(L712) Diccionario del Diablo (1911)
Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo (1911)
Ambrose Gwinnett Bierce
(1842-1914?), fue soldado, periodista satírico,
escritor de relatos y misántropo desaparecido en misteriosas circunstancias. Se
inscribe, con todo merecimiento, en lo que algunos críticos consideran una
corriente de pesimismo del pensamiento y la literatura norteamericana, junto a
escritores no menos sombríos como Nathaniel Hawthorne, Herman Melville, Edgar
Allan Poe o Stephen Crane.
Su infancia transcurrió
en el seno de una modesta familia rural calvinista, y su juventud como
romántico voluntario en la Guerra Civil americana, en cuyos horrores y sangre
chapoteó hasta caer malherido en la batalla de Kennesaw Mountain. Lo que marcó definitivamente su carácter y
constituyó una fuente inagotable de la que se nutren muchos de sus relatos
siniestros.
Su humor amargo y mordaz
se ha agudizado y comienza a publicar en el Argonaut una serie de
definiciones satíricas, que más tarde reuniría en su famoso The Devil's
Dictionary. Bierce afronta con entereza estas tragedias y, de 1888 a 1891,
escribe los relatos que le harán pasar a la historia de la literatura
americana. Entre ellos An Ocurrence a Orol Creek Bridge (Un Suceso en el
Puente de Orol Creek) y The Death of Halpin Frayser (La Muerte de Halpin
Frayser).
En este diccionario de la
A a la Z nos define con su particular sentido del humor (negro en muchas
ocasiones) algunas palabras de las que extrae definiciones que puede parecer en
algún caso cínicas, pero que no dejan de reflejar su pesimista visión del mundo.
Ejemplos:
Abandonar.
Otorgar el beneficio de que alguien se libre de usted. Abogado. Persona
legalmente designada para que desarregle los asuntos de quien no tuvo la
habilidad de desarreglarlos por sí mismo. Absurdo. Declaración o creencia
manifiestamente incompatible con nuestras opiniones. Acróbata. Hombre que se
rompe la espalda para llenarse la barriga. Adolescente: Que se está recuperando
de la niñez. Aire. Sustancia nutritiva provista por la generosa Providencia
para el engorde de los pobres. Alivio. Despertarse temprano, en una
mañana fría, y descubrir que ese día es domingo. Amistad. Embarcación
capaz de llevar a dos personas si hace buen tiempo, pero solamente a una cuando
el tiempo es malo. Amor. Demencia temporal curable por el casamiento, o por el
alejamiento del enfermo de las influencias bajo las que incurrió en el
trastorno. Ausente. Expuesto a los ataques de amigos y conocidos;
difamado; calumniado. Autoestima. Una apreciación
equivocada.
Belladona.
En italiano, mujer hermosa; en inglés, veneno mortífero. Boticario. Cómplice del
médico, benefactor del sepulturero, proveedor de los gusanos de la tumba.
Canonizar.
Hacer un santo de un pecador muerto. Cebo. Preparación que vuelve el
anzuelo más apetecible. La belleza es el mejor cebo. Cita. Acto de repetir
erróneamente las palabras ajenas. Cleptómano. Ladrón rico. Clérigo.
Hombre que se encarga de administrar nuestros asuntos espirituales con el fin
de mejorar sus asuntos temporales. Cobarde. El que en una emergencia
peligrosa piensa con las piernas. Consejo. La moneda menos valiosa que
hay en circulación. Conservador. Político enamorado de los males existentes,
diferente del político liberal, que desea reemplazarlos por males nuevos. Consuelo.
Saber que un hombre es más desdichado que nosotros. Curandero. Asesino sin
licencia.
Dentista.
Prestidigitador que introduce metal en la boca y extrae dinero del bolsillo. Deserción.
Acto que muestra aversión hacia la lucha, cumplido al abandonar a un ejército o
a una esposa. Dogmático. Aquel cuya doctrina tiene el defecto de rivalizar
con la nuestra.
Egiptólogo.
Profanador de tumbas. Egoísta. Persona de pésimo gusto,
más interesada en sí misma que en mí. Elector. Persona que goza del
sagrado privilegio de votar por el candidato que eligieron otros. Embalsamar.
Curar el tocino humano. Escrituras. Los libros sagrados de
nuestra santa religión, muy distintos de los escritos falsos y profanos en que
se cimentaban las otras. Espalda. Parte de un amigo que
tendremos el privilegio de contemplar en la adversidad.
Fanático.
El que sobreestima la importancia de sus convicciones. Felicidad. Agradable
sensación que produce contemplar la miseria ajena. Fraude. Vida del
comercio, alma de la religión, carnada del noviazgo, y base del poder político.
Gota.
Nombre que dan los médicos al reumatismo del paciente rico.
Historia.
Relato casi siempre falso, de sucesos casi siempre insignificantes, que
protagonizaron gobernantes casi siempre bribones y militares casi siempre
estúpidos.
Idiota.
Miembro de una enorme y poderosa tribu. La actividad del Idiota no se limita a
ningún campo especializado del pensamiento o de la acción, sino que “penetra y
regula el todo”. Tiene siempre la última palabra, su decisión es inapelable. Infiel.
En Nueva York, uno que no cree en la religión cristiana; en Constantinopla uno
que cree.
Juez.
Persona que está siempre entrometiéndose en disputas en las que no tiene
interés personal
Ladrón.
Nombre vulgar con el que se denomina al que tiene éxito en lograr la propiedad
de los otros. Loco. Afectado por algún grado de independencia intelectual;
disconforme con las normas convencionales que rigen el pensamiento, el lenguaje
y la acción, normas éstas que los “cuerdos” o “conformes” produjeron tomándose
como media a sí mismos. Longevidad. Inusual extensión del
miedo a la muerte.
Mausoleo.
La última y más divertida locura de los ricos.
Nacimiento.
El primero y más deplorable de todos los desastres, Nihilista. Ruso que niega
la existencia de todo, salvo la de Tolstoi. Novela. Cuento breve
hinchado.
Ocio.
Intervalo de lucidez en una vida desarreglada. Olvido. Don que concede
Dios a los deudores.
Patíbulo.
Escenario para la representación de autos dramáticos, cuyo actor principal es
trasladado al paraíso. Pereza. Injustificable forma de
descansar de una persona de poca importancia. Plebiscito. Voto popular
para aprobar lo que quiere un soberano. Política. Conducción de los asuntos
públicos en busca de ventajas personales. Predecir. Relatar un acontecimiento
que no ha ocurrido, no está ocurriendo y no ocurrirá. Procesión. Reunión de
idiotas confirmados, que no han cultivado el sentido de lo ridículo. Prohibido.
Investido con un encanto novedoso e irresistible.
Racional.
Ser que fue privado de todas las ilusiones, salvo las que surgen de la
observación, la experiencia y la reflexión. Reconvención. Uno de los
métodos que usan los tontos para perder amigos. Religión. Árbol atractivo
en el que todos los pájaros bobos hicieron nidos. Retrato. Representación
en dos dimensiones de alguien que es insoportable en tres. Ruido. Producto principal
y símbolo de la civilización.
Sabiduría.
Clase de ignorancia que distingue al estudioso.
Timar.
Decir al pueblo soberano que si uno es elegido no robará.
Uno mismo.
La persona más importante del Universo.
Verdugo.
Persona que hace lo que puede para disminuir los estragos de la senilidad.
Comentario: hay
muchas más definiciones en el diccionario. He escogido solamente las que más me
han gustado y, para no cansaros, de entre ellas las más curiosas. Bierce fue un
clarividente y lúcido espectador de la comedia y la farsa en que todos vivimos
y todos representamos.
Me he permitido añadir
una definición (solo una) de mi cosecha para ver si los más perspicaces la
encuentran. Pues este artículo no deja de ser otro juego.
Yo destacaría su universalidad.
Aunque escrito en otro tiempo, sus observaciones siguen aplicando hoy puesto que poseen
la misma actualidad. La corrupción, la ignorancia y el egoísmo no han caducado.
Es un libro incómodo en
el mejor sentido. Funciona como espejo: uno se ríe, sí, pero también se siente
retratado. Bierce no perdona ni al lector, ni a sí mismo. En muchos sentidos,
anticipa el tono de autores posteriores como George Carlin o incluso algunos
escritores existencialistas, pero en forma de aforismo.
En cuanto a la narrativa
de Ambrose Bierce creo que ha influido en escritores posteriores, incluyendo a
autores de horror (Stephen King) y ficción gótica (Anne Rice). Su estilo único
y su enfoque en lo oscuro y lo desconcertante han dejado una huella duradera en
la literatura estadounidense.
BIBLIOGRAFÍA
Ignacio G. Barbero, "El
diccionario del diablo", por Ambrose Bierce, Culturamas,
22/09/2011.
Ambrose Bierce, Diccionario
del Diablo, Valdemar, Madrid, 2019.
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