Carlos Castilla del Pino - "De viva voz" en la Biblioteca Virtual de Andalucía.
“El
conocimiento del hombre, mucho antes que en la psiquiatría, está en Cervantes o
Shakespeare”.
Carlos Castilla del
Pino nunca dejó de tener presentes sus primeras lecturas: Teresa de Ávila y
Juan de la Cruz, Recuerdos de mi vida
de Santiago Ramón y Cajal y Apolo:
Historia general de las artes plásticas, del que fuera director del Museo
del Louvre Salomón Reinach, son traídas no sólo en su discurso de ingreso en la
Real Academia de la Lengua el 7 de marzo de 2004, sino también en la entrevista
que la Biblioteca Virtual de Andalucía ofrece a sus lectores, y serán un hilo
conductor y recurrente en sus reflexiones a lo largo de toda su vida.
Nació en San Roque, una
pequeña ciudad de la provincia de Cádiz, el 15 de octubre de 1922. De los años
de su infancia y adolescencia recuerda en la conversación los largos veranos en
la casa familiar, alivio de la severidad del internado en el Colegio Salesiano
de Ronda, donde cursó los primeros estudios, y en los Escolapios de Sevilla,
donde hizo el bachillerato. De entonces, una persona destaca sobre todas en su
vida: Don Federico Ruiz Castilla, a quien “yo le debo…, no sé, el noventa y
ocho por ciento de mi concepción del mundo, me abrió un horizonte al
pensamiento liberal, al pensamiento abierto…”, Ramón y Cajal, Ortega y Gasset,
Baroja, insiste en su recuerdo.
Con 18 años inicia la
carrera de medicina en la Universidad Central de Madrid. Fue alumno interno del
Departamento de Psiquiatría del Hospital General que dirigía López Ibor, donde
conoció a los discípulos de Gonzalo Rodríguez Lafora y José Miguel Sacristán,
representantes de la excelente psiquiatría de la II República, entre ellos:
Eugenio Olivares, Bartolomé Llopis o Manuel Peraita, quien se formó con
Förster, el gran maestro de la neurología alemana inmediatamente anterior a la
II Guerra Mundial. Castilla del Pino reconoce en la conversación su formación en
psiquiatría alemana cuando explica las historias clínicas: “toda historia es
una patografía, es decir, no es sólo la historia de su enfermedad, sino de la
enfermedad de usted”.
Entre 1946 y 1949
continuó en aquel Departamento, pero ya de médico interno, al tiempo que
colaboraba en el Departamento de Histología del Sistema Nervioso del Instituto
Santiago Ramón y Cajal. Leyó su tesis doctoral en 1947, Fisiología y patología
de la percepción óptica del movimiento, dirigida por el catedrático de
oftalmología Dr. Buenaventura Carrera.
Marcha a Córdoba en
1949 al ganar por oposición la plaza de director del Dispensario de Psiquiatría
de la ciudad, institución en la que llevó a cabo toda su actividad clínica a
partir de entonces. En aquel momento descubre y constata la “influencia del
entorno” en el individuo, nos cuenta: “llego a un dispensario donde el enfermo
viene con familia, donde yo tengo que recetar y me dicen: ‘no me recete usted,
porque yo no puedo comprar las medicinas’, es cuando me doy cuenta de cuál es
la situación social en España, sobre todo en Córdoba”, por lo que explica: “mi
ida a la política es a partir de una especie de moral”.
Por motivos políticos
no pudo ejercer la enseñanza en la Universidad hasta 1977. Desde entonces
desarrolló en la Facultad de Medicina de Córdoba una extraordinaria labor
docente, que culminó en 1983 con la obtención de la cátedra extraordinaria de
Psiquiatría y Dinámica Social. A partir de su jubilación en 1987 continuó su
labor investigadora en el Aula de la Fundación Castilla del Pino, creada en
1993 con el objetivo de promocionar la psiquiatría y asumir las funciones del
Instituto de Investigación Psicopatológica.
Dos etapas se
distinguen tanto en su pensamiento como en su actividad clínica. Entre 1946 y
1965, Castilla del Pino podría ser definido como neuropsiquiatra y
neuropatólogo, siguiendo la tradición iniciada por Ramón y Cajal y continuada
por Lafora, Sacristán y otros psiquiatras españoles anteriores a la Guerra
Civil, influido, además, fuertemente en sus reflexiones por la fenomenología de
Husserl, Max Scheler y Heidegger. La abundante, aunque dispersa, bibliografía
de este periodo, artículos repartidos por diversas revistas científicas, fue
recopilada en 1987 en Cuarenta años de Psiquiatría.
En la segunda, entre
1965 y 1972, su campo de investigación queda centrado en el análisis del
lenguaje: “la relación interpersonal es interpretativa, nosotros sacamos
conclusiones sobre el otro a través de su comportamiento lingüístico”, lo que
da pie a su teoría “hermenéutica del lenguaje”, desarrollada en Introducción a la hermenéutica del lenguaje
(1972) y que ha sido aplicada a la psicopatología, Criterios de objetivación en psico(pato)logía (1977), y al habla en
general, incluida el habla literaria. "La Hermenéutica fue completada más
tarde con la 'teoría del texto' y ésta permitió el análisis macroestructural
del lenguaje", leemos en El análisis
del discurso y su aplicación a la psico(pato)logía (1988).
Dos textos de esta
época son comentados en la entrevista por su gran difusión y aceptación, aunque
no fueran escritos con un propósito divulgativo: Un estudio sobre la Depresión (1966) y Cuatro ensayos sobre la mujer (1971). También sus novelas: Discurso de Onofre (1999) y Una alacena tapiada (1991).
Su autobiografía, Pretérito imperfecto (1997), ganadora
del premio Comillas, y Casa del olivo
(2004), es un extraordinario testimonio de la España de posguerra, tanto en el
ámbito de lo científico y cultural como de lo cotidiano.
Carlos Castilla del
Pino falleció la mañana del día 15 de mayo de 2009 en su casa de Castro del
Río, Córdoba.
De la lectura que nos
dedica, una semblanza de su mentor Don Federico Ruiz Castilla en Pretérito imperfecto, entresacamos su
consejo: “El tiempo, mi querido Carlitos, el tiempo no se puede perder ni en un
solo instante. Los grandes hombres han dedicado todo su tiempo, sin reparar en
sacrificio, sin reparar en el sueño, al trabajo, al estudio, a la
investigación. El talento sin la tenacidad no es nada. Sólo así se puede dejar
algo para la posteridad”
"De viva voz"
en la Biblioteca Virtual de Andalucía.
Estimado Tomás,
ResponderEliminarmuchas gracias por la atención que le ha dedicado a mi marido, Carlos Castilla del Pino, durante estos años. He repasado su blog y he releído entrevistas y artículos que me traído, de nuevo, amables imágenes de él.
Ahora se acaba de publicar su último libro, el único que dejó en sus archivos prácticamente preparado para la imprenta. Se trata de una colección de "Aflorismos" recién editada por su editorial Tusquets.
De nosotros depende que su legado intelectual y humanista se mantenga vivo.
Un saludo agradecido y cordial
Celia Fernández Prieto