(L240) Primavera sombría (1969)
Unica Zürn, Primavera sombría – El hombre jazmín
En Primavera sombría (1969) se nos cuenta
la infancia de la protagonista Unica
Zürn (1916-1970) es una escritora y pintora alemana inclasificable. La ausencia del
padre a quien adora, el odio hacia la madre y la indiferencia hacia el hermano.
Sus miedos nocturnos al gorila. Su amiga Elisa con quien representa obras
teatrales. Su despertar sexual, todos los pensamientos parecen girar en torno
al sexo. Las niñas presumen de sus imaginarias aventuras con los hombres. Se
enamora de su compañero Eckbert. Su desolación ante la brevedad del amor. Su
primer amor platónico, un hombre de ojos negros, pero ella es una niña. Lo ve
en los baños públicos. Un día que él está enfermo se atreve a visitarlo, le
lleva una bolsa con melocotones. Le pide una fotografía suya. Aparecen sus primeros síntomas de enfermedad mental con instintos suicidas.
En El hombre jazmín (1977) una niña ve a un
hombre paralítico de hermosos ojos azules. Todos los hombres que conoce los
compara con el hombre jazmín. Su obsesión por los números. Tiene alucinaciones,
las imágenes le parecen verdad. Escribe anagramas incomprensibles no exentos de
poesía. Unos seres la rodean: “Formas grandes –como alas- se acercan flotando,
abriéndose y cerrándose –pocas al principio- hasta que, lentamente, la
habitación se llena de ellas, y le parece encontrarse en presencia de fenómenos
que nada tienen que ver con este mundo. Nadie que ella conozca le ha hablado
nunca de semejantes apariciones. Estas criaturas o seres –no puede llamarlas de
otra manera- muestran el claro y angustioso propósito de rodearla. Desprenden
un algo corrosivo y destructor, y ella siente el miedo, olvidado, de su niñez a
lo horrible e inexplicable. (…) ella se acostumbra a su extraña presencia,
hasta que advierte que estas alas son inmateriales, y vuelan atravesando su
cuerpo erguido, como si también ella fuera inmaterial. Esto la encanta y la
horroriza a la vez”.1
Nos describe la
emoción que siente al volver a su ciudad: “En todas las calles por las que
transita, salen a su encuentro pequeños grupos de niños –pequeñas quintas
columnas- y ella ve en esto la señal de que aquí se la esperaba. En todos los
patios se vacían los cubos de la basura –adondequiera que va, se barre a su
paso la hojarasca del otoño. ¿Se prepara la ciudad para un nuevo nacimiento? Si
entra en una tienda a comprar algo, deja más dinero de lo que cuesta la compra
y al salir se despide con estas palabras: “¡Enhorabuena por el natalicio!”
Naturalmente, los de las tiendas están encantados. Adondequiera que va
encuentra una amplia sonrisa. Y ella empieza a caminar de un modo nuevo: con
una rapidez y una ligereza increíbles. Le parece flotar a dos centímetros del
suelo -¡ella vuela! Está segura de que muy pronto se celebrará una gran fiesta.
Escribe rápidos mensajes sobre papel blanco dirigidos a los poetas que ama. Los
enrolla y desde la ventana hace volar estos pájaros blancos, emisarios de su
transfiguración”.2
Se pierde por las
calles, la ingresan en el sanatorio de Wittenau, padece esquizofrenia. Sus
compañeras de manicomio: dos son de tendencias suicidad, otra tiene la manía del
aseo, la vieja que no tiene descanso porque las voces no la dejan. Unica quiere
marcharse del sanatorio pero los médicos no la dejan. Se intenta cortar las
venas y la llevan al Pabellón B. El abatimiento. Sus amigos de Berlín la sacan
de Wittenau, vuelve a París con su amigo. Decide escribir sobre la aventura de
su enfermedad. Se siente pletórica con la fuerza de un gigante. Quiere ser
bailarina y compositora, vuelve al delirio. La internan en una maison de repos. El proceso de la
enfermedad siempre es el mismo: “Pero ella ya empieza a caer en el abismo de
una nueva y profunda depresión, como si ésta fuera la ley de su enfermedad.
Unos cuantos días fabulosos, unas cuantas noches con las estremecedoras
experiencias de la alucinación, una breve euforia, la sensación de ser
extraordinaria, y después, la caída, la realidad, el desengaño”.3
Unica tiene
confianza en el doctor Rabain quien la anima a terminar su borrador. La anciana
del manicomio delira y tiene una crisis erótica aguda. Su afición por el
tabaco. Hans Bellmer el pintor, fascinado por el fetichismo, que es a la vez su
pareja la visita; también lo hacen sus amigos. Unica Zürn es la escritora que
mejor ha tratado el tema de la demencia y su vertiente poética: “Le recomiendo
que esta noche duerma en el gabinete de los plexos solares –dijo el doctor
Mortimer-. Es el dorado centro del cuerpo donde reina la paz, salvo en el
estado del amor o del odio, pero para esos estados se encuentra usted ahora muy
débil, por lo que nada la molestará en este gabinete”.4
“Mi corazón, del
que no tengo una gran opinión porque suele comportarse como un idiota, ha sido
atravesado varias veces más. Siempre está poniéndose de blanco, como si no le
importara. Es denigrante. Empiezo a prescindir de mi corazón. Por ello prefiero
regirme por el plexo solar. Como ya he dicho, me parece la parte más noble de
mi cuerpo. Mi corazón, por el contrario, se ha envilecido y no quiero saber
nada más de él Tiene un carácter asquerosamente femenino. (…) De ahora en
adelante, no pienso darme por enterada de las cuchilladas que reciba mi
corazón. Para mí no serán más que picaduras de mosquito”.5
NOTAS:
1.- Unica Zürn, Primavera sombría – El hombre jazmín, Seix
Barral, Barcelona, 1986, p. 48.
2.- Ibídem, p. 52.
3.- Ibídem, pp. 111-112.
4.- Ibídem, p. 168.
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