(L135) Emma (1815)
Jane Austen, Emma (1815)
Emma Woodhouse
es la primera heroína de Jane
Austen (1775-1817) que no tiene problemas económicos, lo que, según
dice la ingenua señorita Harriet Smith, es la razón por la que no quiere
casarse: “Una mujer sola con buena fortuna siempre es respetable, y puede ser
tan sensata y agradable como cualquier otra”. Esta es una gran diferencia con
las otras novelas de Austen, en las que la lucha por casarse es el foco
principal de la historia. Los amplios recursos financieros de Emma hacen a esta
novela más ligera que los anteriores trabajos de Austen, como Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio. Las perspectivas de
Jane Fairfax, en cambio, son más bien sombrías puesto que no posee medios de
subsistencia y se la ha formado como institutriz para que pueda ganarse la vida.
Emma permanece
sorprendentemente inmune a la atracción romántica y al deseo sexual. En
contraste con heroínas de Austen como Elizabeth Bennet y Marianne Dashwood, que
se sienten atraídas por el hombre equivocado antes de asentarse con el
correcto, Emma no muestra ningún interés romántico en los hombres que conoce.
Queda genuinamente sorprendida y de alguna manera repugnada cuando el señor
Elton le declara su amor. Su capricho por Frank Churchill representa más un
deseo de un poco de drama en su vida que un verdadero amor romántico. Es
totalmente incapaz de comprender el afecto en ciernes entre Harriet y Robert
Martin; interpreta su posible matrimonio sólo en términos de acuerdos
financieros y ambición social. Sólo después de que Harriet Smith revele su
interés en el señor Knightley se da cuenta Emma de sus propios sentimientos
hacia él.
En estos dos
aspectos, Emma se diferencia notablemente de otras heroínas de Austen. Pero se
parece a Elizabeth Bennet y Anne Elliot, entre otras, en que es una joven
inteligente con poco que hacer y ninguna capacidad de cambiar su ubicación o su
rutina diaria. Aunque su familia la quiere y sus circunstancias económicas son
cómodas, su vida cotidiana es realmente aburrida, y tiene pocos compañeros de
su propia edad (21 años) cuando comienza la novela. Sus determinadas e ineptas
intrigas por hacer de casamentera pueden representar una muda protesta contra
la estrecha perspectiva vital de una mujer rica, especialmente de una mujer
soltera y sin hijos.
Así, se empeña
en educar a Harriet Smith, una bella joven de origen incierto, para elevarla de
posición y casarla con el Señor Elton, pese a sus verdaderos sentimientos. La
muchacha se ilusiona sin que llegue a concretarse la unión; luego intentará con
Frank, admirador suyo, pero fracasa de nuevo en su intento, convirtiéndola en
la víctima de sus propios desvaríos, en medio de enredos, confusiones,
decepciones que ocasiona en aquellos que sucumben a su inteligencia y su fuerza
de persuasión.
Con la mejor de
las intenciones, Emma trata de hacer a Harriet más culta haciéndola cortar con
los amigos de una clase más baja y alentándola a aspirar a hombres elegantes de
mayor clase. Al hacer eso, Harriet casi pierde a sus más sinceros amigos, los
Martin. Éste no es el único paso en falso de Emma. Ella también imagina que el
hijo del Señor Weston, Frank Churchill, está enamorado de ella y no es reacia a
un pequeño e inofensivo flirteo con él o incluso a algún peligroso cotilleo
sobre su rival de la infancia, Jane Fairfax, la talentosa sobrina de sus
vecinas las Bates. Mientras Emma está ocupada echando a perder enlace tras
enlace, el Señor Woodhouse está demasiado preocupado con sus enfermedades imaginarias
(p. 239) como para poner a su hija en el camino correcto.
Tan sólo el
señor Knightley, amigo de la familia y quien la conoce desde niña, tiene la suficiente
objetividad para censurarla y hacerle ver la falta de juicio en muchas de sus apreciaciones.
Finalmente, cuando los errores que comete y los daños que ocasiona, le hacen
perder poco a poco la confianza en sí misma, se revelan sus verdaderos sentimientos
hacia su natural contradictor, encaminando felizmente su vida.
Sin embargo Emma va más allá de ese cariz divertido
y aparentemente despreocupado, se trata de una novela madura, en la que una vez
más somos invitados a vislumbrar el artificial mundo de las apariencias y las
dependencias sociales en una apacible villa campestre. Existen unas estrictas
normas, donde las clases sociales están muy diferenciadas y se nos dice con
quién se puede uno reunir, frecuentar, hablar, bailar, etc. Retrata muy bien la
vida social de la época, con sus costumbres y moral rígida, basada sobre todo en
las conveniencias: “y en todos los aspectos era un enlace tan adecuado, tan
conveniente, tan inobjetable, y, en un punto de la mayor importancia, tan
peculiarmente deseable” (p.510).
El valor de la
amistad y del amor se verá empañados por prejuicios injustificados y sobre todo
por la afectación y esnobismo que amenazan con deshumanizarnos. Las cuestiones
morales encuentran explicación en la actuación social de los personajes. Así,
el vanidoso señor Elton se niega a bailar con Harriet porque es hija ilegítima;
entonces el señor Knightley, poco bailón, la saca de inmediato para subsanar la
ofensa.
Jane Austen nos
dice: “Estoy realmente angustiada con la idea de que a aquellos que prefirieron
Orgullo y Prejuicio, les parecerá
inferior en ingenio, y a aquellos que prefirieron Mansfield Park les resultará menor en sensatez”. Nosotros también
somos de esa opinión, creemos que Emma,
sin dejar de ser una buena novela, es inferior en calidad a las otras dos obras
citadas.
Graicas por este buen comentario :)
ResponderEliminar