(L212) La vida es sueño (1636)
Pedro Calderón
de la Barca, La vida es sueño (1636)
Hoy comentamos
un autor que está dentro de nuestro Canon universal. Se trata de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) y tal vez su
obra más conocida La vida es sueño
(1636), un drama filosófico en tres jornadas, como lo calificó Marcelino
Menéndez Pelayo. Me ayudo para el siguiente artículo de las opiniones y el buen
saber de Alberto Porqueras-Mayo1.
El teatro de
Calderón supone una intensificación de las fórmulas dramáticas de Lope,
expuestas por el propio Lope en su Arte nuevo
de hacer comedias (1609). Calderón, por tanto, hará caso omiso de las
llamadas tres unidades (tiempo, lugar y acción), que fueron atribuidas
erróneamente a Aristóteles por algunos comentaristas del Renacimiento. Dividirá
sus obras en tres actos: en el primero planteará el problema, en el segundo se
delimita el núcleo o tensión dramática y en el tercero se produce el desenlace.
Dará libertad absoluta de temas y de situaciones, procurando que no se
contravengan las leyes del decoro, es decir, que cada personaje actúe, hable y
se desenvuelva según corresponde a su clase social, edad, estado. Existirá una
intención didáctica por debajo de la creación artística, siguiendo hasta cierto
punto los postulados de Horacio de “aprovechar y deleitar” al mismo tiempo.
Calderón se
distingue de Lope de Vega por su preferencia o especialización en temas del honor, también tratados por
Lope, pero sin la obsesión, profusión y, a menudo, truculencia que adquirirían
en la pluma de Calderón.
Pero si ya ha
sucedido
un peligro, de
quien nadie
se libró, porque
el honor
es de materia
tan fácil
que con una
acción se quiebra
o se mancha con
un aire, (1, IV)
Otra distinción
importante es la preferencia de Calderón por el manejo de concepciones
simbólicas, no sólo en sus autos sacramentales, sino en muchas otras obras,
como esta que tratamos, lo cual encaja muy bien en los momentos avanzados del
período barroco, del que Calderón será uno de sus máximos exponentes. Los
románticos alemanes, que fueron quienes “descubrieron” a Calderón para el resto
de Europa, destacarán, precisamente las grandes concepciones simbólicas de
Calderón. De aquí la gran admiración de Goethe, los hermanos Schlegel,
Schopenhauer, etc., que algunas veces, colocan el arte de Calderón por encima
de Shakespeare. Otro atractivo de Calderón, para los alemanes, es que las
concepciones simbólicas profundas se presentan con un ropaje vistoso de colores
exteriores y de lenguaje muy poético, lo que reviste el arte calderoniano, para
los ojos nórdicos, de un aire meridional.
El tema
fundamental de La vida es sueño es
considerar la vida terrena como un sueño, del que se despierta a la verdadera
vida eterna con la muerte. Se trata de llamar la atención sobre la fugacidad de
la vida, la inestabilidad de la misma, y la importancia de llenarla de buenas
acciones. Determinar las fronteras entre lo real y lo aparente, lo permanente y
lo fugitivo. Veamos el magnífico soliloquio de Segismundo (2, XIX):
Es verdad; pues
reprimamos
esta fiera
condición,
esta furia, esta
ambición
por si alguna
vez soñamos.
Y sí haremos,
pues estamos
en mundo tan
singular,
que el vivir
sólo es soñar;
y la experiencia
me enseña
que el hombre
que vive sueña
lo que es hasta
despertar.
Sueña el rey que
es rey, y vive
con este engaño
mandando,
disponiendo y
gobernando;
y este aplauso
que recibe
prestado, en el
viento escribe,
y en cenizas le
convierte
la muerte
(¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien
intente reinar,
viendo que ha de
despertar
en el sueño de
la muerte!
Sueña el rico en
su riqueza
que más cuidados
le ofrece;
sueña el pobre
que padece
su miseria y su
pobreza;
sueña el que a
medrar empieza,
sueña el que
afana y pretende,
sueña el que
agravia y ofende;
y en el mundo,
en conclusión,
todos sueñan lo que
son,
aunque ninguno
lo entiende.
Yo sueño que
estoy aquí
destas prisiones
cargado,
y soñé que en
otro estado
más lisonjero me
vi.
¿Qué es la vida?
Un frenesí.
¿Qué es la vida?
Una ilusión,
una sombra, una
ficción,
y el mayor bien
es pequeño;
que toda la vida
es sueño,
y los sueños,
sueños son.
No olvidemos que
en toda Europa se producen experimentos inyectados por una gran desazón
espiritual, provocada por una duda que hoy llamaríamos existencial. Dos años
más tarde2, en 1637, en Francia, Descartes publica el Discours de la méthode, donde se
examinan las implicaciones de la duda metódica. Varios años antes, en
Inglaterra, Shakespeare somete a su personaje Hamlet al aguijón de la duda
constante. Pero el gran precedente europeo fue Cervantes, que en 1605, por
medio del Quijote, examina la
realidad a través de varios niveles. Nos viene a decir allí que las cosas no
sólo son lo que son sino como yo las veo o quiero que sean.
Segismundo en el
primer monólogo afirma: “pues el mayor delito del hombre es haber nacido” (1,
II). Diríase que ésta es la tesis central que, como un enorme silogismo, yace
bajo la bella armazón artística de la obra. No es hasta el tercer acto, cuando
al vencerse a sí mismo Segismundo y perdonar a su padre, se llega a la conclusión
(en este caso positiva y contraria al enunciado inicial) del silogismo, y se
demuestra, con los hechos, que si vale la pena haber nacido. Calderón como
escritor católico, tiene que inclinarse por esta solución.
Junto a esta
acción principal existe una intriga secundaria representada por Rosaura y su
problema de honor, restaurado al final, gracias, sobre todo, a Segismundo.
Aunque Calderón ha creado una obra de profundo andamiaje filosófico, ha
reservado la intriga secundaria para hacer concesiones al gusto de un público
menos sofisticado, que es el que acabará viendo en el futuro esta creación
palaciega. Y es en la intriga secundaria donde encontramos el tema del honor,
la presencia del gracioso y la teatral manipulación del tema del disfraz varonil
en la mujer. En todo no hace más que seguir los consejos de Lope de Vega en el Arte nuevo.
Desde mi punto
de vista los dramas de Calderón son de un nivel parejo a los de Shakespeare,
sin embargo, en España y en los autores españoles falta esa libertad que tiene
el dramaturgo inglés a la hora de tratar cualquier tema; sus reyes son mendaces
y muchos de sus personajes no creen en Dios ni en la otra vida (ver el monólogo
de Macbeth). En cambio en los dramas
de Calderón siempre tienen la última palabra el Rey y la religión, que siempre
obran bien y nunca se equivocan.
La vida es sueño queda como una de las obras
maestras, junto a El príncipe constante
(1629), del teatro calderoniano y es una de las cimas señeras del teatro
europeo en el siglo XVII. Otras obras que también os recomendamos son: La dama duende (1629) y El alcalde de Zalamea (1651).
NOTAS:
1.- Albert Porqueras-Mayo (1930-2003), su legado está depositado en la
Universidad de Lleida.
2.- La vida es
sueño se representó en 1635 y se publicó en 1636.
Maravillosa obra de Calderón, escrita en el siglo XVII los temas que trata continúan estando de rigurosa actualidad.
ResponderEliminar¡No podía faltar en tu blog, Tomás!
Beatriu
Hola, Tomás. De nuevo un comentario muy bueno y acertado. Es una obra magistral.
ResponderEliminarEnhorabuena por la segunda edición de tu libro. Es una noticia muy buena.
Que paséis un buena verano. Un abrazo muy cariñoso,
Adelaida
"El delito mayor del hombre es haber nacido". Se adelantó a Cioran. No se si alguien lo dijo antes. Cioran lo dice por el mismo. Calderón lo pone en boca de un personaje, no se hasta que punto lo representa a el.
ResponderEliminar"El delito mayor del hombre es haber nacido". Parece ser que a este planteamiento de Calderón hay antecedentes en los místicos sufís persas, en Plinio el Viejo, en Platón y en Santo Tomás.
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