(L385) El asno de oro (180 d.C.)
Apuleyo, El asno de oro (180 d.C.)
Sabemos de Apuleyo (123-170 d.C.)
a consecuencia de un proceso contra él que se instó por brujería. Camino de
Alejandría cae enfermo y hace un alto en Oea (Trípoli) hospedándose en casa de
los Apios, donde recibe la visita de Sicinio Ponciano, compañero de estudios en
Atenas, quien se lo lleva consigo a su propia casa. Allí vive con su madre
Pudentila que es viuda y rica; aunque mayor que Apuleyo, no deja de ser, todavía,
atractiva. Apuleyo, orador ya famoso y, al parecer, bien agraciado, cautiva el
corazón de la viuda, casándose con ella. Los familiares de ésta, viendo
frustradas sus esperanzas de heredarla, promueven un juicio contra el orador,
acusándolo de haber conseguido el matrimonio sirviéndose de artes mágicas. (¿Qué
mayor magia existe que el amor?). El juicio se celebró el 158 ante el procónsul
Claudio Máximo. Apuleyo sale absuelto. Todavía no había escrito El asno de oro donde trata en
profundidad el tema de la brujería.
Se trata del relato que
un joven, llamado «Lucio», hace de las peripecias que ha sufrido desde que, al
llegar a Hipata (en Tesalia), y por un desventurado accidente mágico, se
transforma en asno, hasta que recupera su forma humana gracias a la intercesión
de la diosa Isis.1 Me baso para este comentario, aparte de mis
observaciones, en la excelente introducción de Francisco Pejenaute Rubio.
La obra presenta tres
partes bien diferenciadas: una primera en la que Lucio cuenta las peripecias
anteriores a su metamorfosis (Libros I-III 23); una segunda, la más extensa, en
que asistimos al deambular de Lucio-asno en manos de diversos amos (Libros III
24- XI 12); y una tercera con los acontecimientos posteriores a la recuperación
de su primitiva forma humana.
Es un claro ejemplo de
novela abierta, en cuya trama central
se van incrustando múltiples historias que se insertan en ella tanto mediante
el sistema de enhebramiento (por el
que se anudan historias y peripecias ocurridas al propio protagonista o a
alguno de los personajes) como de encuadramiento
(introducción de episodios narrados por alguno de los personajes del relato).2
Ahora bien, la inserción
de un relato, en no pocas ocasiones, es una inserción múltiple, en el sentido
de que una segunda historia se inserta en una primera, una tercera en la
segunda, etc. El procedimiento ha sido profusamente empleado en la novelística;
el caso más notable que conocemos es el de El
manuscrito encontrado en Zaragoza (1804-1805) de Jan Potocki, donde Alfonso
cuenta que Dja’far cuenta que el sastre cuenta que el barbero cuenta que su
hermano cuenta…3
La curiosidad es una
característica que encontramos en muchos de los personajes del Asinus, especialmente en los
protagonistas de la novela (Lucio) y del cuento de Amor y Psique (Psique), hasta poderse afirmar que la curiosidad es
el auténtico motor del relato en ambos casos: las desventuras de Lucio tienen
como arranque su insaciable curiosidad por tomar conocimiento directo del mundo
de la magia; y lo mismo podemos decir de la curiosidad de Psique por descubrir
la identidad de su misterioso esposo.4
Ya los antiguos
distinguieron bien los dos tipos de curiosidad: la positiva (deseo de aumentar
los propios conocimientos, de lo que conduce a un afán por aprender, con lo que
se logra un mejoramiento de la personalidad) y la negativa o malsana (deseo de
aprender cosas superfluas o incluso peligrosas). Los filósofos estoicos
censuraron agriamente esta última y Apuleyo se comporta de igual manera en no
pocos pasajes de su novela.5
Un mundo de violencia y
de crueldad sin límites atraviesa la obra; mundo de desasosiego, de temor, y de
incertidumbre. A lo largo de él camina, aunque afligido, adelante, siempre
adelante, en cusca de unas rosas esquivas, el malhadado de Lucio-asno, retrato y
estampa, tal vez, del hombre que, herido en su condición humana, busca su cura
en un ansiado y huidizo encuentro con la divinidad.
Lucio convertido en asno,
representaría al hombre sometido al pecado y a la más baja materialidad, que no
encuentra su salvación hasta su encuentro con la diosa. La lectura del libro es
fresca, desenfadada, procaz incluso en algún momento, y muy cercana a nuestra
modernidad.
El título asinus aureus, el asno rojizo, que por
su color viene a ser representante del mal y del pecado. La traducción de Diego López
de Cortegana, Sevilla, 1513 es la mejor en cuanto a calidad y
fidelidad.
NOTAS:
1.- Apuleyo, El asno de oro, Gredos, Madrid, 2010, p.
27.
2.- Ibídem, p. 28.
3.- Ibídem, p. 30.
4.- Ibídem, p. 31.
5.- Ibídem, p. 32.
6.- Ibídem, p. 34.
Comentarios
Publicar un comentario