(L347) La utilidad de lo inútil (2013)
Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil (2013)
Descubrí hace tiempo este
pequeño ensayo que va ya por la decimosexta edición. Lo ha escrito el profesor
de literatura Nuccio Ordine (Calabria, 1958).
Pero no ha sido hasta las vacaciones de Navidad del 2017 cuando he tenido el
tiempo, la calma y el sosiego necesarios para aproximarme a una obra tan bella,
profunda y a la vez fácil de leer. Recojo algunas de las ideas que expone
Ordine en su libro para luego comentarlas.
Argumentación: He
querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos
saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad
utilitarista. Existen saberes que son fines por sí mismos y que –precisamente
por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y
comercial– pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en
el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero
útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores.1
En el universo del
utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más
que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse
cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender
para qué pueden servir la música, la literatura o el arte.
Ya Rousseau había notado
que los “antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud;
los nuestros sólo hablan de comercio y de dinero”. Las cosas que no comportan
beneficio se consideran, pues, como un lujo superfluo, como un peligroso
obstáculo. “Se desdeña todo aquello que no es útil” observa Diderot, porque “el
tiempo es demasiado precioso para perderlo en especulaciones ociosas”.2
El saber constituye por
sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el
utilitarismo. Todo puede comprarse, es cierto. Desde los parlamentarios hasta
los juicios, desde el poder hasta el éxito: todo tiene un precio. Pero no el
conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy
distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente
lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión.3
Pero hay algo más. Sólo el saber puede desafiar una vez más las
leyes del mercado. Yo puedo poner en común con los otros mis conocimientos
sin empobrecerme. Puedo enseñar a un alumno la teoría de la relatividad o leer
junto a él una página de Montaigne dando vida al milagro de un proceso virtuoso
en el que se enriquece, al mismo tiempo, quien da y quien recibe.
Es doloroso ver a hombres
y mujeres empeñados en una insensata carrera hacia la tierra prometida del
beneficio, en la que todo aquello que los rodea –la naturaleza, los objetos,
los demás seres humanos– no despierta ningún interés. La mirada fija en el
objetivo a alcanzar no permite ya entender la alegría de los pequeños gestos
cotidianos ni descubrir la belleza que palpita en nuestra vida: en una puesta
de sol, un cielo estrellado, la ternura de un beso, la eclosión de una flor, el
vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño. Porque, a menudo, la grandeza se
percibe mejor en las cosas más simples.4
Es necesario entender que
las actividades que no sirven para nada podrían ayudarnos a escapar de la
prisión, a salvarnos de la asfixia, a transformar una vida plan, una no-vida,
en una vida fluida y dinámica, una vida orientada por la curiositas respecto a espíritu y las cosas humanas.5
Sin esta conciencia,
sería difícil entender una paradoja de la historia: cuando prevalece la
barbarie, el fanatismo se ensaña no sólo con los seres humanos sino también con
las bibliotecas y las obras de arte, con los monumentos y las grandes obras maestras.
La furia destructiva se abate sobre las cosas consideradas inútiles.6
Si diariamente defraudas,
engañas, buscas y haces componendas, robas, arrebatas con violencia –advierte
Cicerón en las Paradojas de los estoicos–;
si despojas a tus socios, si saqueas el erario (…) entonces, dime: ¿significa
esto que te encuentras en la mayor abundancia de bienes o que careces de ellos?7
Keynes en Las posibilidades económicas de nuestros
nietos nos dice “Que la avaricia es un vicio, que la práctica de la usura
es un delito y el amor al dinero es detestable, que aquellos que siguen
verdaderamente los caminos de la virtud
y la sana sabiduría son los que menos piensan en el mañana. Una vez más debemos
valorar los fines por encima de los
medios y preferir lo que es bueno a lo que es útil. Honraremos a todos
cuantos puedan enseñarnos cómo podemos aprovechar el bien y virtuosamente la
hora y el día, la gente deliciosa que es capaz de disfrutar directamente de las
cosas, los lirios del campo que no trabajan ni hilan”.8
Entre tantas
incertidumbres, con todo, una cosa es cierta: si dejamos morir lo gratuito, si
renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el
mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo
seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el seno
de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del
espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante
homo sapiens pueda desempeñar todavía
un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.9
Comentario: En
mi primer y único divorcio quedé tan maltrecho, material y espiritualmente hablando, que en lo material no pude ir de vacaciones en
los siguientes ocho años. Entonces mi sueldo era pequeño y mis deudas grandes. Cayó en
mis manos un libro que llamó mi interés, se titulaba Vivir
mejor con menos (Aguilar, Madrid, 1997). El “menos” ya lo tenía, me
faltaba el “cómo vivir mejor”. Además el libro estaba prologado por el filósofo Fernando
Savater. Su lectura organizó mi vida material y espiritual de tal forma que me
ayudó a prescindir de lo "necesario" (para la sociedad de consumo: pisos y coches
lujosos, en definitiva todo lo que fomenta el aparentar) y quedarme con lo "superfluo" (libros, viajes, amistades, adquirir experiencias y nuevas habilidades, disfrutar del
placer de lo gratuito, etc.).
La reflexión que yo hice
a nivel doméstico la hace Nuccio Ordine a nivel filosófico. La utilidad de lo que la sociedad
consumista denomina inútil. Sin la
literatura, la música o el arte nuestra vida sería mucho peor. Las cosas que la
sociedad productora de bienes y servicios considera inútil es lo que nos ayuda
a vivir y a no desesperar ante la inequidad de la vida y del mundo.
Espero que su lectura os
haga reflexionar a muchos de vosotros. Pensad en qué momento empezasteis a
valorar en vuestra vida la utilidad de lo inútil, de lo aparentemente superfluo.
Cómo dijo Oscar Wilde, quien lo dijo casi todo, “En la vida moderna lo
superfluo lo es todo”.10
El libro acaba con un
revelador apéndice de Abraham
Flexner (1866-1959) donde nos muestra de forma magistral
que la ciencia tiene mucho que enseñarnos sobre la utilidad de lo inútil. Y
que, junto a los humanistas, también los científicos han desempeñado y
desempeñan una función importantísima en la batalla contra la dictadura del
beneficio, en defensa de la libertad y la gratuidad del conocimiento y la
investigación.11
NOTAS:
2.- Ibídem, p. 12.
3.- Ibídem, p. 15.
4.- Ibídem, p. 16.
5.- Ibídem, p. 18.
6.- Ibídem, pp. 19-20.
7.- Ibídem, p. 21.
8.- Ibídem, p. 23.
9.- Ibídem, p. 25.
10.- Ibídem, p. 19.
11. - Ibídem,
p. 14.
Tomás, me voy a comprar este libro. Me gusta tu comentario y las conferencias que le he escuchado. Muy interesante.
ResponderEliminarSabia que no podía faltar en tu lista de obras analizadas. Genial.
Adelaida