1r. Aniversario de la muerte de Carlos Castilla del Pino


Castilla, el hombre y su entorno

Amigos, compañeros, pacientes y alumnos recuerdan a Carlos Castilla del Pino un año después de su muerte en un acto que pone de manifiesto su poliédrica figura.

Alfredo Asensi / Córdoba | Actualizado 14.05.2010 –

Carlos Castilla del Pino dejó huella en muchas personas. Algunas de ellas se dieron cita ayer en el salón de actos de la Diputación para recordarlo a través de anécdotas, vivencias y evocaciones de distinta índole. El primer aniversario del fallecimiento del psiquiatra (15 de mayo de 2009) motivó este homenaje en el que los participantes anotaron las diversas facetas de un hombre que llegó a Córdoba el 12 de octubre de 1949 y se quedó para siempre.

Castilla del Pino fue psiquiatra, profesor, catedrático, escritor, académico, político, experto en diversos saberes, "maestro de psiquiatría y de vida", según Eudoxia Gay, directora de Docencia e Investigación de la fundación constituida para preservar los valores y el legado intelectual del autor de Casa del olivo. Gay revisó en su intervención la larga relación del profesor con Córdoba, "la ciudad que eligió para vivir, donde ejerció su magisterio y dejó lo mejor de sí". Una ciudad a la que llegó "con un bagaje intelectual insólito para su edad" y en la que "reconoció valores y actitudes" que favorecieron la relación con el nuevo entorno: la elegancia, la discreción, la vocación reflexiva, el poso cultural. Rasgos "compartidos" entre un hombre y una ciudad que quedaron "unidos para siempre".

El trabajo en el Dispensario de Higiene Mental puso en contacto al joven psiquiatra con las dolencias más profundas de una sociedad que aún sangraba por la herida descomunal de una guerra civil: "la miseria social y familiar, la opresión patriarcal, lo más crudo de la España de los vencidos". Años y experiencias que "cambiaron su visión de la psiquiatría clínica". Castilla evolucionó hacia "una concepción de la enfermedad más multicausal", hacia un concepto de psiquiatría social que se nutría de aportes filosóficos externos y que le llevaron a forjar un nuevo modelo teórico. Su estimulada conciencia social colaboró en el fortalecimiento de su conciencia política: se convirtió en un antifranquista furibundo, aspecto que, junto a su apuesta por una psiquiatría menos ortodoxa, su carácter insumiso y la envidia que provocaba en la comunidad científica oficial, le llevó al ostracismo académico. Sólo fue designado catedrático en el año 1983 y por vía extraordinaria.

Gay reparó en otros aspectos no menores: la relación de Castilla con los ambientes artísticos y culturales más progresistas de la ciudad, su afición a la arqueología y la arquitectura, su "frenética" actividad científica e intelectual a partir de 1976, el "enfoque ético" de su trabajo como psiquiatra, su entrada en la Real Academia Española ("uno de los reconocimientos que más disfrutó").
El resto de intervenciones consolidó el poliédrico perfil de un hombre a quien Gay otorgó el calificativo de "irrepetible". Especialmente ilustrativa fue la Gloria Romero, que fue su paciente desde 1987 hasta 2009 y que relató cómo Castilla curó sus depresiones, la ayudó a "conectar de nuevo con la realidad", la hizo "sentir persona" y, en suma, la trató "como a una hija".

Una ex alumna, María Auxiliadora Cabanés, trazó la silueta de un profesor exigente que "era capaz de hacer un diagnóstico neurológico sólo con ver andar al paciente, por su tono de voz o por un gesto"; un hombre "sabio" en la estela de Ramón y Cajal o Gregorio Marañón.

El abogado Filomeno Aparicio esbozó su perfil político: Castilla fue "un antifranquista rabioso", militante comunista "por coherencia" y por la necesidad de articular "una respuesta moral a la indignidad de la dictadura". Una militancia intelectualmente combativa que no solapaba la evidencia de su escasa vocación política. "Tengo de político lo mismo que de alpinista", decía.

El arquitecto Juan Cuenca habló de la casa que compartió el intelectual con Celia Fernández, su esposa. Y, por supuesto, manifestó el amor por la vida de este compañero de paseos, cuya pérdida consideró "absurda". Su discípulo y psiquiatra José María Valls se centró en lecciones magistrales y en mensajes claves para colegas de profesión, ya que don Castilla vio la necesidad de que fueran, sobre todo, "buenos profesionales". María del Mar Ruiz provocó las risas del público al recordar un consejo que recibió de su tío para cuando tuviera que hablar en público: tomarse una coca-cola y una aspirina. Y como no podía ser de otra forma Pablo García Baena abrazó a su amigo con un poema.

El profesor Enrique Aguilar Benítez de Lugo afirmó que la Universidad de Córdoba tiene una deuda con el psiquiatra, cuya estatura intelectual y humana fue subrayada también por Pablo García Baena, Juan Cuenca, María del Mar Ruiz Castilla y José María Valls.

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