José Emilio Pacheco (1939-2014)
Ha muerto el
poeta mexicano José Emilio Pacheco a los 74 años.
De él hemos comentado en el blog su libro Como
la lluvia (2009) el 15 de abril de 2012. Era un hombre sencillo, humilde,
alejado de los boatos de la fama, aunque hoy en día un poeta es un ser anónimo
para casi todo el mundo.
Cuando recogió
el Premio Cervantes en 2010 en España hizo un comentario sobre eso que se
andaba diciendo de que él era uno de los mejores poetas latinoamericanos. “Pero
si ni siquiera soy uno de los mejores de mi barrio. ¿No ven que soy vecino de
Juan Gelman?”.
Los dos vivían
en el barrio de la Condesa, en México DF. Últimamente apenas se veían porque
estaban ambos ya bastante achacosos como para andar de caminata por una ciudad
tan apabullante. En abril se vieron en la presentación de un libro. Pacheco le
dijo a Gelman: “Te vería más si vivieras en Buenos Aires”.
El poeta
argentino se adelantó unos días a su amigo José Emilio Pacheco en dar el paso
al otro mundo. Juan Gelman, falleció a los 83 años el pasado 14 de enero. Dos
semanas después, toca despedir a Pacheco, otro de los grandes poetas
latinoamericanos de las últimas décadas.
ALTA TRAICIÓN
No amo mi
patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque
suene mal)
daría la vida
por diez lugares
suyos,
cierta gente,
puertos, bosques
de pinos,
fortalezas,
una ciudad
deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras
de su historia,
montañas
-y tres o cuatro
ríos.
EL REPOSO DEL FUEGO
(Don de Heráclito)
Pero el agua
recorre los cristales
musgosarnente:
ignora que se
altera,
lejos del sueño,
todo lo existente.
Y el reposo del
fuego es tomar forma
con su pleno
poder de transformarse.
fuego del aire y
soledad del fuego.
al incendiar el
aire que es de fuego.
Fuego es el
mundo que se extingue y prende
para durar (fue
siempre) eternamente.
Las cosas hoy
dispersas se reúnen
y las que están
más próximas se alejan:
Soy y no soy
aquel que te ha esperado
en el parque
desierto una mañana
junto al río
irrepetible en donde entraba
(y no lo hará
jamás, nunca dos veces)
la luz de
octubre rota en la espesura.
Y fue el olor
del mar: una paloma,
como un arco de
sal,
ardió en el
aire.
No estabas, no
estarás
pero el oleaje
de una espuma
remota confluía
sobre mis actos
y entre mis palabras
(únicas nunca
ajenas, nunca mías):
El mar que es
agua pura ante los peces
jamás ha de
saciar la sed humana.
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