(L138) Trilce (1922)


César Vallejo, Trilce (1922)

Trilce (1922) es el título del más importante y conocido poemario del poeta peruano César Vallejo (1892-1938) y que gracias a sus audacias lexicográficas y sintácticas está considerado como una de las obras cumbre de la Vanguardia poética en lengua española. Trilce rompe con el sistema poético canónico: la rima, el metro, la estrofa. La irregularidad que estos poemas ofrecen al lector alteran las condiciones tradicionales de la lectura. Debido a esta dificultad de interpretación me ayudo del buen trabajo de Marta Waldegaray 2002. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid para elaborar el siguiente comentario.

La escritura de Trilce se erige para el lector como el espacio de una travesía; de una acumulación de lenguaje que invita al lector a asociar, a diseminar, a escalar el muro de la voz poética (pilar de la enunciación modernista) para abismarse en las redes de sentido de la letra escrita. Setenta y siete poemas sin titulación, ordenados mediante números romanos, componen Trilce (1922). La falta de titulación favorece en consecuencia la percepción del trabajo poético en su conjunto. Trilce es un libro revolucionario porque pulverizó en su momento las normas estéticas y retóricas: usa vulgarismos, cultismos, regionalismos, tecnicismos, neologismos, arcaísmos; transita por todos los niveles del lenguaje; tiene altos grados de agramaticalidad; violenta la representación gráfica de las palabras; usa paradojas, prosopopeyas, animismo, hipérboles numéricas, sinestesias, onomatopeyas, pleonasmos y antítesis.

Una primera lectura de Trilce permite establecer la existencia de dos tipos de poemas, según una distinción que contempla tanto el orden de lo temático como su tratamiento. En primer lugar, aquellos poemas en los que resulta relativamente fácil identificar una anécdota o un tema, poemas en los cuales el sentido se ofrece de manera inteligible. En segundo lugar, aquellos otros en los cuales el sentido se obscurece como consecuencia del empleo de patrones expresivos (finalmente dominantes en Trilce) consistentes en irregularidades lógicas, en libertades de asociación y en la desarticulación del lenguaje, todo lo cual redunda en ambigüedad y en predominio de lo arbitrario.

Si los primeros evocan, con nostalgia, la integridad del pasado infantil, la protección brindada por el amor materno, o bien la ilusión amorosa de la juventud, apelando débilmente a formas literarias tradicionales como el metro y la rima, el segundo tipo de poemas se distancia de la coherencia inmediata de los primeros al incurrir en lo irracional, en lo alógico, en el licenciamiento de las formas regulares del versificar. El sentido de la vida ofrecido en los poemas del primer grupo se desvanece y en consecuencia estos poemas dan cuenta de una desoladora orfandad, de un sentimiento trágico de la existencia, de una angustia de vivir que contrasta con aquel sentimiento de amparo depositado en el pasado.



La vía de acceso a las asociaciones intelectivas del poeta no son los conceptos, sino las imágenes. El lenguaje desbordado hacia esferas semánticas insólitas, imprevisibles, no acepta detenerse en el conceptismo de imágenes suntuosas modernistas como tampoco en el ritmo manso de los versos.

La sexualidad es, en los poemas de Vallejo, la fuerza centrífuga que promueve y perpetúa la multiplicidad y la dispersión de la existencia. En tanto principio del placer el ejercicio de la sexualidad destierra porque concibe, propaga, multiplica, diferencia, transforma lo simple original y homogéneo en series de complejos heterogéneos. El amor se ensombrece, ya que el placer lo deporta hacia una angustia elemental que Vallejo deposita en el amor carnal.

La incorporación a la poesía de estos aspectos de la realidad humana marginados o desestimados por la tradición lírica, pone de relieve lo corporal en su más carnal y humana realidad. El campo de lo poéticamente decible sobre el cuerpo se amplía. Esta ampliación del vocabulario que da cuenta de aquellas zonas de la realidad tradicionalmente sofocadas, le permiten a Vallejo no sólo tomar distancia de la fantasía idealista y evasiva que la poesía modernista valoró como condición artística, sino también emprender una nueva práctica de la escritura con la cual descubrir la humanidad en el lenguaje.

VI

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.

Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede

¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.

LXXV

Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados, y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca, sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.

Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

(L56) Las afinidades electivas (1809)

(L305) Bella del Señor (1968)

Manuel Vilas, El autor y su obra: La literatura y la vida (2019)