(L248) La tierra vasca – 2 El Mayorazgo de Labraz (1903)
Con este artículo
vamos a comentar la tetralogía bautizada como La tierra vasca de Pío
Baroja (1872-1956) y que consta de cuatro novelas (La casa de Aizgorri, El
mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventuro y La leyenda de Jaun de Alzate) de desigual valor literario. Se
supone que el nexo de unión de todas es la tierra vasca del autor, con sus
peculiaridades, costumbres, idiosincrasias, idioma, gentes, paisajes, ciudades,
fronteras y formas de entender ese mundo cuasi mítico de una sociedad rural
vasca en plena transformación.
El Mayorazgo de
Labraz (1903)
Argumento: El
protagonista, a causa de un fracaso amoroso, decide retirarse a un pueblo
moribundo. El pueblo elegido, Labraz, que tuvo un antiguo esplendor:
Labraz era en otro tiempo ciudad
importante en gran número de vecinos. Desde este cerro en que se asienta
dominaba todo el valle; era dueño de las tierras labrantías y de las dehesas de
monte bajo y de tomillo que en primavera tapizan el monte con alfombra violeta.
Del castillo que se yergue ahí arruinado, bajaba la muralla que oprimía al
pueblo con su abrazo entre cariñoso y amenazador. Teníamos hasta siete
parroquias, y en lo quebrado del monte, perdido entre grandes pinares
centenarios, había un monasterio de cartujos, rodeado de cabañas para los
peregrinos penitentes.1
En Labraz se
encuentra con un inglés, Samuel Bothwell, quien lo invita a comer y le deja
leer una novela2. La historia es como sigue: Se nos cuentan los
avatares de la posada Goya propiedad del vasco Domingo Chiqui que muere dejando
dos hijas mocitas Blanca y Marina. Se produce la llegada de unos misteriosos viajeros
que piden alojarse en la posada. El caballero resulta ser Don Ramiro de
ascendencia gitana y que fue adoptado por una señora principal de la villa. Llega
acompañado de su esposa que está delicada de salud y que se llama Cesárea. La
señora que lo adoptó tiene un hijo quien a causa de la viruela queda ciego, se
trata de Juan, el Mayoral, que vive con Micaela, la criada de ésta y la niña
Rosarito.
Los recién
llegados vienen a vivir a casa del Mayoral. Don Ramiro aunque está casado no
duda en cortejar a la joven Marina. Una vez instalado en la casa del Mayoral se
siente atraído por su cuñada Micaela.
El mismo cajón guardaba unos
cuantos libros amarillentos; había novelas en francés, entre ellas Matilde de Rokeby y La Dama del Lago de sir Walter Scott; Graziella, de Lamartine y otros; (…) Micaela hizo bajar el arpa a
su cuarto y leyó las novelas que había encontrado. A pesar de su natural
tranquilo y de su aristocrática frialdad, toda aquella balumba de amores
lánguidos, de tiernas quejas, hizo impresión en su alma y el virus de lo
romántico envenenó su pensamiento.3 (…) pero a pesar de su frialdad
y de su inteligencia supuso que en condiciones especiales podrían darse
aquellas grandes pasiones; aquellos héroes de corazón tierno como el de una
niña ante su amada, y fiero y bravo como un león ante el peligro.4
Las largas
conversaciones entre ambos los van aproximando, pero Micaela no quiere
entregarse a Ramiro mientras su mujer viva…
Como nos dice
José-Carlos Mainer El mayorazgo de Labraz
(1903) quiso reanudar el análisis moderno de la crisis de la vida rural vasca
ya presente en La casa de Aizgorri
(1900) el triunfo de una industria de fundición moderna frente al de una
antigua y mortífera destilería de aguardiente. Tiene similitudes con Un enemigo del pueblo (1882) el drama
del noruego Henrik Ibsen.5
Las ideas de
Baroja quedan bien reflejadas en esta novela, en primer lugar su desprecio de
lo que él llama pueblos levíticos6, fundados en una religión que
predica una falsa verdad y una moral canalla. También nos deja patente su
anticlericalismo:
¿Cómo quieres que en Labraz,
haya muchos liberales,
si son tós hijos de cura,
de canónigos y frailes?7
Un hermano que iba con fray Onofre
preguntóle qué veía, y el, sin hacer caso de la pregunta, se burló del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, y dijo que eran hipostases, y añadió que el
Papa, era un asno y que los cardenales, obispos, arzobispos, priores, monjes y
ermitaños malsines de la peor especie.8
Su descripción de
cómo come el obispo, –como un cerdo–, es también memorable.9
El Mayoral y el
médico conversan, ninguno cree en la otra vida:
Lo he pensado algunas veces. El
alma debe estar en la cabeza.
–Probablemente…, si hay alma –dijo
el médico.
– ¿Tú dudas de que haya?
–Yo sí.
–Pero ¿cómo dudas de que haya alma?
–Dudo…
¿qué le voy a hacer?
– ¿Entonces no crees en la otra
vida?
–No.
–Es extraño…; yo tampoco creo.
–Ninguno de los dos trataba de
discutir ni de argumentar, y se callaron.10
Tampoco Baroja cree
que la búsqueda de la verdad nos lleve a encontrarla, nunca sabremos si esa
verdad es absoluta; para el inglés Mr. Bothwell la verdades son agradables o
desagradables, las primeras hay que aceptarlas siempre, las otras rechazarlas.
Tampoco cree en el progreso, porque todo es transformar, substituyendo las
fuerzas individuales por energías sacadas de la materia.11
El Mayoral y
Rosarito, en su peregrinaje final, se encuentran un mendigo con el que tienen
la siguiente conversación:
– ¿Eres español?
–Sí, creo que sí.
– ¿No lo sabes a punto fijo?
–Ni me importa tampoco; para el que
no tiene nada, toda la tierra es igual. (…)
– ¿Pero no echas de menos las
casas?
–No, prefiero los matorrales y las
cuevas, la hermosa libertad y el campo. A vosotros, los que vivís en las
ciudades, la gana de poseer os pierde; queréis tener vuestra casa, vuestra
mujer, vuestros hijos; si no tuvierais nada y no desearais nada, seriáis
felices.12
Baroja tampoco tiene
demasiada confianza en el hombre al que denomina citando a Shakespeare “animal
miserable”.13
NOTAS:
1. Pío Baroja, El Mayorazgo de Labraz, Caro Raggio
Editor, Madrid, 1972, p. 11.
2. Nos encontramos
aquí con un ejemplo de metaliteratura; literatura dentro de la literatura como
pretexto para explicarnos una historia.
3. Pío Baroja, El Mayorazgo de Labraz, Caro Raggio
Editor, Madrid, 1972, p. 88
4. Hay una gran
similitud en este párrafo, incluso la repetición de algún novelista, con un
fragmento del libro de Gustave Flaubert, Madame
Bovary, Alianza Editorial, Madrid, 2002, p. 101.
5. José-Carlos
Mainer, Pío Baroja, Taurus, Madrid,
2012, p. 105.
6. Pío Baroja, El Mayorazgo de Labraz, Caro Raggio
Editor, Madrid, 1972, p. 108, 126.
7. Ibídem, p. 131.
8. Ibídem, p. 217.
9. Ibídem, pp. 174-175.
10. Ibídem, pp. 162-163.
11. Ibídem, pp. 184-186.
12. Ibídem, pp. 260-261.
13. Ibídem. p. 271.
Hola, Tomás:
ResponderEliminarCuando coges a Baroja no te queda más remedio que seguir leyendo su obra. Es un autor extraordinario. Me encanta.
Y ahora me voy a leer tu comentario; no me he podido contener y te he dado mi opinión sin leer tu entrada.
Un abrazo y ¡buscando la fresca!
Adelaida