Emilio Lledó - Un sabio en la mejor tradición del pensamiento europeo (2009)
Resumen de la entrevista Emilio Lledó un sabio en la mejor tradición del pensamiento europeo por Javier Galiana para la revista Campo de Agramante, Fundación Caballero Bonald, Jerez de la Frontera, número 11 verano 2009.
Se ha pasado toda la vida abriendo las puertas de los libros, sin temor a la verdad, escudriñando cada rincón del texto con la sana intención de tendernos puentes, puentes que surcan el tiempo de la historia y nos tienden la posibilidad de dialogar con los autores de todas las épocas.
En sus certeros espionajes, don Emilio, como aún lo llama algún antiguo alumno, nos da noticia de lo que ha sido el pensamiento de nuestra civilización desde los comienzos de la escritura para incitarnos a la reflexión, que es ese paso a seguir una vez establecido el diálogo con el autor. Y que esta reflexión no quede ahí, sino que, al abierto de la paideia, hacernos más humanos en el sentido más bello, justo y verdadero del término. Toda una proeza si hablamos de un hombre que ha trajinado con más de la mitad del turbulento siglo XX con la fe puesta en las palabras y en el pensamiento, a pesar de vivir acontecimientos atroces como puedan ser las guerras en el mundo o la pérdida prematura de un gran amor.
Filósofo, filólogo, enormísimo lector, traductor de los clásicos griegos, él prefiere que se le llame profesor: profesor de filosofía (aún alardea de sus primeras cátedras de instituto) actividad a la que ha dedicado toda una vida, apostando por el optimismo sin candidez y por la fuerza de lo humano a través de la aventura del pensar. Ha sido capaz de atemporizar a los clásicos descubriéndonos su rabiosísima actualidad, de despertar el valor de la memoria en la era de las prisas, de clarificar a generaciones de estudiantes el pensamiento de los alemanes, todo sin perder en ningún momento las energías del que conserva la esperanza. Don Emilio Lledó continúa enseñando fiel a los más antiguos principios de la humanidad, aquéllos que no debemos perder jamás de vista a pesar de que el mundo nos incline a olvidarlos; los que se pronuncian con esas grandes palabras que son la bondad, la belleza, la justicia y la verdad.
- ¿A quién leo en la edición del Fedro de la editorial Gredos, a Platón o a Emilio Lledó?
- El griego de Platón, o de los clásicos en general tiene tal fuerza que al pasar la mano por sus textos da una sensación rugosa, y es cierto que una traducción, por buena que sea, tiene una superficie lisa. El original es un texto que arde, que tiene grumos, como le ocurre al alemán de Nietzsche: una prosa precisa y potente que debe mucho a su enorme formación clásica, y esto no es ninguna casualidad, pues en el conocimiento de los textos originales es donde se aprehende la verdad. Así, es cierto que para dialogar con los textos (porque se trata de dialogar con ellos y no de otra cosa) necesitamos la lengua, pero los textos también tienen su música. En todo caso se trata de que la traducción no falsifique el pensamiento; pero yo hablaba de la categoría literaria de Platón en sus diálogos. Con Aristóteles no ocurre lo mismo porque hemos perdido sus diálogos y los mal llamados “tratados” no eran más que apuntes para apoyar lo que se iba a hablar; sin embargo tiene una profundidad en su pensamiento que también se filtra en el texto. (…) Estamos en la frontera de la oralidad porque en esos tiempos casi no se escribía; la gran obra, aparte de los pocos textos presocráticos, es la de Platón, que escribe diálogos, lo cual es un poco contradictorio pues el diálogo se hace hablando, como aquello del caminante machadiano.
- Pero lo que nos llega a nosotros podría haber sido manipulado en los monasterios medievales, por ejemplo.
- Puede ser, pero hoy en día existen ediciones críticas maravillosas que son muy fiables. La ciencia filológica ha llegado a una precisión extraordinaria: el siglo XIX con los alemanes y los ingleses, y el XX con los filólogos franceses. En cuanto a la fidelidad de los textos críticos actuales con el pensamiento de sus autores, creo que no debemos dudar de siglos de dedicación por parte de muchas de las mentes más privilegiadas del pensamiento europeo.
- Usted pertenece, por así decirlo a la tradición hermenéutica.
- Sí, la hermenéutica ha sido mi gran herramienta. Me la enseño a usar el propio Gadamer, de quien fui alumno; y sí, es cierto, estamos continuamente interpretando, re-leyendo y re-mirando y de alguna forma y por lo mismo, re-creando los textos, y de ahí el pensamiento; es el círculo hermenéutico que nos hace ser un poco el autor y hace que el autor sea un poco nosotros. Lo que ocurre con los clásicos griegos es que miraban y tocaban la vida directamente, sin pre-interpretaciones, ya que fueron ellos los primeros en pensar y en ponerle palabras a esos pensamientos. Por eso se mantienen en una especie de eternidad, porque miraban con ojos limpios problemas que persisten. ¿Cómo es posible que después de tantos siglos de belleza y de pensar en la ética persistan la violencia, la crueldad, lo perverso, el tormento o el fanatismo? Esto te hunde, pero hay que buscar una espita, una vela; hay que creer con Aristóteles que la vida es energía, hay que amar la vida, la nuestra y la de todos; como decía Kant al final de unos de sus libros: “Hay dos cosas que me emocionan: el cielo estrellado sobre mi cabeza y la moral dentro de mí”.
En esos mitos que suenan a música celestial, en las riberas de la bondad, la justicia, la verdad y la belleza podemos cuajar los problemas concretos de cada instante. Y esto es lo que alienta la vida y nos brinda la posibilidad, que es la manifestación de la libertad. El mundo es, aunque a veces no lo parezca, un mundo de posibilidad, de apertura. Y esto se manifiesta a través del lenguaje y de la educación. Y esto es lo humano, el mundo humano; y hay que luchar por esto incesantemente.
-De hecho insiste usted mucho en la idea de Paideia, de la educación, en casi todos sus escritos.
- Claro, aunque suene ingenuo, pero hay que insistir, naturalmente. Por muchos “guantánamos” que se nos presenten no podemos abandonar la idea de la justicia o la belleza, que es lo que nos caracteriza como seres humanos, y esto se hace, como he dicho, a través del lenguaje. ¿Cómo ser bueno en un mundo malo? Pues de eso se trata, y no hemos de abandonar nunca esa idea pues de lo contrario vendrá el imperio de la metralleta. Ya hay mucha hipocresía en jugar a cuatro ideales viendo como vemos que la codicia y la pistola imperan en el mundo, pero hay que luchar. Las pocas cosas grandes se han hecho con este punto de utopía. (…) Y, a pesar de todo, en este mundo de muerte y de mentira, hoy por hoy no hay razones plausibles para abandonar esa lucha por los ideales, además, la opción contraria es volver a la caverna y dejar que impere la muerte.
- Muchos poetas hablan de su necesidad de escribir. ¿Usted siente ese prurito?
- Yo no me considero un escritor, soy un profesor que ha escrito libros. Y digo esto con tristeza porque me considero un buen lector y admiro a los que son capaces de buena literatura. Pero yo me he dedicado a enseñar filosofía y he de decir que lo paso en grande haciendo lo que hago.
- En ese sentido, en el de la filosofía: ¿cómo encuentra la situación en España hoy en día?
- Pues aunque falten grandes figuras hay que decir que hoy se trabaja más y mejor que los años treinta. Profesores como Antonio Beltrán, Manuel Cruz… bueno, no tenía que haber dado nombres porque me dejo a muchos, pero el caso es que se hacen trabajos de investigación de primerísima calidad; a un nivel que hubiera sido impensable cuando yo empezaba en este país. A pesar de todo, el país ha progresado y hay que decir que la democracia ha sido fecunda. Claro que no tenemos a figuras como fueron don Miguel de Unamuno o don José Ortega y Gasset, que han sido enormísimas figuras, no sólo de este país, sino de toda la cultura europea, pero aquello era otro mundo y hay que contar con la enorme dificultad que ha tenido la filosofía en España porque casi no ha habido una tradición. Es difícil compaginar una tradición con una inquisición.
- Mirando atrás en su carrera y sus escritos, ¿cómo cree que será recordado o como querría que le recordasen?
- Hombre, improvisar una cosa así me parece muy difícil. Pero hay un poema de Bertold Brecht que dice “Yo he hecho propuestas”, y en esto me pongo brechtiano y sí quiero pensar que al menos, he hecho propuestas. Y en este sentido espero que no se olvide mi insistencia en esa fe en la vida, la creencia en lo humano. En esto hay que ser firmes, entregar la antorcha y no dejar que se apague aunque quede poca luz.
Y poco tiempo nos queda ya, quizás lo justo para intercambiar direcciones y teléfonos. Le digo al maestro que, en verdad, podría uno seguir escuchándolo horas hasta confirmar una amistad, pero el tiempo del reloj es implacable. Por suerte están los libros, los suyos y toda la buena literatura, que nos brindan la posibilidad de surcar el tiempo apaciblemente y saltarnos las normas del reloj.
Y menos mal que existen personalidades como la de Emilio Lledó que, sin perder la conciencia de la memoria, del irremediable pasado que nos conforma, sigue pensando en que el futuro de la humanidad ha de ir a mejor, y en esa esperanza basa gran parte de su fuerza; fuerza que no escatima en transmitir a través de esas palabras, de esas propuestas de continuidad de lo humano. Pero no confunda a este maestro con el Pangloss de Voltaire: don Emilio sabe que aún estamos muy lejos de vivir en el mejor de los mundos posibles, pero no va a dejar de luchar por conseguirlo; y no va muy desencaminado cuando, tratándose del animal que habla da a la poesía la responsabilidad de educarnos en la libertad. “por el hecho de que el poema es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y no llegará jamás al último verso, y varía según los hombres.” Gracias profesor.
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