(L258) El caso Moro (1978)


Leonardo Sciascia, El caso Moro (1978)

Leonardo Sciascia (1921-1989), a quien podríamos calificar como la conciencia moral de Italia en su época, escribió este brillante ensayo titulado El caso Moro (1978) donde nos explica y argumenta, con pasión, como los partidos políticos italianos y la Santa Sede dejaron morir a Aldo Moro negándose a negociar con los terroristas aduciendo razones de Estado. El libro se amplió el año 1982 con el informe de la comisión parlamentaria de investigación que presentó el diputado Leonardo Sciascia.

El argumento es conocido por muchos de nosotros: Durante el cautiverio de Aldo Moro sus captores, las Brigadas Rojas, que lo tenían encerrado en lo que ellos llamaban “una cárcel del pueblo” le permitieron escribir una serie de cartas. El Estado representado entonces por el ministro del interior Francesco Cossiga, pretende que las cartas sean secretas, pero llegaron a la prensa, seguramente filtradas por las propias Brigadas Rojas. El partido democristiano desoyó las órdenes de su impedido presidente de convocar con carácter de urgencia al Consejo Nacional del partido para estudiar la manera de librar a su presidente del cautiverio.

Como dice Sciascia acertadamente en el libro:

La verdad histórica no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió.1
La primera carta es del 29 de marzo y la dirige al Ministro del Interior sugiriéndole la posibilidad de negociar un canje y le pone ejemplos de casos donde se ha hecho anteriormente. Parece que en esta carta puede dar pistas sobre su paradero, además abriendo una negociación gana tiempo para que lo encuentren.

Querido Francesco, en estas circunstancias te escribo a fin que tú y los demás amigos, reflexionéis oportunamente sobre lo que hacer para evitar daños mayores. (…) El sacrificio de los inocentes en nombre de un abstracto principio de legalidad, cuando la necesidad obligaría a salvarlos es inadmisible. Todos los Estados del mundo han actuado de modo positivo, salvo Israel y Alemania, (…) Convendría que, de acuerdo con el primer ministro, mantuviera contactos secretos con algunos líderes políticos y convenciera a los posibles reacios. Mostrarse hostil sería un error y un sinsentido.2
La prensa, uno se pregunta ¿por mediación de quién? atribuye a Eleonora Moro la frase: “mi marido no será nunca objeto de canje” frase que ella desmiente rotundamente.

La segunda carta la dirige Moro a Benigno Zaccagnini, secretario de la Democracia Cristiana. Varios dirigentes del partido dan un comunicado a la prensa diciendo que la carta revela una vez más las condiciones de total coerción de Moro. Sin embargo nada más lejos de la realidad, Moro invoca al estado de necesidad, salvar una vida frente a mantenerse fiel a unos principios abstractos, e invoca a los principios cristianos del partido.

Soy un prisionero político al que vuestra repentina decisión de negaros a hablar sobre otras personas también detenidas pone en una situación insostenible. El tiempo pasa y por desgracia no hay mucho. (…) y me pregunto si no será posible dar la única solución positiva y realista a mi caso: la de liberar prisioneros por ambas partes, sin prestar tanta atención al contexto político del fenómeno. Mostrarse firmes puede parecer más apropiado, pero alguna concesión no sólo es justa, sin también políticamente útil.3
En la tercera carta. Guido confirma que Moro ya era, antes de ser secuestrado, partidario de la negociación, Taviani lo niega. En esta carta Moro dolido con Taviani pone al descubierto el arribismo del político. Sus compañeros de la DC dicen que éste no es el Moro que conocieron y lo abandonan a su suerte.

El falso comunicado del 18 de abril donde se anuncia la ejecución de Moro. El comunicado verdadero de las Brigadas Rojas condena a muerte a Moro y dice que su libertad solo será posible a cambio de 13 prisioneros comunistas.

En la cuarta carta escrita a Zaccagnini implora a sus amigos de la DC que no lo dejen morir, que su muerte recaerá sobre ellos y sobre el partido. El documento que reparte la DC diciendo que Moro no es el que conocieron le parece a Sciascia y a mí mismo aberrante.

La carta de Moro del 29 de abril es contundente sobre el escrito de la DC, además se declara lúcido y en pleno uso de sus facultades mentales. Toma conciencia que su partido lo va a dejar morir y no quiere que nadie asista a su entierro.

Nunca Aldo Moro brilló más como humanista, persona tolerante y defensor de la negociación ante la barbarie que durante su cautiverio. Sus cartas están llenas de verdad y pasión, y es que frente a la muerte, como él sabía que se encontraba, no existe la mentira. El torrente de sinceridad y capacidad de informarnos entre líneas de sus padecimientos y deseos es memorable.

Es necesario hacer hincapié en que el libro fue escrito en el mismo año 1978, en un momento convulso en la política italiana y sobre todo para los militantes y simpatizantes de izquierdas. El análisis por lo tanto de Sciascia está sujeto a ese contexto y a la cercanía en el tiempo con el caso. Serán algunos años más tarde cuando vean la luz los documentos que certifican la existencia de la operación Gladio, basada en atentar y debilitar las posiciones marxistas en toda Europa y que inevitablemente hay que relacionarlo con el asesinato del político italiano. El propio Moro en sus cartas deja una pregunta en el aire:

Pero cuando se eligió por última vez al presidente de la República, él y otros colegas del partido, por miedo a que los votos comunistas pudieran contaminarme, se empeñaron en una especie de lucha contra mi persona, lucha fastidiosa por lo que tenía de persona y que casi hacía sospechar injerencias norteamericanas, (…) ¿Tendrán algo que ver los americanos o los alemanes con la hostilidad que me demuestra?4
NOTAS:

1. Leonardo Sciascia, El caso Moro, Tusquets, Barcelona, 2010, p. 26.

2. Ibídem, pp. 40-42.

3. Ibídem, p. 58.

4. Ibídem, pp. 69-70.

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