(L24) Combate a doce asaltos (2008)

Ana Isabel Arambilet, Combate a doce asaltos (2008)

Cuando se pierde a un ser querido, en este caso a un padre, algo se nos remueve dentro y tratamos de hacerlo aflorar para que no nos corroa. Unos lo hacen con rabia, otros con tristeza, otros con dolor; los más afortunados, además de con todo lo anterior, también con poesía.

I

Porque las palabras se vaciaron de sentido
cuando vimos al niño muerto, destrozado
su cuerpo sobre las aristas
de un acantilado
barrido por el viento.

Y alguien en la sombra masculló que aquello
era obra del destino, de un destino que ladra como un perro,
que siente como un perro,
y juega a los dados con nosotros,
y bromea con nosotros
y se ríe de nosotros
porque somos más débiles, más etéreos.

Pero poco importan los gritos en la noche
los llantos en la noche,
si el destino que ladra como un perro,
que siente como un perro,
desgarra con mandíbulas de acero
el miedo escondido en los rincones.

Y nada importa
que corramos en la noche,
que busquemos en la noche,
y cerremos las manos y los ojos
y neguemos con palabras y con gestos
el vacío que se abre ante nosotros.

II

El padre ha muerto,
porque así lo ha decretado
el paso de un tiempo
excesivamente benévolo hasta entonces.

Del padre conservo
un libro de fotografías dedicado:
…”con el cariño de siempre”.

III

Reinventaste tu vida cuando ya era tarde.
Porque el itinerario estaba definido de antemano
y no tuviste suerte.
Ni una sola vez tuviste suerte.

Pero no pienses que nunca he sido idealista,
que nunca he deseado
redecorar mi vida yo también:
poner algo de luz en una esquina
o el aroma de mi hogar
en los zapatos que rezuman humedades,
porque la tarde es larga y de lluvias lentas.

Pero al final queda solo la uralita,
y no le van bien las macetas de geranios
o los manteles, si no son de hule.

Ana Isabel Arambilet (Fanny)