(L290) La partículas elementales (1998)
Michel Houellebecq, Las partículas
elementales (1998)
Primera novela que comento sobre Michel Houellebecq (Reunión, 1958), enfant terrible de las letras francesas y que me recomendó una amiga, doctora en Vic, que
quien sabe si estará ya trabajando por Australia.
Argumento: Michel Djerzinski es un investigador genetista que vive en la
rue Frémicourt. Un día sintió necesidad de compañía, algo que le diera la bienvenida al volver cada tarde y eligió un canario blanco. Su especialidad es
la biología molecular. A los cuarenta años es director de investigaciones,
quince científicos trabajan a sus órdenes. Ha pedido un año sabático a su
director el señor Desplechin, porque estaba harto de todo.
Tiene un hermanastro llamado Bruno Clément. Michel pasa su infancia con su
abuela paterna en Crécy-en-Brie y Bruno con sus abuelos maternos en Argelia. La
madre se desentendió de ambos.
Mientras que Michel posee una pasión por hacerse preguntas, por la ciencia,
Bruno tuvo una triste infancia, su abuelo muere y con su abuela tienen que
dejar Argelia e instalarse en un barriso miserable de Marsella. La abuela muere
en un accidente doméstico y los padres que nunca se interesaron discuten que
hacer con él. Lo colocan en el internado del Liceo de Meaux donde otros
compañeros abusan de él físicamente y moralmente.
Dando un salto en el tiempo nos encontramos en los años setenta, la primera
chica que le gusta a Bruno es Carlonia a quien le pone la mano en el muslo en
el cine. Michel hace los deberes y juega con Annabelle que se convierte en una
belleza durante la adolescencia.
La madre de ambos vuelve de California. Se ha instalado en una casa en el sur de
Francia donde recibe a hippies. Bruno se ha convertido en un adulto devorado por
el deseo. En la década de los setenta se produce una liberalización de las
costumbres. Aparece el divorcio, se despenaliza el adulterio, el aborto. La
primera experiencia sexual de Bruno es con una chica gordita que acaba
suicidándose.
En el verano de 1974 Bruno, Michel y Annabelle tienen diceciocho años y se
preparan para entrar en la Universidad. Michel tiene dificultades y poco
interés por las relaciones humanas. Los intentos de ambos por compartir su vida
con otra persona y buscar su pequeña parcela de felicidad encotraran siempre muchas dificultades ...
Comentario: El libro, a mi entender, es una crítica demoledora de la
sociedad post 68, es decir, la nuestra. Houllebecq no la emprende contra los
“valores tradicionales”, sino contra los valores realmente vigentes: el
narcisismo, la huida del compromiso, la idolatría de la juventud y del cambio
continuo (mal llamado “progreso”).
Bruno nos dice: "Yo era un hijo de puta y lo sabía. Lo normal es que
los padres se sacrifiquen. Yo no conseguía soportar que se acabara mi juventud,
no podía soportar la idea de que mi hijo iba a crecer, iba a ser joven por mí,
y que a lo mejor iba a tener éxito en la vida cuando la mía era un fracaso.
Quería volver a ser una persona”.1
Annabelle descubre que: "Los hombres no hacen el amor porque estén enamorados, sino
porque están excitados; me hicieron falta años para comprender un hecho tan
obvio y tan simple”.2
La sociedad occidental está demasiado encariñada con sus ficciones post-68.
Con la idea de que es posible una ética sin obligación ni sanción, un amor sin
compromiso, una enseñanza sin esfuerzo, una democracia sin valor cívico... En
algunos momentos su lectura me ha dejado un poso de amargura, no en vano yo
también vivo y he vivido creyendo en esos falsos mitos. El final a lo ciencia-ficción lo
he encontrado un poco chocante.
Las partículas
elementales (1998) es un libro muy recomendable que juntamente con Plataforma (2001) y El mapa y el territorio (2013) forman lo mejor de este autor a mi
entender. Éste último libro obtuvo el prestigioso Premio Goncourt.
NOTAS:
1.- Michel Houellebecq, Las
partículas elementales, Anagrama, Barcelona, 2013, p. 187.
2.- Ibídem, p. 235.
Buff, vaja novel.la!
ResponderEliminarLa vaig llegir fa molts anys, i vaig quedar bastant impressionada. No crec que deixi a ningú indiferent.
Una abraçada,
Maite Quilez