(L192) Comeclavos (1938)
Albert Cohen, Comeclavos (1938)
Albert
Cohen (1895-1991)
escribió Comeclavos (1938) a modo de
homenaje a los judíos que habitaban las islas griegas, sobre todo Corfú i
Cefalonia. Es una novela excesiva, Rabelaisiana1, pantagruélica,
escrita en forma de sátira, extravagante y con una buena dosis de humor
escatológico.
Durante la
década de los treinta se hizo muy concreta la amenaza de genocidio sobre los
judíos europeos. Cohen, viudo y deprimido, se puso a escribir de nuevo. Su plan
consistía en rememorar, de forma amena, los personajes y las tradiciones de la
población judía que había conocido de niño en Corfú. Era una forma de
despedirse de un mundo condenado a desaparecer. Pero es difícil contenerse
cuando el ánimo está angustiado, y a Cohen se le fue la mano. Sus personajes se
convirtieron en caricaturas y no logró un tono ameno: volcó sobre las páginas
un humor brutal, feroz, descacharrante.
“A sus
actividades de degollador sinagogal de gallinas, de consejo jurídico, de falso
testigo de accidentes, de falso acreedor de comerciantes en quiebras y de
pisaúvas –en la época de la vendimia sus enormes pies hacían maravillas y eran
en extremos apreciados por los viticultores–, añadía Comeclavos el lucrativo
oficio de no calumniador de notables. (…) Acudió a visitar, pues, a tan
opulentos personajes y dirigió a cada uno de ellos, con leves variantes pero
idéntico tono exquisito, el discurso habitual: “¡Oh gentil considerable, oh
palma abierta, oh sultán rezumador de larguezas, amado de mi cándido corazón,
abóname el canon de no calumnia, ello es un dracma por esta semana, que yo me
comprometo a no hablar mal de ti ni de tu honorable familia durante siete días.
Mediando tan módica suma, no diré – ¡líbreme Dios! – que tu honorable esposa
fue una sin virtud, que tu deliciosa hija es una nauseabunda en lo tocante a la
boca y corre peligro en consecuencia de morir virgen, que tu primo es harto
probable que haya quebrado en Trieste y que no se sabe por qué tu abuelo no
está en la cárcel”. Cobrado el estipendio, bendecía al donante y se creía
obligado a charlar un rato de política por salvar las apariencias y conferirle
un tono amable a su visita. Tras beberse a sorbitos la minúscula taza de café,
se despedía majestuosamente y se iba a visitar a otro abonado.”2
Los lectores encontrarán
aquí una manifestación, renovada y un tanto exótica, de la picaresca más
verbosa, la de Mateo Alemán y Quevedo, por caso. Comeclavos alimenta sus insaciables ansias de grandeza construyendo
con palabras los escenarios de su entronización como rector de la Universidad
Superior y Filosófica de Cefalonia, cuyo paraninfo radica en la cocina de su
casa, como embajador, lord, vizconde o, incluso, cardenal de la Iglesia romana.
La primera ostentación de esta locuacidad ennoblecedora se da en la propia
tarjeta de visita que Comeclavos relee al principio de Los Esforzados y que ocupa,
con su correspondiente posdata, las páginas 12 y 13. Pero la expresión más
granada de esta actitud suya está en los escritos que envía al Presidente de la
República francesa reclamando para sí la Legión de Honor y, sobre todo, la
regocijante misiva a la Reina de Inglaterra de la que espera ser recibido en
Buckingham para intimar, así como apoyo para la creación del Estado de Israel
en el que confía ser ministro en su calidad de “descendiente de los altivos
israelitas de España, espada al cinto, rosa en la boca y finos modales”.3
Cohen tuvo un gran
éxito con su novela Bella del Señor
(1968) que espero leer próximamente.
NOTAS:
1. Gargantúa y Pantagruel son un conjunto
de cinco novelas escritas en el siglo XVI por François Rabelais, en francés. Es
la historia de dos gigantes, un padre (Gargantúa) y su hijo (Pantagruel) y sus
aventuras, escritas de forma satírica, entretenida y extravagante. Hay gran
crudeza, y mucho humor escatológico, además de una buena dosis de violencia.
Largas listas de insultos vulgares llenan varios capítulos.
2. Albert Cohen,
Comeclavos, Anagrama, Barcelona,
1999, pp. 38-39.
3. Ibídem, p. 242.
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