(L18) Kim (1901)


Rudyard Kipling, Kim (1901), Ediciones del Viento, La Coruña, 2006

Estamos, tal vez, ante la mejor novela de Rudyard Kipling (1865-1936). El pequeño Kim (ball) es huérfano de padre y madre, ingleses ambos, criado en la India por una mujer de casta baja. Se dedica a vagabundear con sus amigos, vive libre por las calles, entre mendigos, tratantes de caballos, monjes y demás personajes curiosos que puedan encontrarse en la gran India. Nadie sabe que es inglés, pues viste como un hindú y habla varias de sus lenguas. Conoce al tratante de caballos Mahbub Alí, espía al servicio del imperio británico, al lama rojo del Tibet, de quien se convierte en su discípulo, su chela, al coronel Creighton, que lo reclutará para el espionaje, al sahid Lurgan, una especie de mago que le enseñará a camuflarse entre todo tipo de gente. Kim, a través de un viaje por el corazón de la India, está buscando su identidad, intentando encontrar su sitio en el país en que nació. Tostado por el sol parece un pilluelo de casta baja hindú, le conocen como “el amigo de todo el mundo”.

Es un libro que nos habla de la amistad como encarnación perfecta que allana todos los obstáculos, de la relación maestro-discípulo y de muchas otras cosas, en Kim podemos encontrar muchos géneros, la novela de espías, la picaresca, la costumbrista, de viajes, la iniciática (ver comentario del libro de J.D. Salinger), etc. Como toda gran obra de arte permite múltiples lecturas e interpretaciones. Pero lo que para mí destaca más es su brillante escritura, llena de frases perfectas, de color, vigor, que dota de vida a los personajes, lugares y paisajes de la inmensa India.

La búsqueda del río mítico —encarnación del grial, de la sabiduría o de la liberación— rige la segunda parte de la novela, en la que el autor británico despliega sus vivas y diáfanas descripciones. Este no es, en cualquier caso, un libro para lectores impacientes. Pese a la abundancia de diálogos y de situaciones variopintas, la historia de Kim se desarrolla lenta y morosa como los viajes en la India de 1900. La atención que presta Kipling a los matices exóticos y a los personajes que entran y salen aletargando la línea argumental es heredera directa de la novela victoriana, cuando los aristócratas tenían todo el tiempo del mundo para leer y gozaban penetrando en ambientes «pintorescos» en los que jamás hubieran puesto el pie.

Muestra una profunda comprensión y tolerancia entre gentes y religiones, un musulmán recomienda “no agobiar a los dioses con oraciones”. Como dice el lama rojo del Tibet, todos estamos atados a la Rueda de las cosas, lo que debemos hacer es liberarnos para encontrar nuestra propia senda. Él busca el río sagrado, no sabe dónde está pero no por ello deja de buscarlo.

Es recomendable leer la edición de la editorial Ediciones del Viento, La Coruña, por lo cuidado de la traducción y la belleza en sí de la encuadernación del libro. Otras obras de Kipling que destacamos son El hombre que pudo reinar (1890), La historia más bella del mundo (1893).

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