(L113) La Regenta (1884) – 1.- ¿Novela naturalista?
Leopoldo Alas
“Clarín”, La Regenta (1884) – 1.- ¿Novela
naturalista?
Os quiero
comentar la que es, a mi modo de ver, la mejor novela española del siglo XIX. Se trata de La Regenta (1884) de Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901). Para ello la dividiremos en cuatro
apartados dada la cantidad de cosas que se pueden decir sobre ella. Me he basado, aparte
de mis modestas aportaciones, en la excelente introducción que hace Juan Oleza Simó (Palma, 1946) para la edición de Cátedra.
La primera
pregunta que nos hacemos y que tal vez solo podamos contestar en parte es si La Regenta es una novela naturalista. Los
conservadores de la época (Pedro Antonio de Alarcón) identifican al naturalismo
con la etiqueta de maloliente; lo identifican con obscenidad y grosería. Su
crítica está en la técnica y temática descriptivas (fealdad) y en la supuesta
inmoralidad argumentos.
¿Qué es lo que cambia del realismo al naturalismo? La novela se
caracteriza por ser la historia de una búsqueda de valores auténticos de modo
degradado, en una sociedad degradada, degradación que se manifiesta por la
meditación con que la realidad interviene interponiéndose entre el deseo del
individuo y el logro de sus objetivos y desviando o deformando su búsqueda de
los valores auténticos. Hay tres elementos: un héroe (problemático) orientado
hacia valores auténticos, pero condicionado por la realidad degradada en que
vive; su búsqueda de los valores que es degradada por la mediatización de la
realidad, y por último la realidad misma de su degradación. La búsqueda del
héroe desencadena un conflicto con la realidad, que opone toda su resistencia
al logro de los objetivos de ese héroe problemático y que acaba derrotándolo.
El realismo como
método novelesco produce la fe que todo lo real es calculable y está determinado
por la ley de la causalidad. En los escritores realistas se encuentra la
confianza en la perfectividad del sistema, de ahí que denuncien y condenen toda
solución que implique una ruptura con la sociedad. Por ejemplo: Balzac en Chef d’ouvre
inconnu (1831), Stendhal con su Le
rouge et le noir (1830). Tolstoi en Ana
Karenina (1875), Dostoyevski en Crimen
y castigo (1866)… todos ellos coinciden en afirmar que más allá de las
normas sociales, transgredidas éstas, no existe más que la anarquía, el crimen,
la locura o la autodestrucción.
La
identificación burguesía-realismo se quiebra y el realismo, convertido ahora en
naturalismo, aún continuando dentro de la esfera de una filosofía burguesa, se
ha transformado en una manifestación discrepante. La primera fase de este
proceso se opera con Madame Bovary (1857),
que pone en evidencia la imposibilidad del pacto. La realidad destruye siempre
al individuo que no se adapta a sus reglas del juego. El naturalismo tal y como
se plasma en las novelas de Zola, supone la segunda fase del proceso: ya no hay
individuos problemáticos, hay, tan sólo, individuos miembros de una especie,
determinados por ella, y a los que todo lo que les ocurre no es en virtud de su
problematica interior, de sus anhelos de valores auténticos, sino que es
producto de las determinaciones que sobre ellos ejercen fuerzas
extrapersonales: la herencia o el medio. El individuo y la realidad ya no son
conjuntos equivalentes, el individuo ha perdido su capacidad de transformar la
realidad: ésta avanza, se extingue o se modifica por sí misma. Quien se adapta
a las exigencias de su movimiento sobrevive y se modifica con ella, quien no lo
consigue es destruido.
El naturalismo
es la primera gran puesta en cuestión de la posibilidad de un pacto entre
libertad individual y disciplina colectiva, entre deseo personal y realidad
social. Es ésta última quien impone siempre sus condiciones. Los movimientos
que sucederán al naturalismo, desde el impresionismo al surrealismo,
profundizarán la expresión de esta crisis. Es preciso no perder de vista que la
cuestión eterna de si (en el arte) debe imitarse la realidad tal como es, o se
deben tomar de ella los rasgos esenciales para reducirlos a los tipos de
belleza que corresponden a cada género. En el siglo realista el arte se ve
abocado a reproducir la realidad en la obra bella. Leopoldo Alas Clarín se opuso ferozmente a la ambición de Zola
y los naturalistas franceses de titular a la novela “estudio” o de relacionarla
más con la sociología o la fisiología que con la literatura. El naturalismo
español no es más que una fase de nuestro realismo que se manifiesta como una
historia coherente de progresiva intensificación.
Se encuentran
demasiadas cosas no naturalistas en La
Regenta, como el profundo sentimiento religioso de la vida y la
interrogación sobre la relación entre Dios y el mundo; una preocupación
filosófica por el sentido de la existencia y la razón del dolor; una dimensión
de interioridad anímica; un contraste todavía cervantino entre poesía y prosa,
engaño y desengaño; y un significado moral hondamente cristiano.
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