(L2) El reino de este mundo (1949)


Alejo Carpentier, El reino de este mundo (1949).

Libro de profunda belleza, de lenguaje barroco y denso, nos recrea los acontecimientos que, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, precedieron y siguieron a la independencia haitiana. El hilo conductor es el esclavo Ti Noel, servidor del hacendado Lenormand de Mezy, que nos lleva desde los poderes, considerados sobrenaturales, del mandinga Mackandal hasta el reinado de Henri Christophe, imitador de la corte versallesca en Haití con la construcción de la fastuosa ciudadela La Ferrière.

En la introducción a su libro Alejo Carpentier (1904-1980) es el primer autor hispanoamericano que nos habla de “lo real maravilloso”, influido sin duda por haber asistido a alguna ceremonia de Vaudu en Haití, tendencia literaria que consiste en mezclar lo real con lo mágico que posteriormente tendrá tanta fortuna en el llamado boom de la literatura latinoamericana.

Es un libro lleno de bellas frases y cargado de una atmósfera mágica: “ríos que lamían los pies de los hombres”; “el veneno que busca las sombras para hacer de los cuerpos sombras”; “llevando en el crujido del cordaje el compás de olas de ancho regazo”; “cada cambio de brisa se llevaba varios alejandrinos”; “sus velos de luto se enredaron en las espuelas de un joven oficial”; “Se respiraba una mala atmósfera en aquel crepúsculo de sombras”, etc.

“... el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gente que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay grandezas que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por eso agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida, en el Reino de este Mundo”.

Figura dentro de lo más logrado de su producción junto a Los pasos perdidos (1953) y El siglo de las luces (1962). Calificada por Mario Vargas Llosa como “una de las más acabadas que haya producido la lengua española” no dejamos de recomendarla vivamente a nuestros lectores.

Comentarios

  1. Muchas gracias por compartir con todos nosotros tus lecturas. Voy a animarme a leer a Alejo Carpentier.
    Besos,
    Beatriu

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

(L56) Las afinidades electivas (1809)

(L111) El mundo de ayer. Memorias de un europeo (1942)

(L455) El rostro oculto de la mente (1967)