(L150) Marca de agua (1992)
Joseph Brodsky, Marca de agua (1992)
El libro que hoy
comento no es propiamente un libro sobre Venecia, es un libro de un enamorado
de la ciudad, de sus brumas invernales y de su atmosfera de lugar salida de
otro tiempo. Se trata de Marca de agua
(1992) del poeta y escritor ruso/americano Joseph
Brodsky (1940-1996). Venecia está presente en todas y cada una de sus
páginas. El libro está recorrido por el espíritu de Venecia, porque el espíritu
de Venecia no se encuentra únicamente en sus atardeceres, sino también, y quizá
sobre todo, en las inclemencias del tiempo, tiempo atmosférico y tiempo
histórico, por supuesto. También en sus olores, es un asunto como nos dice él
mismo de moléculas:
“Un olor es una
violación del equilibrio en el nivel de oxígeno, una invasión de este elemento
por otros, ¿metano?, ¿carbono?, ¿sulfuro?, ¿nitrógeno? Dependiendo de la
intensidad de la invasión se obtiene un aroma, un olor o un hedor. Es un asunto
de moléculas, y la felicidad, supongo, es el momento en el que descubrimos los
elementos de nuestra propia composición en libertad”. (p. 14)
Venecia, cuenta Brodsky,
le fue cercando poco a poco, libros, objetos y personas interpuestas actuaron
de cebo, hasta que un día, casi sin darse cuenta, se había rendido a ella
incondicionalmente, es decir irracionalmente, que es como tienen lugar las
auténticas pasiones. Por eso tal vez también volvía siempre en la estación más
inadecuada, el invierno, que por lo que sé gracias a otra persona rendida a
Venecia, es la más adecuada de todas para los auténticos amantes de la ciudad.
Su descripción
de la ciudad es sencillamente maravillosa: “Después de haber recorrido el
rostro de esta ciudad durante diecisiete inviernos, debería estar capacitado
para desarrollar un trabajo a la manera de Poussin: pintar un retrato de esta
ciudad, si no de sus cuatro estaciones, de cuatro momentos del día.
Ésa es mi
ambición. Si me desvío, es porque desviarse aquí es lo natural, lo que hace el
agua. En otras palabras, lo que está por venir puede no llegar a ser una
historia sino una corriente de agua embarrada “en un momento equivocado del
año”. En algunos momentos parece azul; en otros, gris o marrón;
invariablemente, está fría y no es potable. La razón de que me empeñe en
filtrarla es que contiene reflejos, el mío entre otros”. (p. 24)
Parece que los
exiliados sienten predilección por Venecia. Tal vez porque es la ciudad que no
se parece a ninguna otra, la ciudad con una identidad hecha de piedra y de
tiempo, que ejerce una atracción fatal entre aquellos a los que se les arranca
de su suelo natal. Brodsky se define a sí mismo en el libro como un hombre
nervioso: “No soy un hombre moral (aunque trate de mantener mi conciencia en
equilibrio) ni un sabio; no soy un esteta ni un filósofo. Sólo soy un hombre
nervioso, por circunstancias propias y ajenas; pero soy observador” (p. 23)
A Joseph Brodsky
le hubiera gustado nacer en Venecia. No pudo ser: algo falló y nació en
Leningrado (el San Petersburgo de hoy y de antes de ayer). Así que hizo todo lo
posible por corregir este pequeño error en su biografía y quiso reposar
eternamente en su ciudad de elección. Está enterrado en el cementerio de San
Michele de Venecia.
Solamente he
estado una vez en Venecia, fue en el verano de 2002, pero tengo grabadas de forma
indeleble en mi memoria las imágenes de la ciudad (por lo menos hasta que el
Alzheimer haga de las suyas). Impresiona la primera vez que recorres el Gran Canal hacia la Plaza de San Marcos, es como si hicieras un viaje en el tiempo y entrarás en el siglo XVIII.
Os recomendamos, aparte de visitarla, otros dos
libros de personas que han amado Venecia: Predraj Matvejevic La otra Venecia (Pre-Textos, 2004) y Jan
Morris, Venecia (Península, 2002).
Hola Tomás,
ResponderEliminaracabo de abrir tu correo con el comentario del libro "Marca de agua". Para tu conocimiento, soy de esas personas a las que Venecia, les tiene sorbido el seso. Desde el primer día que recorrí el canal, sobre las 6-7 de la tarde, me enamore de Venecia. He estado en 5-6 ocasiones más y nunca me ha defraudado. Le quitaría algún turista, pero hasta con turistas me gusta.
Gracias por tu trabajo, hoy me has hecho feliz.
Dolores