(L219) Pido la paz y la palabra (1975)
Blas de Otero, Pido la paz y la palabra (1975)
Aunque este
excelente libro de poesía de Blas
de Otero (1916-1979) se fraguó en París en los años cincuenta y en sus
recorridos por la Castilla trabajadora desde su nueva fe adquirida en el género
humano: el verso se había convertido en una herramienta para tratar de cambiar
el mundo. No fue hasta 1975 cuando se conoció completo en España Pido la paz y la palabra. Muchos de
nosotros llegamos a sus poemas a través de las las letras a las que puso música
Paco Ibáñez.
Los temas más
recurrentes en el libro son la muerte:
“huyendo sin saber adónde: adonde el aire no apestase a muerto” (p. 9); “Nací
para narrar con estos labios que barrerá la muerte un día” (p. 39). La sangre: “olas de sangre contra el
pecho” (p. 9); “Me cercenaría las manos. Y mi sangre seguiría hablando” (p.
15); “Tres años: y cien caños de sangre, abel, sin nombre…” (p. 19); “Estoy
llamando al día con las manos mojadas, a las puertas del mundo, mientras crece
la sangre”. (p. 51). El hambre de la
potsguerra: “Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.” (p. 19);
“Ciudad llena de iglesias y casas públicas, donde el hombre es harto y el
hambre se reparte a manos llenas.” (p.25); “Días de hambre, escándalos de
hambre, misteriosas sandalias a las sombras del romero y el laurel asesino.”
(p.54). Su antifranquismo: “Huyo del
hombre que vendió su hombría y sueña con un dios que arrime el hombro a la muerte”.
(p. 33)
Sin embargo
después de todo lo expuesto la fuerza y el mensaje que transmite el libro es de
esperanza: “Ímpetus nuevos nacerán,
más altos” (p. 40); “Hay. Siempre. Hay caminos”. (p. 41); “¡ah, no podrán, jamás
podrán vencerme, porque mi mano se me va y se agarra a otra mano de hombre y a
otra mano que me encadena, madre inmensa, a ti!” (p. 43); “Hombres, levad los
hombros sonoramente, bajo el sol que nace.” (p. 47); “Aunque el camino es
empinado, a mí qué me importa: el pie del pueblo avanza, avanza hacia la luz”
(p. 49); “Un tiempo espléndido avanza, avanza aceleradamente” (p. 49); “Yo
ofrezco mi vida a los dioses que habitan el país de la esperanza” (p. 55);
“Creo en el hombre. He visto espaldas astilladas a trallazos, almas cegadas
avanzando a brincos. Y he creído. ” (p. 75).
EN EL PRINCIPIO
Si he perdido la
vida, el tiempo, todo
lo que tiré,
como un anillo al agua,
si he perdido la
voz en la maleza,
me queda la
palabra.
Si he sufrido la
sed, el hambre, todo
lo que era mío y
resultó ser nada,
si he segado las
sombras en silencio,
me queda la
palabra.
Si abrí los
labios para ver el rostro
puro y terrible
de mi patria,
si abrí los
labios hasta desgarrármelos,
me queda la
palabra.
ACEÑAS
Me pongo la
palabra en plena boca
y digo:
Compañeros. Es hermoso
oír las sílabas
que os nombran,
hoy que estoy (dilo
en voz muy baja) solo.
… Es hermoso oír la ronda
de las letras,
en torno
a la palabra
abrazadora: C-o-m-p-a-
ñ-e-r-o-s. Es
como un sol sonoro.
El Duero. Las
aceñas de Zamora.
El cielo
luminosamente rojo.
Compañeros.
Escribo de memoria
lo que tuve
delante de los ojos.
LEÓN DE NOCHE
Vuelve la cara
Ludwig Van Beethoven,
dime qué ve, qué
viento entra en tus ojos,
Ludwig: qué
sombras van o vienen, van
Beethoven; qué
viento vano, incógnito,
barra la nada...
Dime
qué escuchas,
qué chascado mar
roe la ruina de
tu oído sordo;
vuelve, vuelve
la cara, Ludwig, gira
la máscara de
polvo,
dime qué luces
ungen tu sueño
de cenizas húmedas;
vuelve la cara,
capitán del fondo
de la muerte: tú
Ludwig Van Beethoven,
león de noche,
capitel sonoro!
1
Me llamarán, nos
llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo,
nos turnaremos,
en tornos de
cristal, ante la muerte.
Y te expondrán,
nos expondremos todos
a ser trizados
¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis.
Vendrán
por ti, por ti, por
mí, por todos.
Y también
por ti.
(Aquí
no se salva ni
dios. Lo asesinaron.)
Escrito está. Tu
nombre está ya listo,
temblando en un
papel. Aquél que dice:
abel, abel, abel…o yo, tú, él…
Hola, Tomás: aquí has tocado uno de mis puntos débiles: ¡me encanta este poeta! Y si ahora levantase la cabeza, no sé si podría decir: "me queda la palabra" o nos diría que se ha quedado mudo al vernos a todos nosotros mudos, sin palabras; paralizados ante lo que se vomita ante nuestros ojos. Como no nos pongamos en movimiento no cambiaremos nuestro entorno y esto será irreversible.
ResponderEliminarY sí, estamos " aborregados".
Un abrazo,
Adelaida