(L552) Fortunata y Jacinta (1887)
Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta (1887)
Hoy comento la obra más
conocida de Benito Pérez
Galdós (1843-1920) junto a sus monumentales Episodios Nacionales (1872-1912). Los inviernos son el momento más adecuado para
leer estos libros de más de mil páginas y no perder el hilo argumental ni
tampoco el interés.
Argumento: la
novela empieza explicándonos las peripecias de Juanito Santa Cruz en la
Universidad junto a su amigo Villalonga. Don Baldomero Santa Cruz y su mujer
Barbarita Arnáiz se llevaron un susto cuando el padre tuvo que sacar a Juanito
de la cárcel después que fuera detenido tras una revuelta estudiantil. En los
últimos años de carrera se produjo en él un gran cambio, “volviéndose juicioso
y estudioso” acabando la carrera de Derecho y por añadidura la de Filosofía y
Letras. Los padres eran comerciantes ricos y querían para su único hijo otro
futuro. Cuando el narrador lo conoce, allá por el año 1869, Juanito tiene
veinticuatro años.
“Era el hijo de Don
Baldomero muy bien parecido y además muy simpático, de estos hombres que se
recomiendan con su figura antes de cautivar con su trato, de estos que en una
hora de conversación ganan más amigos que otros repartiendo favores positivos.
Por lo bien que decía las cosas y la gracia de sus juicios, aparentaba saber
más de lo que sabía, y en su boca las paradojas eran más bonitas que las
verdades. Vestía con elegancia y tenía tan buena educación, que se le perdonaba
fácilmente el hablar demasiado. Su instrucción y su ingenio agudísimos le
hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera
vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándolos se echaban de ver
entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de
carácter y garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate”. (p. 12)
Asistimos a las preocupaciones de Bárbara Anáiz como madre ante el primer viaje a París de Juanito. Ella tiene miedo que las “gabachas” le sorban el seso pues en eso de “explotar las debilidades humanas son maestras”.
El origen del patrimonio de la familia
Santa Cruz. Como dos familias ricas se unieron a través del matrimonio
concertado de sus dos hijos: Bardomerito y Barbarita. Y que a pesar del forzado
inicio fue un matrimonio feliz que se llegó a querer. Juanito tardó diez años
en llegar.
Se nos explica la vida de
Plácido Estupiñá, antiguo dependiente y servicial recadero de la familia Santa
Cruz a quien ésta aprecia mucho. El hombre, ya mayor, se pone un día enfermo.
El señorito Juanito Santa Cruz, por encargo de su madre que lo llama el Delfín, va a visitar a Estupiñá. En
su misma finca vive una moza llamada Fortunata a quien Juanito, como ella tenía
la puerta abierta, ve y entabla conversación. Mientras estuvo enfermo Estupiñá,
Juanito lo visitó cada día.
Barbarita está preocupada
porque observa en su hijo por el modo de hablar y vestir un "encanallamiento" que
le hace sospechar que su hijo anda con malas compañías. Pone a Estupiñá de
vigilante. Este le dice que lo ha visto con un torero y un par de mujeres.
“Eran de esas de manto pardo, delantal azul, buena bota y pañuelo a la cabeza;
en fin, un par de reses muy bravas”.
La madre adelanta las
vacaciones de verano y la familia se va a Plenia donde tienen un palacete. La
madre le dice que lo que a él le conviene es casarse y que le tiene escogida la
chica. Se trata de Jacinta Arnáiz, prima de Barbarita. “El joven que fue
desmejoradillo, no tardó en reponerse, recobrando su buen color, su palabra
jovial y la plenitud de sus carnes”. Jacinta, sus padres y sus hermanas vienen
también a pasar el verano a Plenia donde los jóvenes que se veían como hermanos, pues se conocían desde niños, fueron cambiando y haciéndose a la idea.
Pasado el verano, Isabel,
la madre de Jacinta, muere de una apoplejía. La boda se realiza “sin aparato
alguno” a causa del luto. Partiendo de inmediato la pareja de viaje de novios. Su
primera parada es Burgos. Jacinta quiere saber todo el pasado de su marido, del
que ha oído “cosas”. Juanito intenta salirse como puede pero ella sigue
pinchándolo para que hable. Aunque él le da largas, camino de Zaragoza le
explica la historia de cómo conoció a Fortunata. Jacinta dice no tener celos
retrospectivos. “Bien conozco que los hombres la han de correr antes de
casarse”, pero la curiosidad no la deja tranquila. Ante la insistencia, Juanito
no tiene más remedio que contarle como se “amancebó” con Fortunata bajo palabra
de matrimonio que luego no cumplió. Siguen el viaje camino de Barcelona. A
Jacinta le preocupa si su marido habrá dejado algún hijo por ahí, pero no se
atreve a pregúntaselo. De Barcelona bajan por el Delta del Ebro camino de
Valencia. Deciden prolongar el viaje y acercarse a Sevilla. Una noche en que
Juanito bebe demasiado le confiesa todo a Jacinta y le pide perdón.
De vuelta a Madrid el
matrimonio vive aparentemente feliz, pues lo tiene todo. Han pasado dos años y
a Jacinta lo único que le preocupa es que todavía no ha tenido chiquillos. Este
hecho llega a ponerla en un estado de nervios preocupante.
Guillermina Pacheco, es
muy amiga de la familia Santa Cruz, está construyendo un asilo para niños
abandonados y va "sableando" a todo el que se cruza para su misión. Un día de
tertulia llega a la casa la noticia de la abdicación del rey Amadeo I
(11 de febrero de 1873). Los hombres dicen que no le temen a la República. Las mujeres
tienen miedo a que haya tiros y barricadas. Pero Jacinta tiene otras
preocupaciones en mente. Por pequeños detalles que solo saben ver las mujeres
cree que su marido se la está pegando. Por un vendedor de libros y
enciclopedias, conocido de la familia, se entera que un tal José Izquierdo, tío
de Fortunata, está criando a un niño de tres años al que llaman el Pituso que es hijo de Fortunata y de
Juanito Santa Cruz. Jacinta pone todo su empeño en quedarse con el niño.
En el mismo tiempo
cronológico conocemos a Maximiliano Rubín que vive con su tía doña Lupe,
prestamista. El joven encuentra a Fortunata en mala posición, sin lugar a donde
ir. Le alquila una habitación y le propone casamiento y convertirla en una
mujer “honrada”. Aunque el joven tiene unos sentimientos nobilísimos es feo a
rematar y Fortunata no lo podrá querer…
Comentario: Según
la opinión mayoritaria de la crítica literaria, se trata de la mejor novela de
su autor, y junto a La Regenta de
Leopoldo Alas Clarín, una de las más populares y representativas del realismo
literario español del siglo XIX. La acción se sitúa en el Madrid de la segunda
mitad de dicho siglo, relata las vidas cruzadas de dos mujeres de distinta
extracción social unidas por el amor a un mismo hombre y un destino trágico.
Por mi experiencia como
lector de Fortunata y Jacinta he
encontrado capítulos que se podrían suprimir sin que la novela se resintiera y
que la hacen excesivamente larga. Claro está que Galdós en su momento la
publicó en cuatro volúmenes. De la primera parte sobraría el capítulo II sobre
el origen de la fortuna de la familia Santa Cruz. De la segunda parte los
capítulos V y VI sobre la vida dentro del Convento de las Micaelas. De la
tercera parte el capítulo I titulado Costumbres turcas. De la Cuarta parte me
sobraría el II titulado Insomnio.
Aunque tiene una prosa
excelente el libro peca de leísmos (propios de Castilla y Valladolid), la
utilización del pronombre le, les de complemento
directo en lugar de lo, los, las (para
femenino). Este uso hace que su lectura en ocasiones resulte chocante y algo
envejecida. No son ni uno ni dos, sino abundantísimos.
Encontré curiosa la narración
del golpe del General Pavía el 3 de
enero de 1874. “Estaban leyendo el resultado de la votación. Leían los
nombres de los votantes sin omitir uno. De repente aparecen por la puerta del
rincón de Fernando el Católico varios quintos mandados por un oficial, y se
planta junto a la escalera de la mesa. Parecían comparsa de teatro. Por la otra
puerta entró un coronel viejo de la Guardia Civil. (…) Yo puse toda mi atención
en Castelar, y le vi llevarse la mano a los ojos y decir: « ¡Qué ignominia!» En
la mesa se armó un barullo espantoso… Gritos, protestas. Desde el reloj vi una
masa de gente, todos en pie… No distinguía al presidente. Los quintos,
inmóviles… De repente, ¡pum!, sonó un tiro en el pasillo… –Y empezó la
desbandada… (…) El abrigo que yo llevaba…, mi gabán de pieles…, quiero decir,
que en aquella marimorena me arrancaron una solapa…, la piel de una solapa
quiero decir… - Cuando se metió usted debajo del banco. –Yo no me metí debajo
de ningún banco, tocaya. Lo que hice fue ponerme en salvo como los demás, por
lo que pudiera tronar. (…) – El único que se resistía a dejar el local fue Díaz
Quintero, que empezó a pegar gritos y a forcejear con los guardias civiles…”
(p. 278-281). ¿No os recuerda a lo que ocurrió el 23 de febrero de 1981?
Incluso la escenografía, el modo de representarlo y los participantes parecen
los mismos. ¿Qué se puede esperar de un país donde los que tienen el dinero
cuando no les gusta cómo funciona el parlamentario dan un golpe de timón? Un
país de pronunciamientos y guerras civiles. ¡Qué pena más grande!
Galdós nos habla su
desengaño por la política: “– Yo –decía Feijoo– soy un progresista desengañado,
y usted, tradicionalista arrepentido. Tenemos algo de común: el creer que todo
esto es una comedia y que sólo se trata de saber a quién le toca mamar y a
quién no”. (p. 552). Ante esta situación los personajes discuten durante tres
páginas sobre si lo de fuera (Francia e Inglaterra) es mejor que lo español. Moreno,
uno de los contertulios, dice que se nota en que de los Pirineos arriba no hay
pulgas. Discusión que más de ciento treinta años después todavía continua
vigente. (pp. 598-601)
La descripción que nos
hace Galdós de un barrio miserable de Madrid nos da una idea de cómo vivía el
pueblo en el siglo XIX. (Parte I. Capítulo IX. Una visita al cuarto Estado). Que
las mujeres llamadas “pecadoras” (adúlteras) sean siempre las perdedoras en las
grandes novelas del siglo XIX europeo (Emma Bovary; Anna Karenina, Ana Ozores o
Fortunata) no deja de mostrarnos que los novelistas que las han creado, por muy
rompedores que se nos quieran presentar, al final siempre acaban plegándose a
las costumbres y a la moral de la época.
La novela me ha ayudado a
pasar la dura navidad del Covid-19 por ese motivo y por la fluidez de su prosa
le estoy agradecido. Pero, si me dan a elegir, prefiero la profundidad de La Regenta de Leopoldo Alas “Clarín”. Creo
que Galdós es un escritor que está sobrevalorado por mucho que se lo quiera traer a la actualidad con homenajes, conmemoraciones y reediciones.
BIBLIOGRAFÍA
Yolanda Arencibia, Mujer,
novela y sociedad. Fortunata y Jacinta de Galdós: los personajes en sus redes,
Centro Virtual Cervantes, 2004.
Demetrio Estébanez
Calderón, Lenguaje moral y sociedad
en Fortunata y Jacinta de Galdós, Tesis Doctoral, Universidad
Complutense de Madrid, Madrid, 2015.
Mario Camus, Fortunata y Jacinta,
RTVE, 1980 (10 capítulos – Serie Completa).
Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, Editorial Hernando,
Madrid, 1979.
Victoria Eugenia Gordo
del Rey, El
Madrid de “Fortunata y Jacinta”, Blogspot.com, 07/06/2018.
Carmen Servén, Fortunata y su época: sobre los modelos de mujer en la España de la Restauración, Biblioteca Virtual Cervantes.
Thank you for nice information.
ResponderEliminarirgi ahmad fahreza