(L257) La tierra vasca – 4.- La leyenda de Jaun de Alzate (1922)
Con este artículo acabo
el comentario de la tetralogía bautizada como La tierra vasca de Pío
Baroja (1872-1956) y que consta de cuatro novelas (La casa de Aizgorri, El
mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventuro y La leyenda de Jaun de Alzate) de muy desigual valor literario. Se
supone que el nexo de unión de todas es la tierra vasca del autor, con sus
peculiaridades, costumbres, idiosincrasias, idioma, gentes, paisajes, ciudades,
fronteras y formas de entender ese mundo cuasi mítico de una sociedad rural
vasca en plena transformación.
La leyenda de Juan de Alzate (1922)
Argumento: En casa
de Jaun hay una fiesta donde los jóvenes bailan. La casa se encuentra en el
barrio de Alzate en Vera de Bidasoa. Jaun por encargo de su mujer se dirige a
Easo para llevar unos recados a Ederra la hija de ambos. Jaun tiene malos
presentimientos. El cristianismo avanza por la comarca. Ellos tienen como
dioses antiguos a Urtzi y Leheren. Cuando junto a sus criados llegan a casa de
la hija ésta le dice a su padre que se ha hecho cristiana abandonando a los
antiguos dioses vascos. Jaun pretende casarla y busca pretendientes: Zacarías,
el judío de Tudela; Solimán, el turco; Haroldo, el vikingo; Manish, el
labortano1 y Anselmo el castellano son los pretendientes.
Dos diablos que
habitan en la cueva de Zugarramurdi van a vigilar a Jaun para que no se
convierta en cristiano. La sociedad de los chapelaundis2 del Bidasoa
organiza una cena e invita a Jaun y a sus criados. En la cena encuentra a dos
personajes, Macrosophos el maestro y Sabihondus el licenciado, son dos
pedagogos. Comen, hablan y beben, después cantan por las calles. Jaun está
chisposo, de vuelta a casa de su hija se encuentra con la joven Pamposha quien
lo seduce. Todo el tropel vuelve a Alzate siendo atacado por un grupo de
bandoleros a los que Jaun rechaza valientemente.
Las primeras dos
novelas son las más modernistas de concepción y las más sociológicas, mientras
que Zalacaín el aventurero (1909) y La leyenda de Jaun de Alzate (1922)
tienen mucho de fantasías heroicas, risueñas y personales de su peculiar
concepción de lo vasco.3
La reflexión sobre
lo vasco y una revisión de sus más íntimas convicciones –el nihilismo, el
agnosticismo, el escepticismo ante las morales establecidas– se plasmó en una
de sus obras más logradas. (…) la escenificación de elementos novelescos
obedeció a la intención de acoger mejor una multitud de elementos visuales
–símbolos o fantásticos a menudo–, diálogos y expansiones líricas y de conceder
un estatuto más espectacular al conjunto.4
La Leyenda se
ambienta en la Alta Edad Media, en los siglos VII o VIII, cuando concluía la
expansión del cristianismo en tierras vascas. (…) el ya envejecido señor de
Alzate sólo quiere perseverar en el paganismo y en sus modos de vida, que ya
declinan. Urtzi Thor, el dios de los vascos5, se despide melancólicamente
de sus fieles en los intermedios de la Leyenda de Jaun de Alzate.
Y
consecuentemente, se rechaza cualquier religión. El señor de Alzate es fiel a
Lucrecio, como le recuerda al padre Prudencio:
–Hablar de la
Trinidad y de la Gracia, del Pneuma, del Demiurgo, de planos astrales y de la
piedra filosofal, de las hipóstasis y las metempsicosis… es fantasear sobre el
vacío. No hay más que la Naturaleza.6
Antes yo creía que
había buenos y malos espíritus y que el hombre podía estar en relación con
ellos. Hoy no lo creo: creo que no hay más que la Naturaleza. (…) Para mí no
hay dualismo en el mundo. Verdad o mentira, ilusión o realidad infinitamente
variable o completamente uno, todo es lo mismo. (…) Yo lo que no entiendo, no
entiendo. Para mi nadie sabe, ni sabrá, por qué venimos al mundo, ni para qué,
si es que tenemos algún objeto al llegar aquí, que yo lo dudo.7
En la tercera
parte, en la verdadera Noche de Walpurgis de esta fantasía fáustica, toman la
palabra los elementos fundamentales del paisaje, “los moradores del Bidasoa”. Y
hablan la damajuana, la barrica, el coro de espíritus invisibles, el Bidasoa
mismo, la niebla, las hojas secas, un gusano de luz, el sapo, las lamias y el
Basojaun, las sirenas y las brujas, un agote, un gitano, los ferrones y el
contrabandista, la gaviota y los marineros de Fuenterrabía, un buhonero y su
perro, los pelotaris y los versolaris, un pescador de caña y el mar… Y luego,
en la cuarta parte, el desfile se prolonga para que intervengan las voces del
monte Larrún, la paloma, el ruiseñor y el búho, el pastor y un macho cabrío,
para acabar con la última queja de Urtzi Thor.
A modo de
información y recopilación final sobre el autor os diré que Baroja publicó en total
más de cien libros. Usando elementos de la tradición de la novela picaresca,
Baroja eligió como protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas están
llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez
de sus diálogos y las descripciones impresionistas. Maestro del retrato
realista, en especial cuando se centra en su País Vasco natal, tiene un estilo
abrupto, vívido e impersonal, aunque se ha señalado que la aparente limitación
de registros es una consecuencia de su deseo de exactitud y sobriedad. Ha
influido mucho en los escritores españoles posteriores a él, como Camilo José
Cela o Juan Benet, y en muchos extranjeros entre los que destaca Ernest
Hemingway.
Leer a Pío Baroja
supone un ejercicio de inmersión en su ideología. La creencia del hombre como
ser implícitamente arraigado en su destino libre que lucha contra un entorno
fuertemente convencional, impuesto. Su derrota final y conversión es ejemplo de
un pesimismo que trasciende y convierte al lector en cómplice último de sus
convicciones.
NOTAS:
1. Es el dialecto
del euskera hablando en los territorios vascofranceses de Labort y Baja Navarra
y en el norte de la provincia de Navarra.
2. Son los que
llevan las boinas grandes.
3. José
Carlos-Mainer, Pío Baroja, Editorial
Taurus, Madrid, 2012, p. 129.
4. Ibídem, p. 243.
5. Agustín Chaho también
inventó la leyenda de Aitor que posteriormente pasó al dominio popular a través
de la novela histórica de Navarro Villoslada, Amaya o los vascos en el siglo VIII.
6. Pío Baroja, La leyenda de Jaun de Alzate,
Espasa-Calpe, Madrid, 1977, p. 132.
7. Ibídem, pp. 99-100.
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