(L294) Últimas tardes con Teresa (1966)
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa (1966)
Sin duda Últimas tardes con Teresa es una de la
mejores novelas de Juan
Marsé (Barcelona, 1933). La leí con
dieciséis años y ahora al volverla a leer para el Club de Lectura me he dado
cuenta de las muchas cosas que se me pasaron por alto en su momento. No estaba
preparado para captar la complejidad y hermosura de esta excelente obra, aunque
algo de ello sí que intuí en su momento. Con este pequeño comentario pretendo
celebrar el cincuenta aniversario de su publicación.
Argumento: Última
noche de la Fiesta Mayor de un estrellado cielo de septiembre. La solitaria
pareja se dirige al automóvil.
Primera parte:
El Pijoaparte se
dirige el 23 de junio de 1956 a una verbena del barrio de San Gervasio. El
color oliváceo de su piel lo delata. Entra en una fiesta de jóvenes ricos, va
demasiado endomingado con su pelo negro repeinado, es el único que lleva traje.
Saca a bailar a una chica morena llamada Maruja, hablan y le pregunta por una
joven rubia a la que ha visto, se trata de Teresa. Los muchachos de la casa le
preguntan que hace en la fiesta. Para salvarse declara delante de la señora de
la casa que lo ha invitado Teresa. Besa a Maruja y quedan para otro día.
El Monte Carmelo (foto),
la colina desnuda y árida, en la que vuelan cometas caseras, lo habitan gentes
de varias regiones del Sur de España. Los jóvenes contemplan la ciudad desde lo
alto. El Pijoaparte vive con un hermano mayor y su familia en una barraca de
techo de chapa. El hermano tiene un taller de bicicletas que también acepta
alguna que otra moto robada. Con su amigo Bernardo Sans y Rosa y Lola van a
pasar el día a Blanes. Se instalan en un pinar a merendar y bañarse. El
Pijoaparte está furioso, Lola no quiere sexo y además sabe que Bernardo lo
dejará para casarse con Rosa, a quien ha dejado preñada. Llega la señora de la
Villa que los increpa por haber entrado en el pinar que es propiedad privada.
Llega la noche y le dice a Bernardo que él se quedará y que se lleve a las
chicas. La chica que cree haber visto con la señora de la casa sale a recoger unas
cosas de la lancha. Se trata de Maruja que no pudo acudir a la cita después de
la verbena. La besa y le dice que esa noche llamará a su ventana. Pasan las
horas y cree que ella no quiere, luego la ve entornada, entra y Maruja lo
amenaza con gritar, pero no lo hace. Hasta que no llegó el amanecer y la
claridad se hizo en la habitación no descubrió la realidad. Estaba en el cuarto
de la criada.
Se siente triste y
solo, su único amigo Bernardo ya no quiere trabajar, se lo va a quitar Rosa
para el matrimonio. Manolo roba una moto nuevecita y se la lleva a un personaje
llamado “el Cardenal” para que la compre. Este le dice que la lleve al garaje
para que la desguacen. Se nos cuenta la historia de Manolo Reyes. Su madre
fregaba los suelos del Palacio del Marqués de Salvatierra en Ronda. Su madre lo
tuvo ya viuda de padre desconocido. El chico nació guapo y despierto con una
rara predisposición para la mentira y la ternura.
Por las noches
Manolo acude a la Villa a acostarse con la criadita. Como veía que la cosa se
complicaba desaparecía semanas enteras. Maruja libra las tardes de jueves y
domingo y va a buscarlo al Carmelo, concretamente al Bar Delicias (foto) donde juega a
las cartas con los viejos. Ha llegado el invierno, está solo, Bernardo se ha
casado y va a tener un hijo. Maruja pasea con Manolo y le va hablando de
casarse. Su primer encuentro con Teresa Serrat le muestra el encanto por los
seres mimados por la belleza y la fortuna. Las miradas entre ellos ya
anunciaban el germen de algo futuro. Maruja le cuenta que la señorita está
siempre metida en las protestas universitarias, es muy revolucionaria. La
vuelve a ver besándose con un tipo en una fábrica del Poble Sec.
Segunda parte.
Pasa el invierno y
llega el verano. Los Serrat vuelven a su villa de Blanes con el servicio y
Manolo a sus visitas nocturnas a Maruja. Sus sueños en los que rescata a la
doncella son sueños infantiles de heroísmo y melancolía. Un día en que los
señores están en Barcelona Manolo quiere ver la casa. Maruja al principio se
niega y llora, después pasean por los salones. De nuevo en la habitación ella
está con fiebre y se desmaya en la cama. Manolo se asusta y sale huyendo de la
casa.
Oriol Serrat entra
en una clínica de la calle Balmes donde su mujer y su hija están al lado de
Maruja. El doctor Saladich, cirujano les dice que no se puede operar, hay que
esperar. Teresa lleva tres días con sus noches sin separarse de ella. Teresa
quiere ir a buscar a Manolo al Carmelo.
Teresa conducía su
Floride hacia la cumbre del Carmelo. Los niños se le acercan rodeándola. Les
pregunta por Manolo y estos la escoltan a la fuente donde se está refrescando. Le
cuenta que Maruja se cayó y que está inconsciente. Ella lo lleva al hospital,
cuando Manolo la ve se impresiona. Al poco reacciona recriminando a Teresa y en
su furia e ímpetu se hace un corte en la mano que la enfermera cura y venda.
Teresa lo lleva de vuelta al Carmelo.
Después de visitar
a Maruja los dos jóvenes recorren la ciudad, se meten en alguna tasca, van al
cine. Una noche corren por la autovía de Castelldefels sintiendo la borrachera
de la velocidad. En los paseos de aquellas tardes conocen toda la ciudad y sus
extrarradios. Conversan, discuten, ríen. El verano pasa y Manolo decide actuar
con más decisión. Esa noche la lleva a tomar una copa al Jamboree. Al día siguiente deciden ir a la playa. Mientras Manolo
espera que Teresa se arregle llegan a la casa dos estafadoras, las sisters, que conocen a Manolo y pueden
delatarlo. Este se deshace de ellas como puede.
En la playa él
contempla el cuerpo de Teresa tendido sobre la arena. Sabe que es una amistad
fugaz entre dos estaciones, sabe que no es mujer para él, nunca será suya.
Estos momentos de intimidad no los aprovecha como debiera. Teresa sale del mar
y se tiende en la toalla, Manolo la besa y la acaricia. Están un buen rato así
hasta que dos bañistas se instalan cerca de ellos.
Manolo deja la
mesa de los viejos en el bar Delicias por la de los jóvenes treintañeros porque
necesita dinero para salir con Teresa. Sus problemas económicos se agudizan y
como último recurso acude a Cardenal. No está en casa y lo recibe Hortensia.
Manolo piensa que si estuviera morena por el sol y condujera un descapotable
sería igualita a Teresa de tanto que se parecen. Maruja está cada vez peor.
Teresa está enfadada porque ha comprendido que le ha hecho gastar al muchacho y
quiere irse unos días a Blanes. Manolo aprovecha esta ocasión para robar una
moto y dar un tirón. Cuando va al Hospital de visita se encuentra al padre de
Maruja. Al pronto llega Teresa con su madre y el doctor. Teresa consigue
quedarse en Barcelona y no volver con sus padres a la casa de Blanes. Cuando la
pareja se queda sola se besan y ella le dice que lo suyo ha de ser un secreto.
Están en una calita del Garraf cuando Teresa se encuentra con una amiga de la
Facultad. Hablan de él, no lo presenta, a lo lejos oye la palabra xarnego...
Comentario: esta excelente
novela de Marsé me produjo cuando la leí, a los dieciséis años, una sensación
de pequeño triunfo. Pensé que por fin los emigrantes entrabamos como personajes
protagonistas y no como mero paisaje en la literatura. Aunque nuestras
condiciones no fueran tan duras como las de la novela, los inicios no fueron
nada fáciles. Rechazo y algo de guetificación marcaron el arranque hasta que la
situación se fue normalizando. La llegada de trabajadores del campo a las
ciudades para facilitar el despegue industrial fue en sus inicios bastante
traumática.
La bella, poética
y a veces recargada prosa de Marsé nos lleva a la Barcelona de los años
cincuenta y a las primeras protestas estudiantiles contra el régimen de Franco.
El alud de inmigrantes copa las afueras de la ciudad y la autoconstrucción de
chapa y ladrillo ocupa las laderas del Monte Carmelo. Allí vive Manolo Reyes, "sus armas son belleza, juventud y descaro". Con ellas pretende conquistar la
Barcelona burguesa de la Diagonal norte. Estas divisiones económicas y sociales
todavía perviven con la misma fuerza en la Barcelona del siglo XXI.
Sólo montaña arriba, cerca ya del castillo,
de sus fosos quemados por los fusilamientos,
dan señales de vida los murcianos.
Y yo subo despacio por las escalinatas
sintiéndome observado, tropezando en las piedras
en donde las higueras agarran sus raíces,
mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur
hablarse en catalán, y pienso, a un mismo tiempo,
en mi pasado y en su porvenir.
Sean ellos sin más preparación
que su instinto de vida
más fuertes al final que el patrón que les paga
y que el salta-taulells que les desprecia:
que la ciudad les pertenezca un día.
Como les pertenece esta montaña,
este despedazado anfiteatro
de las nostalgias de una burguesia.
Moralidades, 1966 de Jaime Gil de Biedma
Sólo montaña arriba, cerca ya del castillo,
de sus fosos quemados por los fusilamientos,
dan señales de vida los murcianos.
Y yo subo despacio por las escalinatas
sintiéndome observado, tropezando en las piedras
en donde las higueras agarran sus raíces,
mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur
hablarse en catalán, y pienso, a un mismo tiempo,
en mi pasado y en su porvenir.
Sean ellos sin más preparación
que su instinto de vida
más fuertes al final que el patrón que les paga
y que el salta-taulells que les desprecia:
que la ciudad les pertenezca un día.
Como les pertenece esta montaña,
este despedazado anfiteatro
de las nostalgias de una burguesia.
Moralidades, 1966 de Jaime Gil de Biedma
La literatura de Marsé
demuestra que es posible hacer una crítica de la realidad, una literatura en
cierto modo “comprometida” con una perspectiva transformadora sin caer en el
panfleto. La novela desmitifica el «mito de la pasarela» o mito del ascenso
social y expone la crudeza de los destinos sociales en el mercado de los
cuerpos.
La escritura de Marsé
desafía el intelectualismo escolar y académico (como en Últimas o La oscura historia
de la prima Montse), y usa elementos de la cultura popular en sus novelas
(el cine, los cómics en Si te dicen que
caí, por ejemplo). Se trata de un escritor de clase trabajadora y formación
autodidacta. Su cultura está fundamentada en los tebeos, el cine clásico y
hollywoodiense y en las novelas baratas. Instrumentos que en su momento
permitieron, a un niño de doce años, evadirse de una realidad atroz y
miserable.
Otra característica
común de las novelas de Marsé es la crítica de las clases
acomodadas. Marsé contrapone el mundo marginal —comenta que suele escribir
«novelas de perdedores»— y el mundo de los dominantes, sean estos intelectuales
orgánicos (del poder), miembros de las clases acomodadas o ambas cosas a la vez.
Últimas
no es sino una novela basada en un gigantesco —por no decir trágico—
malentendido (o méconaissance), una
serie de equivocaciones y errores de percepción cometidos por la mayoría de los
personajes principales involucrados en la peripecia. Teresa piensa que Manolo
es un obrero comunista implicado con todas sus consecuencias en la vida
política y sindical de 1956. Esta aureola contribuye a dar vida a un personaje
mítico que poco o casi nada tiene que ver con la realidad. Manolo ofuscado por
la belleza (follarse a una rubia) y el status social de Teresa, cree que ella
puede ser su trampolín para salir de la pobreza.
Nótese el adverbio
“clandestinamente” («se introduce clandestinamente en una fiesta»), pues resume
bien el carácter de prohibición o de intento del Pijoaparte de dar un salto
mortal desde el sub-proletariado marginal a la alta burguesía.
Entre Manolo y Teresa
hay una barrera social prácticamente infranqueable, y aunque la novela parece
sugerir en algún momento que el amor puede unirlos (de hecho parecen estar enamorados
en ciertos lugares de la novela), al final queda el sabor amargo de una fuerte
ambigüedad en relación a las intenciones de los personajes.
El
uso del cine tiene que ver con la relación de Marsé
con la cultura “popular”, a partir de su posicionamiento (quizás por su origen,
posición de clase y formación cultural) en el campo literario, frente a
posiciones culturalistas o elitistas. Pero es más que eso. Algunas de las
técnicas de Marsé, como el flashback,
y la obsesión por “mostrar”, por hacer “retratos” (“que el lector los vea”),
son técnicas totalmente cinematográficas.
Los espacios sociales de la novela se dividen en tres categorías: en primer lugar, los barrios de Barcelona. En segundo lugar, los espacios sociales más reducidos dentro de esos barrios (lugares como las casas, el bar Delicias, el Saint Germain, la playa, etc.). En tercer lugar las fiestas que tienen lugar en la novela, ya que tienen importancia en el desarrollo de la historia y sus posteriores implicaciones.
Los espacios sociales de la novela se dividen en tres categorías: en primer lugar, los barrios de Barcelona. En segundo lugar, los espacios sociales más reducidos dentro de esos barrios (lugares como las casas, el bar Delicias, el Saint Germain, la playa, etc.). En tercer lugar las fiestas que tienen lugar en la novela, ya que tienen importancia en el desarrollo de la historia y sus posteriores implicaciones.
El territorio literario
de Juan Marsé es una combinación de los barrios de La Salud, el Guinardó, el
Carmelo y parte de Gracia, y ha acabado por convertirse, para los lectores, en
un territorio propio. (Yo mismo estoy entusiasmado recorriéndolo). Estos espacios sociales son la creación de un universo
narrativo, y suele ser algo común en muchos escritores (Por ejemplo el Yoknapatawpha de Faulkner, el Macondo de García Márquez, Región, de Juan Benet).
«El Carmelo, barriada
de despojos humanos: ladrones, prostitutas, chulos, ganapanes un poco al margen
de la ley; y San Gervasio, suburbio rico, exclusivo [...]. Dos mundos
enfrentados: el de Manolo y el de Teresa. Y dos razas: la chica catalana y el
joven gitano». Estos dos barrios están separados por un abismo. El paso de una
zona a otra es también el movimiento de una clase social a otra, de un mundo a
otro, y los personajes son conscientes de esto: «Para la señora Serrat, el
Monte Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano, con sus
leyes propias, distintas» (Últimas
140).
Las
diferenciaciones sociales en Últimas son bastante radicales. Para el texto hay dos mundos, el de
los ricos y el de los pobres, separados ambos por un abismo simbolizado no
solamente en los espacios urbanos en los que los dos grupos viven, sino también
en los estilos de vida, en la forma de vestir y de comportarse. El sarcasmo de
la novela, insistente y continuo, es muy claro al respecto, como cuando se nos
habla de cómo emplean el ocio los ricos y la clase trabajadora.
Las pretensiones de
ascenso social de Manolo son despreciadas como ilegítimas en el seno de su
clase (de ahí la ruptura con el Sans y la denuncia de la Jeringa), y Teresa, en
el fondo, sólo quiere vacunarse contra la virginidad, no casarse con él.
Por supuesto que me
hubiera gustado que Manolo Reyes hubiera ascendido en la escala social (Me he
identificado desde un principio con sus peripecias como todo mal lector que se precie). Pero
un salto desde la delincuencia a la burguesía acomodada es demasiado para
cualquiera, incluso para el Pijoaparte.
José Luis Bellón Aguilera, La mirada pijoapartesca (Lecturas de Marsé), Facultad de Filología de la Universidad de Ostrava, 2009.
Jaime Gil de Biedma, Las personas del verbo, Seix Barral, Barcelona, 2001.
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa, Seix Barral, Barcelona, 1978.
Antonio Martínez Asensio, Un libro una hora: Últimas tardes con Teresa, Cadena Ser, 06/09/2020. (Añadido el 06/11/2022).
Juan Carlos Rodríguez, La literatura del pobre, Editorial Comares, Granada, 2011.
Es una excel.lent novel.la amb la que vaig descubrir Juan Marsé. Descriu tota una època amb delall. Especialment el personatge del "pijoaparte".
ResponderEliminarMontse José