(L544) Paradiso (1966)

José Lezama Lima, Paradiso (1966)

Es la obra más importante de este sugerente escritor y poeta cubano. José Lezama Lima (1910-1976) dedicó prácticamente toda su vida a la elaboración de este libro dejando maravillados a Borges y Cortázar.

Argumento: Baldovina está velando al hijo de los amos que jadea de asma y está lleno de ronchas por todo el cuerpo. En la casa vivían el Coronel y su esposa Enriqueta Rialta, José Cemí y su hermana, Juan Izquierdo un mulato cocinero, un estudiante primo del Jefe que cursaba estudio de ingeniería y los criados.

“Los libros de Coronel: la Enciclopedia Británica, las obras de Felipe Trigo, novelas de espionaje de la primera Guerra Mundial, cuando las espías tenían que traspasar los límites de la prostitución, y los espías más temerarios tenían que adquirir sabiduría y una perilla escarchada en investigaciones geológicas por la Siberia o por el Kamchatka; guardaban esos espacios más nunca recorridos, de esas gentes concretas, rotundas, que apenas compran un libro, lo leen de inmediato por la noche, y que siempre muestran sus libros en la misma forma incómoda e irregular en que fueron alcanzando sus sinuosidades, y que no es este libro de las personas más cultas, también dispuesto en la estantería, pero donde un libro tiene que esperar dos o tres años para ser leído y que es un golpe de efecto casi inconsciente, es cierto, semejante a los pantalones de los elegantes ingleses, usados por los lacayos durante los primeros días hasta que cobre una aguda sencillez. Los pupitres de trabajo del Coronel, que también era ingeniero, lo cual engendraba en la tropa —cuando absorta lo veía llenar las pizarras de las prácticas de artillería de costa— la misma devoción que pudiera haber mostrado ante un sacerdote copto o un rey cazador asirio. Sobre el pupitre, cogidos con alcayatas ya oxidadas, papeles donde se diseñaban desembarcos en países no situados en el tiempo ni en el espacio, como un desfile de banda militar china situado entre la eternidad y la nada”.

Regresaba Baldovina con el alcohol y la estopa, a falta de algodón, para darle friegas al muchacho que seguía jadeando. Los otros dos sirvientes eran un matrimonio formado por el gallego Zoar y Truni, la hermana de Morla, ordenanza del coronel. “Volvía Baldovina a enfrentarse sola con el pequeño Cemí. Lo miró tan fijamente que se encontraron sus ojos y esa fue su primera seguridad. Comenzó a sonreír. Afuera, en contraste, empezaba de nuevo en sus ráfagas el aguacero de octubre. (…) Comenzó el pequeño Cemí a orinar un agua anaranjada, sanguinolenta casi, donde parecían que flotasen escamas. (…) Después de tan copiosa orinada –los ángeles habían apretado la esponja de su riñón hasta dejarlo exhausto– parecía que se iba a quedar dormido”.

Otra protagonista es Sofía Kuller es una viuda austríaca venida a menos y su hijo Martincillo que “era de un pálido de gusanera, larguirucho y de doblado contoneo al sentir la brisa en el torcido junco de sus tripillas. Chupaba un hollejo con fingida sencillez teosófica y después guardaba innumerables fotografías de ese renunciamiento. Pero los que lo habían visto comer, sin los arreos teosóficos que asombraban de la gruesa cantidad de alimentos que podía incorporar, quedándole por su leporina longura una protuberancia, semejante a la hinchazón de uno de los anillos de la serpiente cuando deshuesa un cabrito”.

El capitán Viola, jefe de infantería, descubre a Tránquilo practicando las malas artes: “Ya hasta mí habían llegado voces de que cultivabas brujerías y conjuros. Ni creía ni afirmaba con irresponsabilidad; pero esta confusión de animales y plantas, de piñas y antílopes, me revelan tus malas artes y tus pactos luciferinos. Tú mismo decantado arte de domar los potros, con procedimientos y mañas que los otros domadores desconocen y de los que desconfían, me debía haber prevenido que eras de especial maña y tratamiento. Además, te he visto entrar de noche en el Monte Barreto, sin zapatos y con los pies llenos de hormigas, como si estuvieses adormecido, y acariciar a los gatos salvajes como si tuvieses para ellos una contraseña y te reconociesen. Me han contado también que en Sancti Spiritus fuiste acólito, para darle algún nombre, de un tal Rey Lulo, que se decía descendiente de los reyes de Tanganyika, y que andaba llevando en sus manos un ramo de naranjo, símbolo de su linaje. Me han contado que tú lo acompañabas cuando entraba en el bosque a purgar los malos espíritus. Y que a pesar de lo silencioso que eres, aprendiste de él a libertarte del mal de ojo y a sacarlo de aquellos cuerpos donde había producido desventura o muerte. Todavía en aquel pueblo se recuerda el día que le sacaron Rey Lulo y tú, el mal de muerte que se había ido rápido sobre un ternero elogiado por uno de esos que dan traspiés en la alabanza. Tú lo acompañabas cuando él hizo sus mediciones de pasos y trazó círculos y comenzó a decir unas oraciones, que eran interrumpidas por interjecciones y remedos de gruñidos animales, que tú exhalabas como el coro que cortaba cada uno de los versículos. Aunque todos dicen que era la mismísima verdad, que el ternero se levantó de nuevo con una sangre que se le enredaba por los forcejeos de la vida que entraba en aquel cuerpo, y que parecía preguntar, como en los casos de doncellas sonámbulas del pueblo: ¿dónde estoy? ¡dónde estuve?”.

Comentario: ya no quedan escritores como Lezama Lima y por supuesto mucho menos lectores que pueden apreciarlo. “Lo bello es difícil”. No sé quién dijo la frase, si Platón o Emilio Lledó. Lezama dice en Paradiso que “Sólo lo difícil es estimulante; sólo la resistencia que nos reta, es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento”. Me ha llevado sus buenos veinte días leerlo de forma pausada, tranquila y a la vez enriquecedora; y otros tantos más pensar de qué forma podía traerla al blog.

Su prosa me recuerda a la de Alejo Carpentier, pero todavía es más barroca, más retorcida y tensionada, casi la podríamos llamar "churrigueresca". Eso sí, está llena de lirismo, por el uso de metáforas, alusiones y alegorías. Su riqueza de vocabulario en plantas y animales de Centroamérica, en usos y costumbres ya perdidos, hacen que su lectura sea lenta y se requiera, como los grandes vinos dulces de Oporto o de Jerez, degustarla a pequeños sorbos.

El que el protagonista, José Cemí, sea huérfano como lo fue Lezama y que el padre fuera Coronel y la familia viviera en un campamento, son sin duda elementos autobiográficos que Lezama Lima ha utilizado con profusión a lo largo de la novela.

El libro está lleno de sabiduría e intereses esotéricos. Lezama Lima nos trae en sus disertaciones pseudo-filosóficas, literarias y poéticas, acercándonos a lo más granado de la cultura mundial.

Vemos su especial predilección por el mundo greco-latino: nos habla de las armas de Aquiles, de los mitos pitagóricos, la seriedad délfica, Hipócrates, la fragua de Hefaistos (Vulcano), el escuadrón de Aqueos, Argos, los rugidos de Áyax ante el cadáver de Héctor, la selva de las Lócridas, la sentencia de Heráclito, los poemas homéricos, los lestrigones, el coro griego, ananké, la pitia délfica, el ojo de Polifemo, Petronio, la dignidad estoica, el Apolo volante, Suetonio, las imprecaciones de Áyax Telaucón, Heracles, las malicias de Némesis, Adonis, Pallas Atenea, Elena de Troya, el valle de Proserpina, el jinete Rampìn de la Acrópolis, la frase de Tertuliano, los dioses del Helicón, la sentencia de Edipo, la Odisea, el sombrío Hades, Tiresias, una misiva secreta de Artajerjes, Ariadna y su Minotauro, Perseo, el centinela helénico, los Dioscuros, Quinto Curcio, Eumeo y Odiseo, el ápeiron de los griegos, las águilas sobre la cabeza de Pitágoras, Antígona, el templo de Apolo, Lucano recitando, el hilo de Ariadna, el dios Pan, la estatuilla de Cupido, el asesinato de Cayo Graco, Atrio Flaminio capitán de las legiones, el Atlas sostenedor de planetas, Heracles, los dracmas de Minerva y Pegaso, las letras de Patmos, la cola de Juno.

Por escritores, poetas y sus libros como Shakespeare, Mallarmé, el Duque de Berri, el Wilhelm Meister de Goethe, Don Quijote de Cervantes, Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, Dante, Góngora, Quevedo, el Inca Garcilaso, el poeta Barba Jacob, Óscar Wilde, el marqués de Casanova, Monsieur La Palissel, Rabelais, el conde Saint Simon, el barón de Humboldt, San Juan de la Cruz, Scheler, Tolstoi, Kafka, Montaigne, José Martí, Haverlok Ellis (sexólogo), el Corydon de Gide, El sueño de Escipión de Cicerón, Herder, Whitman, el poeta Hart Crane, Stendhal, José Antonio Saco, Charles Péguy, Garcilaso, los hexámetros de Virgilio, los libros de Ruskin, el Tío Goriot de Balzac, los estetas vieneses de la época de Von Hoffmannsthal, el Dupin de Poe, La teoría de los colores de Goethe o el poeta cubano Severo Sarduy.

La música y la danza: las fanfarrias de Charpentier, el Kirie de Palestrina, la Obertura turca de Mozart, las Gimnopedias de Satie, alguna pavana de Lully, el cuartero de Ravel, Juan Sebastián Bach, las sinfonías de Brahms, Diaghilev, los Metaphysis songs in a tavern de Purcell, las mejores noches de Nijinsky, el nuevo disco de Bela Bártok, los tríos y los cuartetos de Beethoven, el scherzo mozartiano y el maestoso de los románticos, el preludio del Faust de Gnoud.

Los filósofos y científicos: los escolásticos, San Agustín, Kierkegaard, Pascal, Novalis, Nietzsche, Sócrates, El Charmides (Cármides) de Platón, Ortega y Gasset, Sigmund Freud, Aristóteles y la substancia del ser, San Agustín, Santo Tomás y el tomismo, Hegel, Lao Tsé, el Zaratustra de Nietzsche, Introducción al saber de Hegel, Heráclito, Ecce Homo de Nietzsche, Newton, Parménides, Giordano Bruno, El Fedro y el Fedón de Platón, el Timeo y el Simposio de Platón, el Heptaplo de Pico de la Mirandola, Severo de Antioquía, las leyes de Copérnico.

Pintores como Georges Seurat, Murillo, Cennino Cennini, Velázquez, el Greco, La batalla de las Lanzas de Velázquez, Quentin La Tour, las sonrisas de Rembrandt, los telares del Bauhaus, Miguel Ángel, motivos de Zurbarán, la escuela de Courbet, una frase de Kandinsky, un cuadro de Breughel, Leonardo da Vinci, Piero de la Francesca, el reverso de los cuadros de Durero, Claudio de Lorena, el Octroi de Plaisance del aduanero Rousseau, una fuente de Cranach, Dalí, la técnica de Vermeer de Delft, el sombrero de copa de los Arnolfini, animales invencionados por el Bosco, los cuatro autorretratos (falsos) de Van Gogh en el museo de San Petersburgo.

Los orfebres y escultores: Bernard Palissy y Benbenuto Cellini, esculturas a lo Eric Hello y a lo Brancusi.

Las grandes figuras políticas: César Borgia, Julio César, Napoleón.

Por lo mitológico y lo sobrenatural en las culturas antiguas: el Hanga Songa, Angra Mainyu (el satanás del Zoroastrismo persa), Cotzbalan, Montezuma, los mitos eritreos, el oráculo chino de Yi King, la errancias de Siva, los cantos de Osiris, el dios Horus, el conde de Cagiostro, las tablas del Tarot, la barca de la Estigia, la sirena de Cagniard de la Tour, la venganza de Circe, Brunilda y la mitología nórdica, los profetas babilónicos, las hechiceras de Tesalia, un conjuro para ahuyentar a Hera, el demonio de Asmodeo, el perro de las tres cabezas (Cerbero), los demonios de Blake, la Oreja de Dionisio en Siracusa, las leyes de Manu, el templo de Kajuraho, Paracelso, el orfismo, Simón el mago, la zarza ardiente de Moisés, theion hudor (el agua de los alquimistas), el sello de Salomón, la Zikmat de los babilonios, el martillo de Thor, el dragón y San Jorge, el hechicero Tiresias, el Príncipe de las Tinieblas, Nínive, el dios Anubis, el valle de los muertos, la doncella Isis, el fúnebre Orco, las Danaides.

Cuando apareció Paradiso en 1966, publicada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, esta novela insólita suscitó un doble juicio tan unánime como contradictorio: por una parte, era una obra “escandalosa”; por otra, una novela muy compleja, difícil, hermética, por no decir incomprensible. La primera opinión se refería a las fuertes escenas sexuales y las largas disertaciones sobre el tema que Lezama incluye en sus páginas, así como a cierta atmósfera homosexual que rodea a los adolescentes protagonistas. La tan comentada dificultad (tan cierta también, sin duda) hizo que muy pocos lectores y no todos los críticos leyeran íntegramente el texto.

Uno de los primeros que supo ver la grandeza de la novela fue Octavio Paz quien en una carta dirigida al autor dice: “Leo Paradiso poco a poco, con creciente asombro y deslumbramiento. Un edificio verbal de riqueza increíble; mejor dicho, no un edificio sino un mundo de arquitecturas en continua metamorfosis y también un mundo de signos —rumores que se configuran en significaciones, archipiélagos del sentido que se hace y deshace—, el mundo lento del vértigo que gira en torno a ese punto intocable (...) que es el corazón, el núcleo del idioma. Una obra en la que usted cumple la promesa que le hicieron al español de América Sor Juana, Lugones y otros cuantos más”.

Además ha pasado a ser un referente para los nuevos escritores cubanos. Así Zoé Valdés comenta en su libro La nada cotidiana (1995): “Dictará esas palabras a la secretaria, que le tecleará el informe sobre mi novela refiriéndose, para honor mío, al capítulo ocho de Paradiso, de José Lezama Lima, obra maestra de la literatura universal que, sobra puntualizar, ningún censor ha podido terminar de leer, porque se duermen, no entienden ni comino, nada de nada, ni siquiera por qué la gente dice que el capítulo ocho es pornográfico. Pero como hay que seguir dictaminando que lo es, nadie puede cuestionárselo a los censores, quienes ni siquiera conocen la diferencia entro lo erótico y lo pornográfico. Y por eso tampoco se dieron cuenta de que no sólo el capítulo ocho, sino toda Paradiso es erótica de cabo a rabo, una de las novelas más sensuales de la literatura contemporánea”. 

Lezama Lima demuestra “haber picoteado en muchas ramas del árbol del conocimiento”. Si “solo sabemos lo que recordamos” él demuestra tener una memoria prodigiosa. Paradiso es una novela compleja y riquísima para quien en estos días turbulentos quiera aposentarse bajo la sombra de sus páginas y disfrutar de su estupenda prosa poética.

BIBLIOGRAFÍA

ASALE, Diccionario de Americanismos, Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010.

José Juan Arrom, Lo tradicional cubano en el mundo novelístico de José Lezama Lima, Revista Iberoamericana, Yale University, 1975.

César Benedicto, El rincón de la bibliografía: José Lezama Lima, Cisterna del Sol, 19/12/2018.

Julieta Leo, Paradiso, grimorio antillano de José Lezama Lima. Otra perspectiva del hermetismo en el lenguaje paradisíaco, Anales de Literatura Hispanoamericana, 2009, vol. 38, 237-260

José Lezama Lima, Paradiso, Editorial Fundamentos, Madrid, 1976.

Remedios Mataix, Paradiso y Oppiano Licario: una guía de Lezama, Biblioteca Virtual Cervantes, Alicante, 2000.

Pablo Méndez Martínez, Paradiso, confesiones y recepciones, Revista Cultural La Jiribilla, año XII, número 783, La Habana, Cuba, julio 2016.

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