(L211) Tranvía a la Malvarrosa (1997)


Manuel Vicent, Tranvía a la Malvarrosa (1997)

Tranvía a la Malvarrosa (1997) está ambientada en los años 50 y narra el paso de la adolescencia al mundo adulto de Manuel, un joven de Vilavella (Castellón) y álter ego del propio autor, que se marcha a Valencia a estudiar Derecho. A lo largo de la novela se abordan diferentes temas muy de época: los tabúes sexuales, los sucesos de la llamada España profunda, la superstición y la religión.

Manuel Vicent, (Villavieja, Castellón, 1936), es una de las plumas que mejor ha sabido describir la transición española hacia la democracia.

Argumento: Vicentito Bola lleva a Manuel y a otros jóvenes a la capital, Castellón, para que pierdan la virginidad en un cabaret llamado Rosales. Manuel se acuerda de la niña Marisa a la que conoce en la temporada de baños. De la modista que le probaba unos pantalones bombachos y que se le acercaba mucho y lo apretaba contra sus senos. Se acuerda mientras espera turno en el prostíbulo de la historia del embarazo de la hija del jefe de estación por el Bola, de cómo quisieron casarlo y él se resistió. Del crimen del cine Oriente, una de las chicas, la pelirroja llamada Catalina, le recuerda a Manuel que su foto salió en el periódico como implicada en el juicio.

El padre de Manuel quiere que se dedique a la Iglesia. El Bola quiere que sea Merche, la del Culo de Hierro, la que desvirgue a Manuel. Mientras esperan, Manuel sale a la calle y se topa con los familiares de Tomasín, el hijo del carnicero, al que mató un toro. Manuel se va con ellos a ver el cadáver. A continuación vuelven juntos al pueblo en el taxi de Agapito, el mismo que los llevó a la ciudad.

Pero la novela es, ante todo, un retrato vivísimo de la ciudad de Valencia, lleno de largos itinerarios que se aderezan con escenas de gran pintoresquismo. Contribuyen a ello también la alusión continua a canciones de la época, sobre todo boleros, que son como la banda sonora del libro, así como la inclusión de determinados acontecimientos políticos como la visita de Franco a la ciudad del Turia, no exentos de crítica mordaz. Es también una novela de iniciación a la vida y al amor.

En la contraportada del libro Vicent nos comenta: “El sentido de la culpa no podía desligarlo del placer y éste era la hierba quemada de verano, el sonido de la resaca en la playa bajo el cañizo ofuscado por la luz del arenal. Sobre un fondo de crímenes famosos en aquella Valencia todavía huertana de los años cincuenta se desarrolla la conciencia del protagonista. El crimen de la envenenadora, el garrote vil a aquel esquizofrénico que asesinó y cubrió de flores a la niña antes de depositarla en una acequia, la aparición de las piernas depiladas de un hombre con la uñas pintadas dentro de un saco: a través de esta geografía de la memoria un tranvía con jardinera cruzaba la ciudad y se dirigía a la playa de la Malvarrosa. En ese espacio olvidó el protagonista la neurosis del padre, la tortura de una educación religiosa, la sordidez social de aquel tiempo. Desde el fondo de la adolescencia llegó a Valencia un día en que todos los escaparates de las pastelerías exhibían la imagen del general Franco confeccionada a base de frutas confitadas. Cualquier héroe tiene que hacer un viaje para encontrarse a sí mismo. El viaje de iniciación entre la adolescencia y la juventud el protagonista de este relato lo realiza en un tranvía hacia la playa de la Malvarrosa, donde la libertad fue conquistada y la inocencia quedó atrás junto con el bañador olvidado bajo un arbusto de adelfas”.


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