(L197) Jacques el fatalista y su amo (1796)
Denis Diderot, Jacques el fatalista y su amo (1796)
Aunque se
escribió en 1773 la obra de Denis
Diderot (1713-1784) Jacques el
fatalista y su amo no se publicó hasta después de su muerte en el año 1796.
Me baso para la elaboración del siguiente comentario en la excelente
introducción que hace Ana María Holzbacher para la Editorial Gredos.
Nos encontramos
en una época gloriosa. Ya Bayle en 1684, había anunciado el “siglo de las
luces”. “Henos aquí, decía, en un siglo que se va a volver cada día más
iluminado (éclairé), de suerte que
todos los siglos precedentes no serán en comparación más que tinieblas”.
Voltaire, por su parte, criticando discretamente el siglo XVII, decía de él que
era un “siglo de grandes talentos más que de luces”.
Al final del
reinado de Luis XIV, Versalles había perdido su prestigio, y París recobró su
papel de capital de las letras. La corte va a verse substituida por los
salones. Continuando lo que en Francia era una tradición, los escritores se
reúnen en salones de señoras de la aristocracia, como los de Madame de Lambert,
Madame Tencin, Madame Geoffrin, Madame du Deffand, y en el de la antigua
señorita de compañía de la precedente: Mademoiselle de Lespinasse. En estos
salones se practica el ingenio, se habla de literatura y no falta quien, con
una fingida ligereza, lo haga de temas graves. Varios son los “filósofos” que
frecuentan estos salones y es para este público para el que escriben sus obras.
Además de los salones femeninos había círculos en casas de particulares y
cafés, como el Café de Procope frecuentado por Voltaire, donde se trataban y
difundían temas filosóficos o políticos. Diderot evoca uno de ellos, el Café de
la Régence, en su obra Le Neveu de Rameau
(1762?).
En Jacques el fatalista y su amo (1796) nos
hallamos ante un entramado de cuentos prendidos en una ficción de base –el
viaje del amo y el criado-, que justifica de manera hábil la introducción de
cada uno de ellos.
El viaje a
caballo de ambos se presta a la conversación y lleva a Jacques y a su amo a
abordar distintos temas (el fatalismo, los presentimientos, la imposible
fidelidad en el amor, etc.) y evocar sus respectivos recuerdos. De ahí surgirán
otros relatos, unos puestos en boca de Jacques (sus amores, la historia del
Padre Ange, la del Sr. Le Pellentier, la del capitán, la de la Vaina y el
Cuchillito, la del amigo del capitán, la del hombre que tenía miedo a la
muerte), y otros en boca de su amo (el anillo roto, el Sr. Desglands, los
amores del amo, Desglands y el emplasto); el viaje dará lugar a incidentes,
como el robo del caballo del amo, que serán punto de partida de nuevos
episodios, y no faltarán los altos en el camino y el encuentro con otros
viajeros, huéspedes de la misma hostería: ocasión para que se cuenten historias
relacionadas con ellos, tanto más cuanto que llueve, el tiempo es largo, y la
hostelera parlanchina (historia de la Señora de La Pommeraye, la del padre
Hudson). Además durante todo el viaje, o durante todo el relato, el autor/narrador
encontrará pretexto para contar a su vez otras historias (el poeta de Pondichery,
Esopo, Gousse encarcelado, el intendente y la pastelera, los dos huérfanos), y
para entablar sistemáticamente un diálogo con el lector, que le servirá, entre
otras cosas, para introducir sus teorías sobre la novela y sobre la escritura.
Finalmente para añadir variedad al conjunto, se nos ofrece también una ridícula
declamación ante la comitiva fúnebre del capitán de Jacques y un simulacro de
juicio realizado con maestría por la hostelera.1
Diderot se basa
ampliamente (lo que hoy se llamaría intertextualidad) para elaborar su obra en
el Tristram Shandy (1760-1767) de Laurence
Sterne. A mi modo de ver la novela está un poco pasada de moda, no la encuentro
demasiado actual. Lo que más molesta, a mi juicio, son las continuas
interrupciones que el narrador hace, sin venir a cuento, de las historias que
cuentan Jacques y su amo.
NOTAS:
1. Denis
Diderot, Jacques el fatalista y su amo,
Gredos, Madrid, 2002, pp. 25-26.
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