(L101) La geometría del amor 1979)


John Cheever, La geometría del amor (1979)

Para muchos críticos y lectores John Cheever (1903-1982) está considerado como el Chejov de la clase media americana. Fue expulsado del colegio por fumar y ser poco aplicado en los estudios, por lo que su educación formal concluyó a los diecisiete años. Esta vivencia marcó, junto al alcoholismo y la depresión, su difícil vida. "No hay hogar, ni seguridad o permanencia en este mundo", escribió en sus Diarios. Está considerado el cronista más sensible e insidioso de la vida de los suburbios estadounidenses. Sus relatos le dieron el premio Pulitzer del año 1979.

La colección de dieciocho relatos de que consta La geometría del amor tienen, a mi modo de ver, una calidad desigual si bien hay algunos excelentes a otros los encuentros un poco flojos. Los títulos son los siguientes: 1.- Adiós, hermano mío. 2.- El enorme receptor de radio. 3.- La cura. 4.- La geometría del amor. 5.- El ladrón de Shady Hill. 6.- Una norteamericana culta. 7.- Las joyas de los Cabot. 8.- El ángel del puente. 9.- El brigadier y la viuda del golf. 10.- Las casas a orillas del mar. 11.- El océano. 12.- El nadador. 13.- El mundo de las manzanas. 14.- La cuarta alarma. 15.- Miscelánea de personajes que no figurarán. 16.- La muerte de Justina. 17.- El marido rural. 18.- Una visión del mundo.

Cheever explica en sus Diarios el porqué de su elección por el relato corto: “Un cuento o un relato es aquello que te cuentas a ti mismo en la sala de un dentista mientras esperas que te saquen una muela. El cuento corto tiene en la vida, me parece a mí, una gran función. Es, también, en un sentido muy especial, un eficaz bálsamo para el dolor: en un telesilla que te lleva a la pista de esquí y que se queda atascado a mitad de camino, en un bote que se hunde, frente a un doctor que mira fijo tus radiografías… Pasamos el tiempo esperado una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. Estoy muy seguro de que, en el momento exacto de la muerte, uno se cuenta a sí mismo un cuento y no una novela”.

Comentaré los dos que más me han gustado: 12.- El nadador: los Westerhazy conversan, Neddy Merril es un hombre atlético que decide ir nadando a su casa a través de las piscinas del condado. Decide bautizar al itinerario con el nombre de su mujer, río Lucinda. A través del viaje se va enterando de cosas sobre su vida, le han ocurrido desgracias, el tiempo ha pasado velozmente. El nadador es junto al El marido rural, el intento más exitoso del autor a la hora de trasladar motivos antiguos y mitológicos al territorio del suburbio, a la vez está plagado de ecos de otros textos. La Odisea de Homero y el Ulises de Joyce. Son autores que logran concentrar una vida entera en apenas un día o un instante. Como muchas de las historia de Cheever, ésta concluye con una suerte de epifanía bautismal del hombre para sólo así producir una transfiguración de todo lo que lo rodea.

17.- El marido rural. Francis Weed viaja en avión cuando a causa del mal tiempo aterrizan de emergencia en un maizal. Cuando llega a su casa e intenta explicarlo nadie le presta atención: los niños se pelean, Julia, su mujer, prepara la cena. Al día siguiente acude con su mujer a una fiesta donde reconoce en la nueva criada a una mujer normanda acusada de colaboracionismo, la conoció cuando era soldado en Francia. De vuelta a casa acompaña a la niñera a su casa, se siente atraído por su belleza. Esa noche sueña con la muchacha. Al día siguiente se siente exultante en su apetito hacia la vida, le compra un brazalete en una joyería, se siente enamorado de la joven Anne Murchison. El joven Clayton visita la casa de los Weed, Francis descubre que el muchacho es el novio de Anne. Francis y Julia se pelean, ella le dice que no la quiere. Él decide visitar a un psiquiatra para contarle que está enamorado…

En la literatura de Cheever prevalece un esfuerzo por dejar bien asentadas las preocupaciones y creencias religiosas del autor, donde los límites entre la ficción como fuerza salvadora y la presencia divina se confunden en una misma cegadora luz. Es aquí donde aparece uno de los párrafos más citados para establecer un Credo Cheeveriano: “La novelística es arte y el arte es el triunfo sobre el caos (nada menos) y podemos alcanzar este propósito sólo gracias al más atento ejercicio de la selección, pero en un mundo que cambia más velozmente de lo que podemos percibir siempre existe el peligro de que se confunda nuestra capacidad de selección y que la visión que proponemos acabe en nada”. 

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