(L418) Una cuestión personal (1966)


Kenzaburo Oé, Una cuestión personal (1966)

Primera novela que comento del Premio Nobel de Literatura del año 1994, Kenzaburo Oé (Osé, 1935). El nacimiento de un hijo con deficiencias es el arranque de Una cuestión personal, novela que nos ofrece un poco más de luz sobre las elecciones morales que marcaran toda nuestra vida.

Argumento: el protagonista se llama Bird. Lo encontramos en una tienda donde se compra dos mapas de África de la Guía Michelin. Pero Bird tiene que mantenerse a sí mismo, a su esposa y al niño que está a punto de nacer. Tiene veintisiete años y es delgado, se parece a un pájaro. Trabaja de profesor en una Academia preuniversitaria gracias a los contactos de su suegro. Después de casarse permaneció borracho cuatro semanas, escuchando música y bebiendo whisky. Llama al hospital para ver cómo va el parto pero el niño se resiste a salir. Se mete en un salón de juegos recreativos. Allí tiene un enfrentamiento con una pandilla de jóvenes.

Al llegar a casa se duerme y sueña con África y con un enorme Phacochoerus (jabalí verrugoso) que quiere morderle. Suena el teléfono de madrugada. Lo reclaman con urgencia del hospital. El niño ha nacido con ciertas anomalías, le dicen. Al llegar al Hospital lo están esperando tres médicos, uno de ellos el Director. El niño ha nacido con una hernia cerebral. Le preguntan que qué quiere hacer con él. Lo van a trasladar al Hospital Universitario en una ambulancia. Bird sube a ella. Un médico que lo acompaña le dice que es mejor que el bebé muera. La criatura lleva la cabeza vendada “como Apollinaire herido en un campo de batalla”.

Mientras los médicos examinan al bebé tiene todo el día para sí. Se dirige al Departamento de inglés de una Universidad privada a comunicarle a su suegro la noticia. Este no dice nada y le ofrece que se lleve una botella de Johnny Walker. Bird se dirige a casa de Himiko, una antigua compañera de universidad. Empiezan a beber y a hablar. Ella le recita el poema de W. Blake sobre la muerte de un bebé. Himiko hace vida de filósofo: durante el día medita y por la noche recorre las calles de la ciudad con su MG. Le explica su concepto del «universo pluralista»: en torno a nosotros surgen varios universos a medida que nos encontramos en una encrucijada entre la vida y la muerte, tal y como las ramas y las hojas se bifurcan y se alejan del tronco. Los dos beben, están borrachos, recuerdan la única relación sexual que tuvieron…


Comentario: el personaje de Bird de la novela de Oé se enfrenta a un grave dilema moral. ¿Debe aceptar la fatalidad y cargar para siempre con un hijo anormal y renunciar a sus planes de una vida mejor o, por el contrario debe desembarazarse del bebé provocando un desenlace fatal?

“Si su bebé todavía estaba vivo, debía ir inmediatamente a la unidad de cuidados intensivos, en caso contrario tendría que dirigirse a las oficinas de pediatría y hacer los arreglos necesarios para la autopsia y la cremación. Tenía que decidir. Comenzó a caminar hacia las oficinas: había apostado por la muerte del bebé, y lo tuvo presente. En este momento, él era el gran enemigo de su bebé, el primer enemigo que tenía en la vida, el peor. Si la vida fuera eterna y existiera un dios que juzgase, pensó, le declararían culpable”.1

 “Y de pronto sintió crecer en su interior una pregunta de extrema bajeza, una especie de neblina negra que había nacido cuando se enteró de que el bebé seguía vivo: ¿Qué significaría para nosotros, mi esposa y yo, pasar el resto de nuestras vidas prisioneros de un ser casi vegetal, de un bebé monstruo?”2

Aunque personalmente prefiere que muera el bebé, Bird decide no hacer nada y dejar que el azar o el destino decidan por él. No participa activamente en su salvación, pero tampoco en su muerte.

“-Si mi esposa ha tenido un bebé anormal, no es culpa nuestra. Sólo ha sido un accidente. Y yo no soy tan malvado como para estrangularlo ni tan bueno como para remover cielo y tierra en pos de que viva. Lo único a mi alcance es dejarlo en un hospital universitario, donde morirá de forma natural. Si cuando todo haya terminado me siento como una rata de alcantarilla, pues bien, así será.

-Te equivocas, Bird. Tendrías que haberte decidido a ser malvado o bueno a fondo, lo uno o lo otro.”3

Finalmente, el protagonista retoma su verdadero nombre, desterrando su antiguo apodo de la adolescencia. Se convierte en un adulto y asume su verdadera identidad. También, esta novela refleja el espíritu de sacrificio de todo ser humano que debe escoger entre sus íntimos deseos y los imperativos marcados por la existencia.4

En algún momento de nuestra vida cada uno de nosotros hemos huido de nuestra responsabilidad, hemos querido desentendernos de ella. Liberarnos de las pesadas cadenas del matrimonio, de la paternidad, de la carga del trabajo; de las engorrosas relaciones familiares. Pequeños o grandes yugos que van domando y reduciendo nuestra libertad, nuestra individualidad en favor de lo colectivo. Y la lucha continúa.

NOTAS:

1.- Kenzaburo Oé, Una cuestión personal, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 87.

2.- Ibídem, p. 95.

3.- Ibídem, p. 138.

4.- Orlando Betancour, La libertad de elección en Una cuestión personal de Kenzaburo Oé, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2008.

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