(L287) Petersburgo (1913)
Andrei Biely, Petersburgo (1913)
La novela Petersburgo es generalmente considerada
la obra maestra de Andrei
Biely (1880-1934).
Está ambientada en la época de la Revolución rusa de 1905, en la ciudad que da
nombre al libro, y narra las andanzas de un joven revolucionario, Nikolái
Ableújov, que recibe la orden de asesinar a su propio padre, el senador zarista
Apolón Apolónovich Ableújov, poniendo una bomba en su estudio. Se han destacado
las similitudes de esta novela con otras obras cercanas en el tiempo, sobre
todo con el Ulysses (1922) de Joyce y
con Berlin Alexanderplatz (1929) de
Alfred Döblin. Como en ellas, la ciudad es el verdadero protagonista de la
novela, la acción se desarrolla en aproximadamente 24 horas, y se utiliza abundantemente
las bellas descripciones de contenido estético y un fino sentido del humor.
“Sofía Petrovna
Lijútina se caracterizaba por su exuberante cabellera, y era
extraordinariamente plástica: si Sofía Petrovna Lijútina se soltara su
cabellera negra, el pelo le cubriría toda la espalda y le llegaría hasta la
pantorrilla; francamente, ella no sabía qué hacer con ese pelo, tan negro, que
probablemente… debido al pelo, o a su negrura, sobre el labio de Sofía Petrovna
apuntaba un bozo, que le amenazaba con un bigotito a la vejez; su tez era algo
extraordinario; era de un color auténticamente perlado, con un matiz de un
blanco rosáceo como los delicados pétalos del manzano; cuando algo turbaba a la
pudorosa Sofía Petrovna, ella se ponía colorada”.1
Como he dicho
antes el verdadero protagonista de la novela es la ciudad: “Sobre el Neva se
desplazaba un sol enorme y bermejo, y los edificios peterburguenses parecieron
diluirse, transformándose en finísimos encajes de vaporosa amatista; los
cristales reflejaban un refulgor de oro llameante, y las agujas elevadas tenían
destellos de rubí, y los entrantes y los salientes se adhirieron a la ardiente
llamarada: los atlantes, las cornisas de los balcones de piedra.
Se ruborizaba
sanguinolento el palacio; lo había construido Rastrelli; este viejo palacio
entonces levantaba sus paredes entre una bandada de columnas; abría la ventana a
las lejanías del Neva la difunta emperatriz Elizaveta Petrovna. Bajo Alejandro
Primero el palacio fue repintado de amarillo; bajo el emperador Alejandro
Segundo el palacio fue pintado de nuevo y se tornó rojizo.
Lentamente
oscurecía una sucesión de líneas y de muros sobre un cielo violáceo que se iba
apagando, y se encendían unos luceros centelleantes, y se encendían unas llamas
sutilísimas. Y se arrebolaba allí el pasado”.2
“Al otro lado de
las ventanas, Petersburgo perseguía con el juego cerebral y con las lejanías
plañideras; el viento húmedo y frió se lanzaba a empellones; se empañaban los
nidos enormes de brillantes bajo el puente. Y nadie, nada.
Corría el río, se
estrellaba la corriente, se balanceaba una lancha, y se oían arpegios”.3
“¿O, tantos años
encabritada, tú, Rusia, has meditado en el terrible destino que te dejó
abandonada aquí, en medio de este norte lúgubre, donde hasta las horas del
ocaso son veleidosas, donde el tiempo mismo tan pronto se sumerge en la noche
helada como en la claridad del día? ¿O, temiendo, el salto, pondrás otra vez
los cascos en tierra y, resollando, trasladarás al enorme jinete de las
latitudes quiméricas a las remotas llanuras?”.4
Novela muy recomendable
para estetas de la palabra. Abstenerse los impacientes y aquellos que busquen
acción.
NOTAS:
1.- Andrei Biely, Petersburgo, Alfaguara, Madrid, 2002, p.
57.
2.- Ibídem, p. 130.
3.- Ibídem, p. 342.
4.- Ibídem, pp. 87-88.
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