(L306) Santa Evita (1995)


Tomás Eloy Martínez, Santa Evita (1995)

Nada más empezar a leer el libro de Tomás Eloy Martínez (1934-2010) sobre la vida de Evita Perón quedé fascinado por la historia en sí y por el modo de contarla. Sin saber cómo ni porqué me convertí en un devoto de Santa Evita (1995). Su magia, como a millones de argentinos, me capturó y ya no me dejó en paz. Mientras leía la novela iba viendo documentales de internet sobre su vida, sus discursos, el robo del cuerpo y su posterior recuperación; también sobre los personajes que forman parte de esta intriga novelesca. En algún momento se trata de una novela de aparecidos y desaparecidos, de milagros, tan fantásticos que bordean lo sobrenatural. Un mundo mítico que me ha atrapado y que me gustaría compartir con vosotros.

Argumento resumido:

1.- «Mi vida es de ustedes». Eva Duarte de Perón está enferma de anemia. Habla con su marido Juan Domingo Perón, pidiéndole cosas para sus pobres. 26 de julio de 1952, oye a los pobres que dicen «Eee vii taa, no te vayas a ir». El coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig recibe la noticia de la muerte de Evita. Los últimos dos años había estado espiándola por orden de un general de inteligencia. La Señora perdía mucha sangre. Canjea informaciones médicas confidenciales. Tiene cáncer de matriz. Los especialistas le dan seis meses de vida. Su cuerpo fue velado doce días, medio millón de personas besaron su ataúd y se colgaron dieciocho mil coronas de flores. Perón encarga embalsamar el cuerpo al médico español Pedro Ara, un anatomista de prestigio. En septiembre de 1955 un golpe militar depone a Perón. El presidente provisional de la República pide al coronel Koenig que se deshaga del cuerpo embalsamado de Evita que está en los locales de la CGT (Confederación General del Trabajo). El Coronel habla con el embalsamador y le dice que quien tenga el cuerpo tiene al país en un puño. Koenig quiere ver el cuerpo del que se habla maravillas. «Es un sol líquido».

2.- «Seré millones». La última vez que salió a la intemperie pesaba treinta y siete kilos. Su marido iba a jurar por segunda vez consecutiva como presidente de la República. Al día siguiente Evita no se podía mover de la cama. La cuida su madre doña Juana y sus hermanas. Esta le lee una carta que escribió a Perón en su viaje a Madrid y la respuesta que le da el General. Una vez depuesto Perón, doña Juana, teme por el destino del cuerpo de Evita. Le firma un poder a Pedro Ara para que salve el cuerpo de su hija. Este ha hecho varias copias en cera y vinilo. El escritor (Tomás Eloy Martínez) va a visitar a la viuda del coronel Koenig quien lo abandonó. En su obsesión Koenig se llevó a Evita a Bonn.


3.- «Contar una historia». La maldición del cadáver de Evita. En noviembre de 1974 se traslada el cuerpo encontrado en Milán de Madrid a Buenos Aires. En el traslado a Barajas mueren dos guardias. Algo parecido ocurrió en octubre de 1976 en el traslado al cementerio de la Recoleta. Evita no sufrió el menos rasguño en ambos accidentes. Las almas no quieren que se les saque de su reposo y de su rutina. También quieren ser escritas: «Contra la fugacidad, la letra. Contra la muerte, el relato»1. La frase más célebre de Evita: «Volveré y seré millones» nunca la pronunció pero es verdadera. Sus obras sociales con los pobres a los que recibía y ayudaba. Los campesinos creían que era una emisaria de Dios. Se hacen peregrinaciones, ofrendas, promesas y los más exagerados sacrificios por su restablecimiento. El campesino Raimundo Masa partió con toda su familia hasta el Cristo Redentor que está en las montañas de los Andes a más de mil kilómetros. Perdidos en el desierto, ya si víveres y sin agua, un milagro los salvó.

4.- «Renuncio a los honores, no a la lucha». El escritor habla con Julio Alcaraz, peluquero que modelo el peinado de Evita y su color rubio, además de convertirse en su confidente. Era la amante del coronel Perón, Ministro de la Guerra. En octubre de 1945 a Perón lo pusieron preso y ella pensó que la iban a detener. Al salir libre se casan. El 4 de junio de 1946 Perón es ungido Presidente de la República. La figura de Evita se va agrandando, los caudillos de la CGT anuncian su candidatura a la vicepresidencia. En el balcón del Cabildo Abierto (22 de agosto de 1951) y ante millón y medio de personas ella quiere postergar su decisión. Perón no se encuentra a gusto, la aclaman a ella. En privado Perón quiere que ella renuncie. El pueblo no la deja y grita: «Evita con Perón».


5.- «Me resigné a ser víctima». El narrador se entrevista con el mayordomo de Evita, Atilio Renzi, quien le aporta nuevos datos de la agonía. Unos cuadernos escolares que encontró se los llevó a la madre de Evita. El coronel Koenig visita a la madre para que le firme un poder que le ceda el cuerpo y de paso se lleva las carpetas de Renzi. El Coronel escribe un informe sobre lo que sabe sobre Evita y se prepara para cumplir el cometido de hacer desaparecer el cuerpo.

6.- «El enemigo acecha». La mujer del Coronel le cuenta a su marido que ha recibido llamadas y amenazas. En el acta de matrimonio entre Perón y Evita casi todo es falso. Ambos mintieron porque deciden crear su propia historia. Aldo Cifuentes fue el último confidente del Coronel y el guardián de sus cartas. Cifuentes explica que Koenig era un hombre minucioso y maniático. Con tres oficiales de confianza, Eduardo Arancibia, Milton Galarza y Gustavo Adolfo Fesquet (nombres ficticios), prepara la operación para enterrar “los cuerpos” de Evita.

7.- «La noche de la tregua». Las versiones de Ara y de Cifuentes difieren en cómo se llevaron esa noche el cuerpo de Evita y sus tres copias. Hay una historia en que el doctor Ara se dirige al puerto para pedirle a los manifestantes que se subleven y le devuelvan el cuerpo de Evita. Arancibia entierra su copia en el cementerio de Los Olivos; Galarza pincha una rueda pero llega al cementerio de Flores. El coronel Moori Koenig es el que lleva el cuerpo verdadero. Lo quiere llevar a unos depósitos pero estallan incendiándose. «La realidad, los planes pueden desmoronarse sin ningún aviso ni presentimiento»2. Intenta dejarla en un barco de la Marina pero el capitán Raúl Rearte se niega.



8.- «Una mujer alcanza su eternidad». Elementos que construyen el mito de Evita. 1º Ascendió desde el anonimato como un meteoro. 2º Murió joven, a los treinta y tres años. Además su agonía fue seguida paso a paso por las multitudes. Su muerte fue una tragedia colectiva. La mitología se alimenta tanto de lo que hizo como de lo que pudo hacer. 3º Fue el Robin Hood de los años cuarenta. 4º Perón la amaba con locura, pero Evita a él mucho más. Ambos se conocen en un acto benéfico en el Luna Park el 22 de enero de 1944 por las víctimas del terremoto de San Juan ocurrido el 15 de enero. «Coronel, dijo. ¿Qué hija? Gracias por existir». 5º Para mucha gente, tocar a Evita era tocar el cielo. El fetichismo de los objetos tocados y usados por Evita. 6º El relato de los dones que Evita regaló a los humildes. 7º El monumento inconcluso al descamisado. Los escritores que se ocupan de ella: Cortázar, Martínez Estrada, Borges, Onetti, Copi, Perlongher. La Ópera de Time Rice y Lloyd Webber.


9.- «Grandezas de la miseria». El Coronel sigue custodiando el ataúd en el camión. A pesar de la vigilancia alguien ha dejado flores y velas encendidas y un papel pidiendo que devuelvan el cuerpo. El Coronel decide llevarla al Cine Rialto en Palermo. José Nemesio Astorga es llamado a la residencia presidencial donde hay un microcine. Le indican que ponga una película. Se trata de La prodiga (1945). A continuación proyecta Sucesos Argentinos donde sale el viaje a Europa de Evita: la playa de Rapallo donde se baña, Roma, el Vaticano, su encuentro con Pío XII, los regalos que se intercambian. Después de la proyección Evita le dice que pase por la fundación que le dará una casa para él y su familia. El chino Astorga de regreso a su casa se entera de que su mujer ha muerto en un accidente ferroviario. Evita lo consuela pero nada lleva al pasado porque la historia no puede volver a empezar.

10.- «Un papel en el cine». El narrador se pone a buscar al chino Astorga. Encuentra a su hija, el padre murió hacía un año. Habla con ella, en la época en que el cadáver de Evita estuvo en el cine Rialto ella tendría unos ocho años. Jugaba con ella sin que lo supiera su padre, era su Pupé. Un día Yolanda encuentra flores y velas encendidas. Estuvo un mes en el cine y luego se la llevaron. El narrador se reúne con su amigo Emilio Kaufman para hablar sobre Evita. En agosto de 1943 Kaufman era periodista y tenía una novia llamada Mercedes Printer muy amiga de Evita. Una noche salen dos parejas a bailar. Kaufman habla con Evita sin saber quién será en el futuro. Mercedes le cuenta que tuvo un aborto y Evita estuvo a punto de morir. La ingresaron en la clínica Otamendi en febrero de 1943.

11.- «Un marido maravilloso». El coronel Koenig cada día bebe más, está obsesionado con Evita. La va trasladando pero adondequiera que migraba el cuerpo lo seguía su cortejo de flores y velas. “El loco” Arancibia se ofrece a alojarla en su casa en una bohardilla. Pasa el tiempo y se produce un alzamiento peronista sofocado rápidamente. El Coronel Koenig cada vez la extraña más. Margot y Elena Heredia son dos hermanas que se casan con dos hermanos militares: Alejandro y Eduardo Arencibia. En la familia de estos ha habido casos de débiles mentales, por eso Alejandro no ha querido hijos. Eduardo tuvo meningitis de pequeño y le ha quedado un carácter cambiante. Elena queda embarazada, el carácter de Eduardo ha cambiado, se ha vuelto más taciturnos, pasa muchas horas en la bohardilla, lee libros egipcios de embalsamamiento. Elena decide averiguar que sucede arriba. En la oscuridad está el marido que la mata de un disparo. El Coronel está vigilado por los que le piden que devuelva el cuerpo. Lo amenazan. Un día estalla un cartucho de dinamita. Las esquirlas de los vidrios hieren a su hija mayor. El Coronel desquiciado decide que suban el féretro a su despacho.

12.- «Jirones de mi vida». Llevan preso al coronel Koenig por no haber cumplido las órdenes de enterrar el cadáver. Lo confinan seis meses en un lugar del desierto donde el viento sopla continuamente frente al golfo de San Jorge. Un coronel ya entrado en años llamado Ferruccio se encarga del lugar. Koenig se ha traído los cuadernos que escribió Evita y sus fichas donde recopila la biografía de Eva Duarte. Recibe un cablegrama en que dicen que el capitán Galarza ha tenido un accidente y le han dado treinta y tres puntos en la cara. Los tres: Arancibia, Galarza y Koenig han quedado fuera de combate. El coronel Ferruccio sabe más de lo que dice y le pide la clave para descifrar sus fichas.

13.- «Pocas horas antes de mi partida». Durante diez años nadie publicó una línea sobre el cadáver de Evita hasta el cuento de Rodolfo Walsh, «Esa mujer» del año 1965. Un cuento en el que no se la nombra. El narrador se encuentra con Walh en París. Durante la conversación descubren que en la embajada argentina de Bonn siempre están con remodelaciones y que Koenig estuvo allí de agregado militar.

En 1934 el cantante Agustín Magaldi había salido de gira a Junín en compañía del cómico Mario Pugliese (Cariño) a quien el narrador encuentra y con quien conversa. Durante la gira se alojaron en el hotel Roma. La comida era tan mala que decidieron comer en una pensión, la de doña Juana Ibarguren de Duarte. Allí están sus hijas, el cantante conversa con ellas y las entretiene. Doña Juana le pide que se lleva a Evita a Buenos Aires y la recomiende, quiere ser actriz y solamente tiene quince años. Cada día va a visitarla a la pensión de la avenida Callao donde vive. Pasan unos meses juntos. Después de una pelea Magaldi la abandona y deja de ayudarla. Fue Cariño quien la ayudó y le consiguió su primera audición. Debuto en el teatro Comedia el 28 de marzo de 1935 y ya nunca iba a marcharse de allí. Magaldi seguía triunfando. Con frecuencia tenía alguna enfermedad que curaba en casa de su madre hasta que un día murió de un ataque de bilis. Al velorio en el Luna Park desfiló toda la compañía en donde actuaba Evita pero ella no quiso ir.

14.- «La ficción que representaba». Galarza iba a enterrar a Evita en el cementerio de Monte Grande cuando se les cruzó un camión. Murieron dos soldados, el quedó desfigurado y con la mano izquierda inservible. Lo llama el nuevo jefe, el coronel Tulio Ricardo Corominas (coronel Hector E. Cabanillas). Han decidido que se embarque el 23 de abril en el Conte Biancamano. Galarza viaja con el cadáver camino de Génova. Sobornan al inspector aduanero para que no abran el ataúd. Galarza se aburre durante la travesía y baja a la bodega a hablar con la difunta, a explicarle sus cosas. La amaba y la odiaba a la vez. Al llegar al puerto de Génova lo están esperando un cura y unas monjas que alquilan un carruaje y se dirigen a Milán. Mientras el coronel Koenig está en Bonn y le reclama al teniente Fesquet el cuerpo de Evita. Desentierran la copia de la Iglesia de los Olivos y se la envían en el buque de carga Cap Frio camino de Hamburgo. El Coronel alquila una ambulancia con la que se dirige al puerto, allí se encuentra con Fesquet quien le dice que ha perdido la caja. Se la han llevado en un Opel azul a la Herbertstrasse un callejón de prostitución. Koenig la recupera, mientras Fesquet desaparece. Se la lleva a Bonn, su mujer no quiere que guarde el cadáver en casa. Lo han llamado para que vuelva urgentemente a Buenos Aires. No sabe qué hacer con ella.


15.- «Una colección de tarjetas postales». Koenig conduce sin rumbo por las autopistas y decide llevarla a casa de sus abuelos muertos en Eichotätt y enterrarla allí. La historia se la ha contado al narrador, Aldo Cifuentes. De regreso a Buenos Aires lo están esperando Corominas y Fesquet que le dicen que todo ha sido una trampa y que se ha llevado un copia. Es destituido y su familia ha de dejar la casa de Bonn. Cuando vuelve a desenterrar el cadáver (la copia) ya no está. El narrador por medio de Cifuentes tiene acceso a todos los papeles de Koenig y comienza a copiarlos y a darle forma de relato:

La madre, doña Juana, habla de su marido Duarte que tiene una familia legítima con tres hijas, mientras que con ella está amancebada. Un día Evita se quemó con aceite y milagrosamente mudó toda la piel. Doña Juana recibe la noticia de la muerte de Duarte en un accidente y decide ir al sepelio en Chivilcoy con sus cinco hijos. Se dirige a la casa del difunto donde le salen varios familiares para conminarla a que se vaya y evite el escándalo. Ella insiste en verlo con sus hijos y la familia accede, luego siguen detrás de la comitiva camino del cementerio y luego se van. El coronel Koenig, explica Cifuentes, pasó tiempos atroces en Buenos Aires. Estuvo a punto de morir por un coma hepático. Sin embargo se recuperó y se reconcilió con su mujer. Un día le lleva a Cifuentes dos baúles con documentos. Sigue recibiendo amenazas. Aspira a reincorporarse al ejército. Sigue obsesionado con Evita. Vuelve a la bebida. Aldo Cifuentes lo acompañó hasta su muerte en 1970.3

16.- «Tengo que escribir otra vez». A finales de junio de 1989, vencido por la fatiga y la depresión, el narrador recibe una llamada de alguien del ejército que pretende contarle lo que verdaderamente ocurrió con el cuerpo de Evita. En el café Tabac lo esperaron tres militares: el coronel Tulio Ricardo Corominas (Héctor E. Cabanillas); Jorge Rojas Silveyra el que devolvió el cuerpo a Perón y un tal Carlos Maggi. Le dicen que el cuerpo nunca estuvo en Bonn. Solo hubo un cuerpo que el capitán Galarza enterró en Milán. Ahora está donde tuvo que estar siempre (Cementerio de la Recoleta). Después de tres años el narrador empezó a ver sus películas, oír sus discursos, a preguntar en todas partes quien había sido y cómo y por qué.

Comentario: La obra de Tomás Eloy Martínez además de ser una gran novela es un tour de force documental que sigue la vida, los hechos y el cadáver de Evita durante una buena parte del siglo XX. No cabe duda de la fuerza de la narración pero es el personaje y la fascinación que ejerce sobre el lector la vida de Evita, juntamente con el peregrinaje final de su cuerpo embalsamado, lo que hace de su lectura una necesidad; un destino más que una elección.

Dicho en palabras de Vargas Llosa Santa Evita es una novela a la vez que “una biografía, un mural sociopolítico, un reportaje, un documento histórico, una fantasía histérica, una carcajada surrealista y un radioteatro tierno y conmovedor. […] hay en ella, debajo de los alardes imaginativos y amagos líricos, un trabajo de hormiga, una pesquisa llevada a cabo con tenacidad de sabueso”.4

Santa Evita no es una novela histórica como ha sido catalogada por muchos. Si bien nos ofrece un extenso material auténtico, hay partes inventadas según el mismo autor confiesa. Al lector le resulta imposible discernir entre lo falso y lo verdadero. Obviamente eso es lo que pretende el autor. Aunque el autor haya dedicado diez años de su vida a investigar la vida y milagros de Evita, se trata pues de una ficción histórica. A través de una muerte, de un cadáver, Tomàs Eloy Martínez nos lleva a conocer la historia de una vida, nos lleva a conocer a Eva Perón.

La literatura ha captado diversas imágenes de ella: relatos, poemas, novelas y obras de teatro han ido configurándola en el imaginario social y cultual, aunque muchas se han centrado no en su vida, sino en las circunstancias que rodearon su muerte y la historia de su cadáver. Algunos de los ejemplos más célebres son los cuentos Esa mujer (1965) de Rodolfo Walsh; Ella (1953) de Juan Carlos Onetti; El simulacro (1960) de Jorge Luis Borges; La señora muerta (1963) de Davis Viñas, y las novelas A las 20:25 la señora entró en la inmortalidad (1981) de Mario Szichman y La pasión según Eva (1994) de Abel Posse.5

A la creación del mito de Eva contribuyó, de manera involuntaria, el gobierno posterior al peronista. Cuando se le impidió la naturalidad de la muerte, como a cualquier persona, se le convirtió en una leyenda. Son los mismos que querían eliminarla los que provocaron que la gente no la olvidara y la mitificara, si la hubieran sepultado normalmente no hubiera crecido tanto su popularidad.6 Otro factor que contribuyó de manera substancial a convertirla en mito fue el hecho de embalsamarla manteniéndola eternamente joven.


“La locura del propio Pedro Ara por terminar su obra, es sin duda el primer eslabón de la cadena de necrofilia desatada por el cuerpo de la difunta. Aquel interés demencial por transformar el cadáver de Eva Duarte de Perón en una muñeca capaz de cruzar la eternidad en su estado natural, contiene, desde luego, un grado de morbosidad altamente cuestionable para la psiquiatría, lo mismo la que padecerán o gozaran sus celadores posteriores, igualmente enamorados del cuerpo de Evita. Pero allí, ya acaso solo allí, en esa morbosidad, en esa evidente anormalidad, es posible advertir lo más grandioso del instinto del alma humana por salvaguardar un pedazo de la efímera existencia para la eternidad. (…) Tomás Eloy Martínez consigue darle eternidad a Eva Duarte como personaje literario, alcanzando en su logrado relato el llamado goce estético que es el fin de toda obra de arte y donde se concentra el mayor interés y ambición de todo artista”.7

La propuesta de Martínez es presentar diferentes perspectivas de un mismo acontecimiento y recurrir a fuentes que la historiografía no admite, como las voces marginales que antes no se oían, pero tienen un lugar en Santa Evita. Esta polifonía deja ver las diferentes Evas que surgen de las distintas interpretaciones en torno a ella. El autor no excluye a nadie, no anula una u otra interpretación, refleja a Eva a través de los ojos de la gente común que estuvo en contacto con ella:

“Hable con las figuras marginales y no con los ministros y aduladores de su corte porque no eran como Ella: no podían verle el filo ni los bordes por los que Evita siempre había caminado. La narraban con frases demasiado bordadas. Lo que a mí me seducía, en cambio, eran sus márgenes, su oscuridad, lo que había en Evita de indecible".8

Al incluir estos puntos de vista deja claro su rechazo a la reducción, a la simplificación y al empobrecimiento que a veces se presenta en la historia oficial. En la novela, la verdad no es el fin de la búsqueda, el verdadero fin es ver la realidad desde muchos horizontes. El autor le dio forma de reportaje a la novela porque consideró que era la mejor manera de crear verosimilitud en una historia completamente inverosímil.


La presencia de la metaficción es evidente en Santa Evita, pues paralelamente a la historia del cadáver, se muestra la del narrador, quien es también el personaje que escribe la historia y ayuda al proceso de desmitificación de Eva. Asimismo, se vuelve un personaje fundamental. Mientras cuenta cómo fue desarrollándose la historia y nos va adentrando en el proceso de escritura de la misma, revela sus estados de ánimo, sus problemas personales, los trastornos que sufrió durante la investigación, su exilio, sus amores, etc. Nos hace partícipes incluso de sus propias reflexiones a medida que escribe, tiene dudas sobre lo que sucede o sobre cómo interpretar los hechos, cuestiona sus fuentes, hace preguntas que no responde, vacila. Este enfoque puede ser producto de lo que realmente le sucedía o la explícita intención de darle veracidad a lo narrado.

Evita es el símbolo del peronismo. Esa bendición o catástrofe histórica (depende desde qué perspectiva se juzgue) en la que la Argentina sigue todavía atrapada. Al dar cuenta de la psicosis colectiva vivida en torno a un cadáver, el autor muestra otra cara de su país. Plasma la imagen de la Argentina real, la del desvarío, la locura, la deriva, tan distinta a la de la Argentina que se vanagloriaba de ser culta y europea.

Como nos dice Mario Vargas Llosa: “La magia de las buenas novelas soborna a sus lectores, les hace tragar gato por liebre y los corrompe a su capricho. Confieso que ésta lo consiguió conmigo, que soy baqueado viejo en lo que se refiere a no sucumbir fácilmente a las trampas de la ficción. Santa Evita me derrotó (también a mí) desde la primera página y creí, me emocioné, sufrí, gocé y, en el curso de la lectura, contraje vicios nefandos y traicioné mis más caros principios liberales. Yo que detesto con toda mi alma a los caudillos y a los hombres fuertes y, más que a ellos todavía, a sus séquitos y a las bovinas muchedumbres que encandilan, me descubrí de pronto deseando que Evita resucitará y retornara a la Casa Rosada a hacer la revolución peronista regalando casas, trajes de novia y dentaduras postizas por doquier y, -¡horror de horrores!- que después de todo, ¿por qué un cadáver exquisito – luego de inmortalizarlo, embellecido y purificado por las artes de ese novio de la muerte, el doctor Ara– no podía ser deseable? Cuando una ficción es capaz de inducir a un mortal de firmes principios y austeras costumbres (eso habría que preguntárselo a Doña Preysler) a esos excesos, no hay la menor duda: ella debe ser prohibida (como hizo la Inquisición con todas las novelas de extremada peligrosidad pública) o leída sin pérdida de tiempo”.9

NOTAS:

1.- Tomás Eloy Martínez, Santa Evita, Alfaguara, Madrid, 2010, p. 64.

2.- Ibídem, p. 191.

3.- Ibídem, p. 413.

4.- Mario Vargas Llosa, Placeres de la necrofilia, El País, 31/12/1995.

5.- Brenda Morales Muñoz, Eva Perón a través de la mirada de Tomás Eloy Martínez, UNAM, Revista Espéculo, México, 2011.

6.- Ibídem.

7.- Miguel de Loyola, Santa Evita, Tomás Eloy Martínez, Gatopardo, 29/12/2011.

8.- Tomás Eloy Martínez, Santa Evita, Alfaguara, Madrid, 2010, p. 66.

9.- Mario Vargas Llosa, Placeres de la necrofilia, El País, 31/12/1995.


BIBLIOGRAFÍA:

* Brenda Morales Muñoz, Eva Perón a través de la mirada de Tomás Eloy Martínez, UNAM, Revista Espéculo, México, 2011.

Claudia Soria, Santa Evita, entre el goce místico y el revolucionario, University of Southern California.

Eva Perón, Con mis propias palabras, Grijalbo, Buenos Aires, 1996.

Eva Perón, La razón de mi vida, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1952.

Giorgia Delvecchio, «La memoria anclada». La rehabilitación de la memoria en Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, Universidad de Parma. Cuadernos de Literatura Bogotá (Colombia), 9 (18) enero-junio de 2005, pp. 61-78.

Marcelo Coddou, Santa Evita de Tomás Eloy Martínez y la metanarración, Crítica, CL., Santiago de Chile, 10/07/2011.

* Mario Vargas Llosa, Placeres de la necrofilia, El País, 31/12/1995.

Miguel de Loyola, Santa Evita, Tomás Eloy Martínez, Gatopardo, 29/12/2011.

Pedro Ara, El caso de Eva Perón, CVS Ediciones, Madrid, 1974.

Rodolfo Walsh, Cuentos completos, Veintisiete letras, 2010.


Tristán Bauer, Evita, una tumba sin paz (1997). Documental. 60 minutos.


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