(G175) Cenador de Amós (Villaverde de Pontones, Cantabria)



Aprovechando nuestra asistencia a un curso de literatura en la UIMP de Santander, el pasado mes de julio nos acercamos al restaurante Cenador de Amós, Plaza del Sol, s/n 39793 Villaverde de Pontones. La “Casa-Palacio Mazarrasa”, donde está ubicado el Cenador de Amós, data del año 1756.

Jesús Sánchez, navarro de nacimiento pero cántabro de adopción, tiene alma de cocinero y manos de artista, no en vano también se dedica a la fotografía. El restaurante celebra este año su 25 aniversario. Nosotros tuvimos la fortuna de descubrirlo hace muchos años, concretamente el 9 de agosto del 2000. ¡Así que ya era hora de volver!

A nuestra llegada nos ubicaron en una antesala (foto) con mesas altas y nos ofrecieron un snack que consistió en “Anchoas del cantábrico, saladas por el propio restaurante, con pan de chapata” (foto) y un vino rosado de navarra que embotellan especialmente para Jesús Sánchez; bueno sin más.



De los tres menús degustación que ofrecen (Memoria, Esencia y Experiencia) nos decidimos por el primero, a nuestro entender más suave y ligero; los años no pasan en balde. Se negocia el menú según las preferencias y alergias de los comensales y con las sugerencias de algún plato fuera de carta.

A continuación nos invitaron a hacer un recorrido por las dependencias de la casa-palacio, ahora restaurante. La Bodega con más de doscientos años de antigüedad posee una gran selección de vinos blancos a seis grados de temperatura y de tintos (foto) a quince grados además de más de setenta y cinco variedades de Champagne. De esa magnífica selección de vinos nacionales e internacionales hablaré más adelante.



Seguimos con la visita a la Panadería. Desde el año 2017 elaboran su propio pan con masa madre que distribuyen en el Club del Gourmet de El Corte Inglés de Santander.  Sus variedades son blanco, de semillas, de chapata y de centeno. La panadera (foto) nos cortó al momento el pan que íbamos a consumir.



El espacio donde han ubicado el bar y que fue el primer comedor del restaurante todavía conserva la cerámica original en suelo y pared. Las mesas están ubicadas en el antiguo patio de la casa entre arcos que separan a los comensales y hacen que la experiencia sea de una privacidad casi mística. Una vez en la mesa nos ofrecieron aceite de la variedad Arroniz de Navarra y dos variedades de mantequilla: de pimientos asados y de anchoas para acompañar el pan (foto). Muy buenas y originales.



Empezaron con dos aperitivos. Un pincho de tortilla cremosa (foto), excelente y un buñuelo (foto), bueno. Aquí es donde entró en juego Andrés Rodríguez, el sumiller, que nos aconsejó con gran acierto. Sus vinos recomendados realzaron una comida ya de por si estupenda. 




Dos blancos para los aperitivos y los primeros platos. Un riesling de nombre Mineral Emrich-Schönleber de 2015 (foto). Es un vino blanco sin crianza de Nahe (Alemania). Fresco, refinado, frutal, cítrico, complejo, y como no, mineral. Hunter’s 2018 (foto). Un sauvignon blanc de Marlobough, Nueva Zelanda. En nariz de un aroma embriagador a flores tropicales, maracuyá y herbáceos. En boca se presenta más sobrio y equilibrado, sabe a frutas tropicales y cítricos con una acidez moderada. Todo un descubrimiento.



Como entrantes “Ensalada de marisco, coral de bogavante, estragón e hinojo” (foto), muy rica y veraniega y “Ravioli de cigala con crema de marisco y verduras” (foto), delicioso.




Como curiosidad decir que las vajillas eran de la casa francesa Bearnaud.

De segundos “Pollo de mar (así llaman al bonito del cantábrico) con algas y su salsa” (foto), plato contundente y “Pichón relleno de puerros y hongos con tronco de brócoli y pimienta” (foto), plato inmejorable. 




Este plato de carne lo acompañamos con un Pétalos del Bierzo 2017 (foto) de los descendientes de J. Palacios cuya bodega está situada en la población de Corullón, León. Predomina la uva Mencía en casi su totalidad y ha envejecido en roble francés durante diez meses. De color rubí intenso, en boca es aterciopelado, sabe a fruta roja, algo de ahumado y tal vez a rosas rojas. No se impone su sabor frente a la finura del pichón, sino que más bien lo acompaña y realza.



Un refrescante prepostre “Helado de fruta de la pasión y espuma de manzana” (foto) para limpiar boca y pasar a los postres; “Chocolate, aguacate y mango con helado de cacao” (foto), riquísimo, especialmente recomendado a los amantes del chocolate y “Hojaldre de crema con helado de caramelo” (foto), postre finísimo y de un gran nivel. 





La guinda la puso el vino dulce que lo acompañó; un Chateau Lafaurie-Peyraguey 2005 de Sauternes. Un Premier Cru Classé. Se trata de un clásico vino dulce de Burdeos. De la zona de Sauternes, que junto a la de Saint-Emilion, visitamos el caluroso verano del año 2003. En boca sabe a frutos secos, mermelada de mandarina con un final largo, casi inacabable.



Su cocina es de corte clásico tradicional, el único pero es que tal vez le falte algo de creatividad e innovación, aunque su mise en scène es de lo mejor que he visto en estos últimos años.

Destacamos el saber estar del personal de Sala, aparecían en el momento preciso, sin molestar, creando un clima de gran intimidad y calidez. Sin lugar a dudas el restaurante está pasando por uno de sus mejores momentos. Lo prueba la gran conjunción entre todos sus miembros: cocina, bodega, panadería, sala, recepción, como si fueran músicos de una gran orquesta.

Los petites fours, que nos presentaron en una Caja-Pagoda china de tres pisos (foto), muy variados y golosos. La hierba Luisa que fueron a buscar al huerto y el café (foto) estaban servidos en una original vajilla de porcelana china.




Durante la sobremesa sonaba la canción The Things We Did Last Summer de Freddie Hubbard. Qué mejor final para celebrar el descubrimiento del paraíso. Sin lugar a dudas recordaremos las cosas que hicimos este último verano.

Precio de los Menús 90/120/157 euros por persona, debiendo añadirse las bebidas y los cafés. Fecha de la visita el 17 de julio de 2019.

PUNTUACIÓN: 8,5-9

Comentarios

  1. ¡Hola de nuevo!

    No me extraña que el Cenador de Amós haya tenido un reconocimiento tan importante, 3 estrellas Michelín. Local encantador y platos y presentación, 10. Me ha encantado. ¡Y le has dado una buena puntuación! Y eso significa que es muy bueno (ya sabes que, como te he comentado algunas veces, que tus puntuaciones suelen ser muy estrictas, y bajas. Jeje). Me encantan tus comentarios Gourmet.

    Un abrazo,

    Adelaida

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