(L230) El astillero (1961)
Juan Carlos Onetti,
El astillero (1961)
Primera novela que
comentamos de este especial autor uruguayo. Juan
Carlos Onetti (1909-1994) no es un autor mayoritario, su escritura
barroca de frases largas, melancólicas e inacabables, con un cierto estilo
faulkneriano, necesita casi de un especial estado de ánimo para leerlo. “Eran
las cinco de la tarde, al fin de un día de invierno soleado. A través de los
tablones mal pulidos, groseramente pintados de azul, Larsen contempló
fragmentos rombales de la decadencia de la hora y del paisaje, vio la sombra
que avanzaba como perseguida, el pastizal que se doblaba sin viento. Un olor
húmedo, enfriado y profundo, un olor nocturno o para ojos cerrados, llegaba
desde el estanque. Al otro lado, la casa se alzaba sobre los delgados prismas
de cemento, sobre el alto hueco de oscuridad violácea, sobre pilas de colchones
y asientos de verano, una manga de riego, una bicicleta. Bajando un parpado
para mirar mejor, Larsen veía la casa como la forma vacía de un cielo
ambicionado, prometido; como las puertas de una ciudad en la que deseaba
entrar, definitivamente, para usar el tiempo restante en el ejercicio de
venganza sin trascendencia, de sensualidades sin vigor, de un dominio
narcisista y desatento”.1
Argumento: A la ciudad mítica de Santa María vuelve
Larsen, alias Juntacadaveres2, cinco años después de haber sido
desterrado. Se fija en Angélica Inés Petrus: “La mujer volvió a reírse y él no
quiso mirarla; algo le decía que sí, el rumor de la lluvia hablaba de revanchas
y de méritos reconocidos, proclamaba la necesidad de que un hecho final diera
sentido a los años muertos”.3
Larsen se
entrevista con Petrus, el dueño del astillero en quiebra, quien le ofrece el
puesto de Gerente General. Hay dos empleados, Gálvez es el más joven, trabaja
en administración y Kurz, el mayor, en la parte técnica. “Iba vigilante,
inquieto, implacable y paternal, disimuladamente majestuoso, resuelto a
desparramar ascensos y cesantías, necesitando creer que todo aquello era suyo y
necesitando entregarse sin reservas a todo aquello con el único propósito de
darle un sentido y atribuir este sentido a los años que le quedaban por vivir
y, en consecuencia, a la totalidad de su vida”.4
La visita de
Larsen al Doctor Díaz Grey, su antiguo amigo, en Santa María para informarse
sobre Petrus y el astillero. El doctor había examinado dos veces a Angélica
Inés, cree que es medio idiota. Los dos empleados con el consentimiento
implícito de Larsen se dedican al chalaneo de la mercancía vieja para sacarse
unos pesos.
Se produce la
visita al astillero de Angélica Inés, su posterior huida. Larsen pretendía
pedir su mano. ¿Qué ocurrió en aquella entrevista? Larsen se siente asimismo
atraído por la mujer de Gálvez, embarazada, a punto de partir, que vive en una
casucha miserable. Todo se complica cuando Gálvez desaparece y denuncia al
dueño Petrus por falsificar documentos…
Comentario: Leí El
Astillero (1961) hace veinte años, en lo que fue entonces para mí un
momento difícil de mi vida. La relectura que he hecho actualmente no me ha
producido, afortunadamente, la misma sensación de desamparo, angustia y
desasosiego, entre otras cosas porque hoy soy otra persona.
Para leer a Onetti
se necesita tiempo y tristeza. En esta ocasión, he podido saborear su estilo
recargado, barroco, circular y pesimista sin caer en la desolación. Como dice
J. Ernesto Ayala-Dip “todo conduce a la construcción de una poética de la
distancia, del desapego, de la indiferencia existencial”.5
“Todos sabiendo
que nuestra manera de vivir es una farsa, capaces de admitirlo, pero no
haciéndolo porque cada uno necesita, además, proteger una farsa personal”.6
NOTAS:
1.- Juan Carlos
Onetti, El astillero, Cátedra,
Madrid, 1993, p. 71.
2.- Juntacadáveres es una novela de Onetti
publicada en 1964 donde se narran hechos que sucedieron cinco años antes de los
explicados en El Astillero entre Larsen y Díaz Grey.
3.- Ibídem, pp. 66-67.
4.- Ibídem, p. 85.
6.- Ibídem,
p. 138.
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