(L269) Las amistades peligrosas (1782)
Choderlos de
Laclos, Las amistades peligrosas (1782)
La esplendida
novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos (1741-1803) ha tenido nueva
vigencia y revaloración desde hace unos años gracias a dos adaptaciones cinematográficas
casi simultáneas. Se trata de Las
amistades peligrosas (1988) de Sthepen Frears y Valmont (1989) de Milos Forman. Laclos fue un militar, fracasado en
sus aspiraciones de ascenso, que dedico su tiempo a escribir esta deliciosa
historia.
La titula Las amistades peligrosas (1782) o Cartas recopiladas y publicadas para la
instrucción de otras sociedades. La novela, que le supuso un reconocimiento
inmediato, tiene forma epistolar, con la seducción y sus consecuencias como
trama de la historia. Nos muestra un minucioso análisis psicológico, está
escrita en un estilo ágil y variado que revela la personalidad de cada uno de
los protagonistas a través de su correspondencia. Esta característica, unida a
la verosimilitud de la acción, la convierten en una obra maestra del género.
Los principales
personajes de esta novela son: Cecilia
Volanges, una joven de dieciséis años que acaba de salir del convento de
las Ursulinas. Ella cree que su madre quiere casarla. Se cartea con una
compañera del convento llamada Sofía Carnay. Estudia canto con el caballero
Danceney quien le presta mucha atención. El caballero le escribe una carta a
Cecilia donde le declara su amor, ella le contesta ofreciéndoles su amistad.
Después consulta a la Marquesa de
Merteuil a la que considera su amiga qué debe hacer. La marquesa se ha
enterado que quieren casar a Cecilia con el conde de Gercourt su antiguo amante
de quien quiere vengarse. Para este efecto pretende usar las habilidades de
conquistador del Vizconde de Valmond.
Éste contesta a la marquesa que seducir a una joven de quince años que no ha
conocido el mundo lo puede hacer cualquiera. Valmond tiene puestos sus ojos en
una meta más alta, se trata de la
Presidenta Tourvel, mujer devota, austera y de probada fidelidad conyugal.
La marquesa trata de persuadirlo que no obtendrá ningún placer seduciendo a una
puritana. La señora de Volanges,
madre de Cecilia, advierte a la presidenta Tourvel sobre el Vizconde de Valmond
a quien califica de libertino y sospecha que la estancia en el campo junto a su
tía, la señora de Rosemonde, no
tenga una finalidad secreta. La presidenta Tourvel defiende a Valmont frente a
la señora de Volanges y dice que sus intenciones son nobles, de simple amistad.
Le pone vigilancia en sus salidas de caza y se emociona al saber que Valmond ha
ayudado a una familia a la que iban a desahuciar. El ave empieza a entrar en la
jaula puesto que la curiosidad no deja de ser una de las muchas celadas que
tiende el amor...
Comentario: como
el mismo título ya indica con creces, Laclos desea llevarnos al mundo de la
apariencia y el engaño, de la hipocresía que llega a adquirir tintes de cinismo
envueltos en un contexto bucólico y aparentemente inocente. Para ello nos
presenta las frías maquinaciones de dos nobles rivales y amantes: el apuesto
vizconde de Valmont y la perspicaz y maquiavélica marquesa de Merteuil y sus
acciones para vengarse de la señora de Volanges seduciendo a su inocente hija
que acaba de salir del convento y que está prometida con el conde de Gercourt
otro rival de ambos, al que odian, y que es unos años mayor que la muchacha.
Es muy inteligente y seductora la advertencia que nos hace el editor para hacernos caer en su
trampa y lograr así despertar nuestra curiosidad lectora:
“Nos sentimos en
el deber de advertir al público que, a pesar del título de esta obra y de lo
que sobre ella dice el redactor en su prefacio, no garantizamos la autenticidad
de esta recopilación, e incluso tenemos poderosas razones para pensar que no es
sino una novela.
Pensamos además
que el autor, que sin embargo parece haber perseguido la verosimilitud, la ha
destruido él mismo y con harta torpeza, por la época en la que ha situado los
acontecimientos que publica. En efecto, varios de los personajes que pone en
escena tienen tan malas costumbres, que es imposible suponer que hayan vivido
en nuestro siglo: en este siglo de filosofía, en el que las luces que brillan
por doquier, tan nobles han vuelto a todos los hombres y tan modestas y
reservadas a todas las mujeres.
Es, pues, nuestro
parecer que, si las aventuras relatadas en esta obra tienen un fondo de verdad,
sólo pudieron ocurrir en otros lugares o en otros tiempos; y condenamos al
autor, el cual, aparentemente seducido por la esperanza de acrecentar el
interés acercándose aún más a su siglo y a su país, ha osado presentar, con
nuestro atuendo y nuestros usos, unas conductas que nos son tan ajenas”.1
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