(L191) Expiación (2001)


Ian McEwan, Expiación (2001)

Segunda novela que comentamos del escritor inglés Ian McEwan (Aldershot, 1948). Antes de leerla ya había visto la película homónima dirigida por Joe Wright; está muy bien construida y respeta casi en su totalidad la estructura de la novela.1

Argumento: La joven Briony Tallis tiene inquietudes literarias y compone la obra de teatro Las tribulaciones de Arabella para ser representada en honor de la llegada de su hermano León. Los actores serán sus primos, los Quincey (los gemelos y la adolescente Lola), quienes pasaran el verano en casa de los Tallis debido al divorcio de sus padres. Su otra hermana Cecilia Tallis ha vuelto de estudiar en una universidad (Girton, que no da títulos a las mujeres). Robbie Turner es hijo de la mujer de la limpieza, ha tenido excelentes notas en Cambridge gracias a la ayuda del señor Tallis. Su posición social hace que quiera distanciarse de Cecilia aunque ambos sienten una atracción. En la fuente forcejean y rompen un jarrón, Cecilia se sumerge para recuperarlo, la escena es vista desde una ventana por la pequeña Briony y su imaginación echa a volar, no sabe que ocurre, pero cree que hay un misterio. Para la fiesta en honor de León, éste invita a Robbie, también viene el industrial Marshall. Robbie entrega una nota a Briony para que se la entregue a Cecilia pidiéndole excusas por su comportamiento en la fuente. Por un error envía una nota de carácter más personal, la imaginativa y chismosa Briony la lee antes de entregarla a su hermana, lo que desencadenara un drama…

Comentario: Uno de los aciertos narrativos de la novela es que los personajes aparecen en situaciones temporales simultáneas y nos explican un hecho, por ejemplo la rotura del jarrón en la fuente y el baño de Cecilia para recuperarlo desde el punto de vista de Briony2, de Robbie y de la propia Cecilia. Otro ejemplo es el de Emily Tallis y su jaqueca; las reflexiones cuando piensa en sus hijos.3

Otro acierto es el tratamiento que hace de la culpa: “¿Qué era la culpa en aquellos tiempos? Una baratija. Todo el mundo era culpable y nadie lo era. Nadie sería rehabilitado por un testimonio cambiado, porque no había suficientes personas, suficiente papel y plumas, paciencia y paz suficiente para tomar la declaración de todos los testigos y recopilar los hechos. Los testigos eran también culpables. Hemos presenciado todo el día los crímenes de los demás. ¿No has matado a nadie hoy? Pero ¿a cuántos has dejado morir? En este sótano guardaremos silencio a este respecto”.4 Por acción o por omisión todos somos culpables.

La novela tiene algunas bellas metáforas literarias como las que os voy a citar a continuación: “Las suelas duras de sus zapatos resonaban fuertemente en el camino engravado, como un reloj de pared gigantesco, y esto le hizo pensar en el tiempo, en el gran tesoro que encerraba, el lujo de una fortuna aún no gastada. Nunca se había sentido tan lúcidamente joven, ni había experimentado semejante apetito, tanta impaciencia de que la historia empezara”.5

“Sabía que se apiadaba de sí misma al contemplar con aquella dulce exaltación lo que consideraba su propia ruina: Briony iría seguramente a Girton, la facultad de Cecilia, y en Emily se agravaría la rigidez de los miembros, y su persona se volvería más insignificante cada día; la edad y el cansancio le devolverían a Jack, y no se dirían nada ni sería menester decirlo. Y allí estaba el espectro de su infancia, difuminado por todo el salón, para recordarle el arco limitado de la existencia. Qué pronto terminaba el plazo. Ni compacto ni vacío, sino precipitado. Implacable”.6

A veces la lectura puede volvernos soberbios: “¿Cómo había podido aquella actividad, leer las novelas que otros consideraban un ocio, inducirla a creerse superior a los demás? Hasta un químico servía para algo”.7

“Rememoró otra vez su único encuentro con ella. Seis días después de salir de la cárcel, un día antes de presentarse cerca de Aldershot8 para el servicio. Cuando concertaron una cita en el salón de té Joe Lyons, en el Strand, en 1939, llevaban sin verse tres años y medio. Llegó temprano al local y se sentó  en un rincón que dominaba la puerta. La libertad era aún algo nuevo. El ritmo y el trasiego, los colores de abrigos, chaquetas y faldas, las ruidosas y animadas conversaciones de los compradores del West End, el trato amistoso de la chica que le atendió, la espaciosa ausencia de amenaza: se recostó y disfrutó de la envolvente vida cotidiana. Sólo él podía apreciar su belleza”.9

“Todos los secretos del cuerpo quedaban al descubierto: huesos que asomaban entre la carne, vislumbres sacrílegos de un intestino o un nervio óptico. De esta nueva perspectiva íntima extrajo una enseñanza simple, una cosa obvia que siempre había sabido y que todos sabían: que una persona es, entre todo lo demás, una cosa material, que se rompe fácilmente pero que no es fácil recomponer.10

El crítico literario le hace a Briony la siguiente reflexión sobre su novela: “Puede que sus lectores más refinados campen a sus anchas por entre las teorías más recientes de Bergson sobre la consciencia, pero estoy seguro de que conservan un deseo infantil de que les cuenten una historia, de que les mantengan en suspenso y de saber lo que ocurre”.11

Otras obras que os recomendamos del mismo autor son: Ámsterdam (1998); Chesil Beach (2007) y Solar (2010).




CLUB DE LECTURA (23/09/2011)

- Briony junta a Celia y a Robbie en la ficción ya que no han podido estarlo en la vida real por su desafortunada intervención.

- Las sospechas siempre recaen en la gente de posición humilde (Robbie) o en el hijo del jardinero (Dany Hartman), nunca en personajes poderosos como Marshall.

- Las expectativas que tenía Briony se hunden: no se representa su obra de teatro, Robbie no está enamorado de ella sino de su hermana Cecilia, hasta sus calcetines favoritos se los han dado a los gemelos.

- La novela está dividida en tres partes muy diferentes, la primera podría considerarse como una obra de teatro. Podría ser perfectamente representada.

- La equivocación de la carta no deja de ser un “acto fallido” freudiano; era lo que realmente Robbie quería decirle a Cecilia pero que las normas sociales no lo permitían.

- En la primera parte hay una tensión en los personajes que llevará al desenlace final que el autor sabe desmenuzar con suma maestría. Transcurre en solamente veinticuatro horas, el narrador ha de ser muy hábil para poder condensar todo lo que explica en tan poco tiempo. Los personajes están muy bien definidos.

- Marshall es un amoral, además de violador, quiere que estallé la guerra para vender sus chocolatinas a los soldados.

- El jarrón que se rompe es el símbolo de la pasión que tienen los protagonistas.

- La fuerza de las imágenes: una pierna de un niño colgada en un árbol; el campesino que continúa labrando la tierra mientras van pasando los soldados. Tanto en la paz como en la guerra las personas mantienen sus características morales y humanas. Robbie sigue siendo una buena persona.

NOTAS:


2. Ian McEwan, Expiación, Anagrama, Barcelona, 2008, p. 53

3. Ibídem, pp. 84-86

4. Ibídem, p. 307

5. Ibídem, p. 114

6. Ibídem, pp. 180-181

7. Ibídem, p. 182 (Esta frase nos viene al dedo a los lectores listillos)

8. Aldershot es la localidad donde nació Ian McEwan.

9. Ian McEwan, Expiación, Anagrama, Barcelona, 2008, p. 240

10. Ibídem, p. 356

11. Ibídem, p. 367


Comentarios

Entradas populares de este blog

(L56) Las afinidades electivas (1809)

(L111) El mundo de ayer. Memorias de un europeo (1942)

(L455) El rostro oculto de la mente (1967)