(L224) En presencia de la ausencia (2006)


Mahmud Darwish, En presencia de la ausencia (2006)

Primera novela que comentó en el blog de un autor árabe, lo que podría demostrar lo etnocéntricos que somos los europeos y el poco caso que hacemos a las culturas que nos rodean y que no son la nuestra. La novela se ha editado en España el año 2011. El título original era Fi hadrat al-ghiyab (En presencia de la ausencia) (2006) y es una verdadera joya.

Cuando nació Mahmud Darwish (1941-2008), en 1941, su mundo aún existía. Siete años más tarde fue destruido, al instaurarse el Estado de Israel en Palestina. Su pueblo natal, Al-Birwa, fue uno de los casi seiscientos que los colonizadores arrasaron, para sustituirlo por un kibutz y una moshaw. Algunos de sus habitantes partieron a los campos de refugiados de Sabra y Chatila y otros a Líbano, entre ellos el poeta y su familia. Al regresar, Israel les dio el estatuto de presentes-ausentes, es decir, los convirtió en personas que estaban allí pero no tenían derechos y, por lo tanto, lo habían perdido todo. Desde entonces, nada ha cambiado: los palestinos, “enfermos de esperanza”, siguen pasándose de generación en generación las llaves de sus casas demolidas o incautadas y los israelíes han continuado su limpieza étnica en Kafr Qasim, las propias Sabra y Chatila, Deir Yasín o Gaza. “Lo que fue tuyo será tu infierno”, escribe Darwix en su perturbador libro autobiográfico En presencia de la ausencia.

El autor se entregó a la escritura con la certeza de que su misión consistía en “cuidar de la lengua para que no prescinda de las voces de las víctimas” y en impedir que los invasores lograsen lo que pretenden todos los sistemas opresivos: ocultar a sus víctimas.

“¿Cómo es que los judíos, que tanto sufrieron durante la guerra, se las arreglaron para cometer un crimen racista colosal contra los palestinos (la Nakba de 1948) tan sólo tres años después de la liberación de Auschwitz?” se pregunta Darwish en su introducción.1

En presencia de la ausencia (2006) repasa algunos episodios de su vida, empezando por su infancia, primero con el descubrimiento del idioma, después con el del terror producido por la guerra y finalmente, de la incertidumbre defendiendo la memoria con la poesía.

Con una prosa deslumbrante, que brilla de forma magnífica en la traducción de Luz Gómez García, os transcribo algún fragmento para que veáis que magnifica escritura posee.

 “Llévame, igual que las mariposas hacían contigo, delicado como ellas, hacia las escalas de la luz, cuando la aurora se colaba por las rendijas de la puerta de madera y colores voladores cuyos nombres desconocías llovían como ideas celestiales sobre los campos libres de milicias”.2

“Es tu destino la noche en este valle: has de descender más aprisa que una perdiz asustada. El aire está en calma, no se mueve ni una pluma, y en esta huida tuya tu guía más conspicuo es el cuervo que va con los que parten hacia el confín de la noche”. “¿Quién contará nuestra historia? La nuestra, la de los que escapamos a través de esta noche, expulsados del lugar y de un mito que no ha hallado ni a uno sólo de nosotros que testimonie que el crimen no se cometió”.3

“Guarda bien en tu memoria esta noche de dolor. Puede que un día tú seas el rapsoda, la rapsodia y el rapsodiado. No olvides este estrecho y sinuoso camino que te lleva y que tú llevas hacia la turbulencia de lo desconocido, y que ha de arrojaros, a ti y a los tuyos, en manos del equívoco”.4

“Con una o dos matanzas, el nombre del país, de nuestro país, pasó a ser otro. La realidad se convirtió en una idea y la historia se mudó en memoria. La mitología se impuso y el conquistador todo lo atribuyó a la voluntad del Señor, que había hecho una promesa y no la había roto. Sus cronistas escribieron: Hemos vuelto. Los nuestros: Han vuelto al desierto. Nos espetaron: ¿Por qué habéis nacido aquí? Nosotros les dijimos: ¿Por qué Adán nació en el paraíso?”.5

El diálogo con el carcelero: “Puestos a perder, tú pierdes más que yo: quien vive de privar a otro de la luz, se hunde en la oscuridad de su propia sombra. (…) Mía es la visión, tuyo el cadenón de las llaves, la torreta de vigilancia y el fusil que apunta a una sombra. Yo puedo dormir a pierna suelta, tú, por mi culpa, has de velar, no sea que en un abrir y cerrar de ojos el sueño te arrebate el arma. Soñar es mi oficio, el tuyo, entrometerte en la conversación, poco amistosa, entre mi libertad y yo”.6

“Vuelves a tu apartamento caminando y no a cuatro patas. Buscas sin éxito en la televisión un partido de fútbol o una película en blanco y negro. Esperas que te llame la mujer que se ha enfadado contigo porque entendéis el amor de manera distinta. Lees hasta medianoche. Después, apoyas la cabeza en la almohada y repasas el día: ¿He hecho mal a alguien? Y te duermes sobre dos líneas: Llévame a los atributos que desconozco del río… ¡llévame! Llévame a ti…”.7

“Un verano lejano, en la lejana azotea de una casa de barro, entre resuellos, tu padre os dijo: No puedo seguir dándoos estudios a los tres. He caído enfermo. Uno de vosotros ha de dejar la escuela y ayudarme. Mi espalda ya no puede cargar ella sola con la piedra. A cual más noble, los hermanos os peleasteis y gritasteis a la vez: ¡Yo! Las lágrimas de tu padre corrieron a la vista de todos, y os echasteis a llorar con él y por él. Pero de repente dijo: No. Ninguno… Aquella noche hubo luna nueva, y cada uno de vosotros abrazó con sumo cuidado su pequeño sueño y se durmió”.8

"Si tú, vida, nos hubieras dicho quién eres, y que allá hay una muerte más fiera que tú, te habríamos amado y santificado, y habríamos sobrellevado mejor el cansancio del viaje".9

NOTAS:

1.- Mahmud Darwish, En presencia de la ausencia, Pre-textos, Valencia, 2011, p. 13

2.- Ibídem, p. 35.

3.- Ibídem, pp. 49-50.

4.- Ibídem, p. 53.

5.- Ibídem, p. 62.

6.- Ibídem, pp. 75-76.

7.- Ibídem, p. 113.

8.- Ibídem, p. 177.

9.- Ibídem, p. 192.


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