(L216) Campos de Níjar (1960)
Juan Goytisolo, Campos de Níjar (1960)
Para quien haya
visitado el Cabo de Gata, los paisajes que rememora Campos de Níjar (1959) no han cambiado demasiado; sí sus gentes
que, afortunadamente, ya han dejado atrás la secular pobreza y miseria del
momento en que se escribió la novela. Como experiencia de un viajero que entra
en contacto con un territorio y sus habitantes, la narración recuerda un poco el
Viaje a la Alcarria (1948) de Camilo
José Cela.
Juan
Goytisolo (Barcelona, 1931) ya estaba exiliado en Francia cuando
escribió Campos de Níjar aunque la
novela desapareció, desgraciadamente por la actuación de la censura del mapa
literario español el año 63, y no volvió a publicarse hasta una vez recuperada
la democracia. “(…) el hombre de buena fe sabe distinguir quienes son las
víctimas y quienes los culpables”.1 Estos comentarios no fueron bien
aceptados por la censura franquista.
Se trata de un
cuaderno del viaje que realizó por las tierras más desheredadas del sur de
España. Las áridas de sus paisajes y la desesperanza de sus gentes quedan
retratadas por Goytisolo con un lenguaje limpio, directo y ágil que resulta ser
una denuncia sin ambages del atraso, subdesarrollo y olvido de aquellos campos
de Almería.
Se trata también
de un libro singular, se lo he regalado a mi amigo Aurelio Hidalgo Montoya (Rodalquilar, 1957) ya que nació
en esa zona. Cuando Goytisolo visita el pueblo de Rodalquilar, famoso en su
tiempo por sus minas de oro concesión de la empresa ADARO, se habla en el bar
de un tal Cándido que resulta ser el abuelo de mi amigo.
La Almería de
"Campos de Níjar" es la tierra maltratada por la historia y
particularmente por el franquismo. Para sus habitantes, Barcelona es la tierra
prometida en la que sueñan instalarse algún día, y se sorprenden de que el
protagonista dedique sus vacaciones a recorrer estas tierras resecas y poco
agraciadas, cuya principal característica es un calor inmisericorde presente a
casi todas horas y un viento que erosiona continuamente el paisaje.
Precisamente uno de los problemas descritos por Goytisolo, que azotaba a los
almerienses casi como una plaga bíblica, es el tracoma, enfermedad ocular que
fue erradicada de la provincia en fechas muy recientes. “Las tolvaneras son las
responsables del elevado porcentaje de tracoma y enfermedades de los ojos”.2
La vida de los
habitantes de Níjar y sus alrededores hace medio siglo puede ser perfectamente
definida como tercermundista. A la pobreza material, debido a sus condiciones
geográficas, había que sumar la falta de instrucción y los alarmantemente bajos
niveles de escolarización. La falta de control de natalidad era otro de los
grandes problemas; tienen hijos que luego no pueden mantener.
Quizá una de las
mejores representaciones de un franquismo presuntamente paternalista y en
realidad opresor sea la figura de don Ambrosio, una especie de cacique
propietario de gran cantidad de casas en la costa del cabo de Gata, cuyo mayor
anhelo es que el turismo comience a llegar a aquel lugar para que cuadrupliquen
su valor. Los habitantes de los alrededores se dirigen a él con un inmenso
respeto y temor, peticionarios en busca de un favor proveniente de un ser
superior. Pero para don Ambrosio, los almerienses son gente atrasada que merece
su destino. Con el paso de los años los oprimidos se convierten en opresores: ver
como ejemplo los sucesos de El Ejido.
Destaco por su
parquedad y dureza las descripciones que hace Goytisolo del paisaje, la
vegetación y los colores:
“Florecitas
amarillas que llaman vinagreras. Guayules, henequenes, chumbares y pequeños retales
de cebada mustia”.3 “La
vegetación es escueta: higueras enanas, zarzales, alguna pita. Encima de
nosotros el cielo permanece azul, inalterable”.4
“Los colores se enriquecen de nuevos
tonos: verdehiguera, verdealmendro, rucio, albazano”.5
“El paisaje es casi lunar. Alberos,
páramos y canchales se suceden hasta perderse de vista en el horizonte. El
suelo está cubierto de esquirlas”.6 “Los eriales alternan con los
barbechos. Las lomas del arado se pierden en la distancia, agrietadas y secas.
Hay tempranales rodeados con bardas y matas de almendros y olivares
silvestres”.7 “El paisaje recuerda el de Albaricoques: la tierra es
parda, hay campos de cebada y guayules, y el verde de las higueras alterna con
el de los nopales”.8 “El rigor del clima reduce el arbolado a su más
mínima expresión. Hay zarzales, palmitos, alguna chumbera mordisqueada por las
cabras. Los cerros se alinean secos, desnudos”.9
Al valor
literario de las descripciones del paisaje desolado se une el valor
antropológico y sociológico de la observación directa de las costumbres de sus
habitantes, seres desesperanzados atrapados por la pobreza y la ignorancia que
parecen haber perdido el gusto por vivir, vigilados por la presencia
omnipresente de dos de los pilares del régimen: la iglesia y la guardia civil.
Hoy día estos
paisajes desérticos enfrentados con el azul del mar atrapan al viajero
observador. Su singularidad nos recuerda un trozo del norte de África en la
península. Mi única visita en agosto de 2010 me dejó muchas ganas de volver.
Otro gran libro
de Goytisolo que os recomendamos es el clásico Señas de identidad (1966).
NOTAS:
1.- Juan
Goytisolo, Campos de Níjar, Diario
Público, Madrid, 2010, p. 57.
2.- Ibídem, p. 42
3.- Ibídem, p. 22.
4.- Ibídem, p. 38.
5.- Ibídem, p. 24.
6.- Ibídem, p. 37
7.- Ibídem, p. 38
8.- Ibídem, p. 94
9.- Ibídem, p. 107.
No quiero dejar pasar la ocasión, de agradecer a mi buen amigo Tomás, sus acertados comentarios sobre mi tierra natal. No deja de sorprenderme el paisaje de una tierra que tiempos atrás, era sinónimo de miseria, pobreza. Afortunadamente, ha habido un cambio de paradigma importante, he aprendido a valorar, apreciar, sus profundos contrastes, como, después de un paisaje árido, casi lunar, aparece en el horizonte el mar con su intenso color que me recuerda al azulete que utilizaba mi madre para blanquear la ropa. Las higueras y chumberas intentando sobrevivir a tan inhóspito clima. Lo cierto es que donde antes solo veía pobreza y una aridez insoportable, ahora veo la belleza de un paisaje diferente a todos, y es por ello que intento volver cada año para no olvidar, que una vez yo también formé parte de ese mundo.
ResponderEliminarAureli Hidalgo