(L391) El libro de la almohada (1.000 d.C.)


Sei Shônagon, El libro de la almohada (1000 d. C. aprox.)

Hoy os traigo un clásico de la literatura japonesa. Se trata del diario de Sei Sh̵ônagon (968-1000/1025?). Conocido como Makura no Shôshi (El libro de la almohada) es una de las grandes obras de la literatura oriental. Lo he leído en una selección y traducción de Jorge Luis Borges y María Kodama aunque posteriormente me ha parecido muy buena una traducción de la Universidad Católica del Perú del año 2002 que he cotejado a posteriori con mi lectura.

Sei Shônagon formará parte de la pléyade de escritoras que durante el periodo Heian harán florecer la literatura japonesa. No podemos dejar de mencionar a su rival Murasaki Shikibu, que con su obra La historia de Genji introducirá en el mundo la primera novela psicológica. Gracias a estas autoras y a otras tenemos una clara pintura de lo que era la vida en la corte de Japón hace más del mil años.

La escritura de Sei Shônagon revela una personalidad de mujer aguda, observadora, bien informada, rápida, sensible a la belleza del mundo, al destino de las cosas, en suma, una personalidad compleja e inteligente. Pero también revela rasgos de frivolidad e intolerancia para su trato con gente social o intelectualmente inferior1; además tenía una adoración casi patológica por la familia imperial.

El titulo cuya traducción literal sería “Notas de la almohada” es una denominación genérica para describir un libro de notas, totalmente informal (parecido a nuestro calaix de sastre), que los hombres y las mujeres escribían cuando se retiraban por las noches a sus cuartos y que guardaban posiblemente en los cajones de las almohadas, que eran de madera. Anotaban allí las impresiones que durante el día habían vivido y observado. Esta forma de literatura parece ser autóctona del Japón y se conserva hasta el presente como “escritos ocasionales”, e incluye algunos de los más valiosos trabajos de la literatura japonesa.

El libro está formado de una manera original y anómala, quizá sólo comparable con esa joya de la literatura española que es el Libro de Buen Amor. Sei Shônagon en su obra describe largas listas de nombres de insectos, de plantas, de cosas agradables o desagradables, de temas poéticos, al modo conocido por occidente que utiliza Homero en los famosos catálogos de las naves, de los mejores guerreros, de los caballos.2


Algunos de sus fragmentos poseen una gran belleza poética fruto de su gran sensibilidad:

“En la primavera es el alba. Cuando la luz se desliza sobre las cumbres, sus perfiles se tiñen de rosado y hebras de neblina de púrpura se extienden sobre ellos.

En el estío, lo más bello son las noches, no sólo cuando hay luna llena sino también en la oscuridad, cuando las luciérnagas vuelan de un lado a otro y hasta cuando llueve, ¡qué hermoso es todo!

En el otoño, lo más bello son las tardes, cuando el sol resplandeciente se hunde cerca del filo de las cumbres y los grajos vuelven volando a sus nidos en bandadas de tres, de cuatro y de dos. Aún más encantadora es una línea de gansos salvaje como manchas en el cielo lejano. Cuando el sol se ha puesto, el corazón se conmueve con el rumor del viento y con el zumbido de los insectos.

En el invierno, lo más bello es la alborada. Es muy bello, por cierto, cuando durante la noche ha nevado; pero es espléndido también cuando la tierra está blanca de escarcha. También es bello cuando no hay nieve o escarcha pero sólo hace mucho frío y los servidores se apresuran de habitación en habitación, atizando el fuego y trayendo carbón. ¡Cómo armoniza todo esto con la estación del año! Cuando se acerca el mediodía y el frío se ha cansado, nadie se toma el trabajo de mantener encendidos los braseros, y sólo quedan unos montones de ceniza blanca”.3

“Un buen amante debe comportarse al alba de un modo tan decoroso como a cualquier hora. Él se levanta de la cama con un aire desesperado. La dama se apresura diciendo: -Vamos, amigo, ya está amaneciendo. No querrás que te encuentren aquí.

Suspira hondo como si quisiera decir que la noche ha sido demasiado breve y que es una agonía partir. Ya de pie, no se pone enseguida los pantalones. Se acerca a la dama y susurra todo lo que quedó sin decir durante la noche. Aun ya vestido, se demora, fingiendo vagamente ajustar su faja. A su debido tiempo, levanta la celosía y los dos amantes quedan de pie junto a la puerta lateral y él le dice cuánto temor le da el día que va a separarlos. Entonces se va. La dama lo ve irse y este momento de la despedida será uno de sus más preciosos recuerdos.

En verdad, el amor que se siente por un hombre, depende de las despedidas. Cuando salta de la cama, ya de un lado para otro, se ajusta la faja del pantalón, se levanta las mangas de su capa de corte, o de su traje de caza, se mete sus pertenencias entre su ropa y asegura su faja exterior; una ya empieza a odiarlo”.4

NOTAS:

1.- Sei Shônagon, El libro de la almohada, Alianza Editorial, Madrid, 2015, 122, p. 184.

2.- Ibídem, Introducción de María Kodama, p. 16.

3.- Ibídem, 1, pp. 23-24.

4.- Ibídem, 14, pp. 59-60.

BIBLIOGRAFÍA

Sei Shônagon, El libro de la almohada de la dama Sei Shônagon, Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2002.

Comentarios

Entradas populares de este blog

(L56) Las afinidades electivas (1809)

(L111) El mundo de ayer. Memorias de un europeo (1942)

Manuel Vilas, El autor y su obra: La literatura y la vida (2019)