(L293) Un hombre que duerme (1967)


George Perec, Un hombre que duerme (1967)

Segunda novela que os traigo de este original y buen autor francés, muerto prematuramente, George Perec (1936-1982)El hombre que duerme (1967) enlaza con la novelística denominada de Bartleby en honor del autor del relato breve Bartleby el escribiente (1853) de Herman Melville.

Argumento: Un estudiante decide un día no levantarse y no ir más a clase, es el día de su examen final. No acabará su licenciatura, no estudiará más. Tampoco abrirá la puerta a los amigos que vienen a verlo. No tiene ganas de hablar ni de salir más. Descubre que no sabe vivir. Habita una buhardilla de poco más de cinco metros cuadrados.

“Ésta es tu vida. Esto es lo que tienes. Puedes hacer el inventario exacto de tu escasa fortuna, el balance preciso de tu primer cuarto de siglo. Tienes veinticinco años y veintinueve dientes, tres camisas y ocho calcetines, algunos libros que ya no lees, algunos discos que ya no escuchas. No tienes ganas de acordarte de nada, ni de tu familia, ni de tus estudios, ni de tus amores, ni de tus amigos, ni de tus vacaciones, ni de tus proyectos. Has viajado y no has traído nada de tus viajes. Estás sentado y sólo quieres esperar, esperar solamente hasta que no haya nada más que esperar: que venga la noche, que den las horas, que los días se vayan, que los recuerdos se desdibujen”.1

Vuelve con sus padres al campo, cerca de Auxerre. Sólo hay dos explotaciones agrícolas que funcionen. El resto de habitantes son jubilados y gente de la ciudad que viene a pasar el fin de semana.

“Apenas has vivido y sin embargo ya está todo dicho, terminado .Sólo tienes veinticinco años pero tu senda está trazada. Los roles asignados, las etiquetas del orinal de tu primera infancia a la silla de ruedas de tu vejez, todos los asientos están ahí y esperan tu tuno. Tus aventuras están tan bien descritas que la revolución más violenta no haría pestañear a nadie. Da igual que bajes la calle lanzando por ahí los sombreros de la gente, cubriéndote la cabeza de basura, descalzo, publicando manifiestos, disparando con un revolver al paso de cualquier usurpador (...) Barco ebrio, milagro miserable: Harare es una atracción de feria, un viaje organizado. Todo está previsto, todo está preparado hasta el menor detalle: los grandes impulsos del corazón, la fría ironía, la aflicción, la plenitud, el exotismo, la gran aventura, la desesperación. No le venderás tu alma al diablo, no irás, en sandalias, a arrojarte al Etna, no destruirás la séptima maravilla del mundo”.2  

Comentario: Georges Perec publicó en 1967 Un hombre que duerme. Bartleby, el escribiente ya había visto la luz en 1853 y Oblómov en 1859. La distancia temporal entre estos dos últimos personajes es mínima: Melville creó al inmortal escribiente que desconcierta a todos con su ‘preferiría no hacerlo’ sin saber que se convertiría en el modelo de una literatura que explora el vacío, el silencio, la inacción. Oblómov, de Goncharov, sigue esa misma línea al tener como personaje principal a un hombre que no quiere moverse de su diván. Perec, conocedor de esta tradición, escribió la historia de un joven estudiante que decide no ir a dar su examen y luego, no salir de su casa, no ver a sus amigos, no hacer nada más que dedicarse a la vida contemplativa.

Creo que se trata de una magnífica novela que indaga en el tema de la akrasia o debilidad del alma. Enrique Vila-Matas, por ejemplo, publicó en el 2001 Bartleby y compañía, una novela en la que especulaba sobre los escritores que le dijeron a su oficio de escritor ‘preferiría no hacerlo’. Las obras sobre la inacción, el silencio, el negarse a hacer o a ser, despiertan inquietudes vigentes porque evocan el misterio de la akrasia, del autoengaño, de la mala fe, condiciones de angustia y conflicto del sujeto que no pertenecen sólo a la filosofía, sino al arte, y que la literatura está siempre dispuesta a indagar, en la cama o fuera de ella.

También recordamos a otro eterno durmiente, Onetti.

NOTAS:

1.- Georges Perec, El hombre que duerme, Impedimenta, Salamanca, 2009, pp. 23-24.

2.- Ibídem, pp. 40-41.

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