luego.

Hoy vivimos en una época posmarxista. En el régimen neoliberal, la explotación ya no se produce como alienación y auto-des-realización, sino como libertad y autorrealización. Aquí ya no existe el otro como explotador que me obliga a trabajar y me explota, sino que más bien soy yo mismo quien me exploto voluntariamente, creyendo que me estoy realizando. Me mato a base de autorrealizarme. Me mato a base de optimizarme. En este contexto resulta imposible toda resistencia, toda sublevación, toda revolución.

El hombre no ha nacido para trabajar. Quien trabaja no es libre. Según Aristóteles, el hombre libre es alguien que no depende de las necesidades de la vida ni de sus coerciones. Dispone de tres formas de vida libre. En primer lugar, la vida que se consagra al disfrute de las cosas bellas. Luego, la vida que produce acciones bellas en la polis. Y, por último, la vida contemplativa, que investigando lo que nunca perece se mantiene en el ámbito de la belleza permanente. Por consiguiente, realmente libres son los poetas, los políticos (hoy en día ya no, están supeditados a la dictadura del capital) y los filósofos.


Comentario: El psicólogo Steven Pinker es la cara optimista de la sociedad actual. Para Pinker, nos hallamos en la mejor época de la historia gracias a los avances en derechos humanos y calidad de vida; para Han, la alienación y la explotación nunca han sido mayores, ignoradas bajo el velo de las nuevas tecnologías. Objetivamente vivimos mejor que nunca, en lo material, pero espiritualmente y subjetivamente parece crecer la sensación de vacío, soledad y superficialidad.

Byung-Chul Han nos dice: “la violencia, que es inmanente al sistema neoliberal, ya no destruye desde fuera del propio individuo. Lo hace desde dentro y provoca depresión o cáncer”. La interiorización del mal es consecuencia del sistema neoliberal que ha logrado algo muy importante: ya no necesita ejercer la represión porque esta ha sido interiorizada. El hombre moderno es él mismo su propio explotador, lanzado solo a la búsqueda del éxito. Aunque no tengo demasiado claro que seamos nosotros mismos nuestros propios explotadores, sí en una pequeña parte, pero no en su totalidad. Siendo así, ¿cómo hacer frente a los nuevos males?

Primeramente, dándonos cuenta que somos nosotros quienes ayudamos en nuestra explotación. Lo más importante es tomar conciencia de este hecho fundamental. Llevo años reflexionando sobre un tema capital del sistema neoliberal: la obsesión por la posesión. Posesión de objetos, bienes, dinero, pero también de relaciones. Poseer cosas no nos hace más libres, nos encadena a ellas y al final nos convertimos en esclavos de las cosas. Una casa, un coche, dinero que se ha de gestionar, etc. todo eso nos ocupa tiempo y nos esclaviza. Es la "tiranía de los objetos" de la que nos habla Philip K. Dick en su novela ¿Sueñan los androides con ovejas elétricas? En las relaciones personales, una esposa, unos hijos, padres, etc., entendida esta relación como una relación de dependencia y posesión, acaban esclavizándonos y haciéndonos infelices.

Una de las soluciones posibles sería dejar de poseer cosas que en realidad acaban poseyéndonos a nosotros. Buscar solamente, lo frugal, lo imprescindible que no siempre coincide con lo necesario. Fomentar las relaciones interpersonales que no conlleven connotaciones de posesión. No querer la exclusividad de las mismas. Amigos, parejas, padres e hijos no nos pertenecen, están con nosotros para acompañarnos, si así lo desean, en nuestro devenir, en nuestro paso por el mundo. Puede darse algo de armonía entre las personas y la estimable ayuda mutua.

Hoy en día no existe rebelión, se ha optado por el sometimiento. Quien se rebela además es aplastado sin piedad por el sistema. Existen sin embargo formas más sibilinas de permanecer fuera del mismo. Todavía existe la libertad de pensamiento, que no de expresión, hasta que inventen un aparato que pueda leerlo –todo se andará–. Aún podemos evadirnos, mientras estamos encerrados dando vueltas en la rueda de Hámster, podemos imaginarnos mundos de libertad. No os voy a explicar más, estrujaros un poco el cerebro. Como dijo Étienne de la Boètie, el caro amigo de Montaigne: “Dejad de servir y seréis libres”.

Dentro de esta esclavitud, uno de los seres más desgraciados, a mí entender, es la mujer. Pienso en cómo la mayoría de mujeres que forman familias monoparentales han de trabajar, cuidar de los hijos, de los padres y de ellas mismas; y además cobrando menos salario que el hombre. Aunque algunas lo hacen con gusto amparándose, según me dicen, en el "instinto maternal". En esta sociedad del rendimiento de la que nos habla Byung-Chul Han ¿Cómo han de sentirse realizadas? Más bien se sienten atrapadas, explotadas por las demandas del trabajo, de los hijos y de su carrera profesional. Porque, según nos han vendido, todos podemos realizarnos ya que frente a nosotros se abren todas las posibilidades.

BIBLIOGRAFÍA:

Francesc Arroyo, Aviso de derrumbe, El País, 22/03/2014.


Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, Herder, Barcelona, 2017.

Comentarios

  1. Hola,

    Sembla força interessant... Ho tindre en compte.

    Ana Castany

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