(L612) Abaddón el exterminador (1974)

Ernesto Sabato, Abaddón el exterminador (1974)

Este escritor argentino que dejó la física nuclear para dedicarse a la literatura es un ejemplo curioso y atípico. Ernesto Sabato (1911-2011) solamente publicó tres novelas, ‒para qué más‒, todas ellas magníficas. Hoy os traigo la última.

Argumento: “Natalicio Barragan apuró su copita de caña quemada y salió tambaleante. Ya en la calle, repitió el cotidiano milagro de atravesar con distraída placidez la avenida recorrida a esa hora de la noche por autos y colectivos enloquecidos. Y luego, como si caminara sobre la insegura cubierta de un barco en mar gruesa, bajó hacia la Dársena Sur por la calle Brandsen.

Al llegar a Pedro de Mendoza, las aguas del Riachuelo, en los lugares en que se reflejaba la luz de los barcos, le parecieron teñida de sangre. Algo le impulsó a levantar los ojos, hasta que vio por encima de los mástiles un monstruo rojizo que abarcaba el cielo hasta la desembocadura del Riachuelo, donde perdía su enorme cola escamada.

Se apoyó en la pared de zinc, cerró los parpados y descansó, agitado. Después de unos momentos de turbia reflexión, en que sus ideas trataban de abrirse paso en un cerebro lleno de desperdicios y yuyos, volvió a abrirlos. Y de nuevo, ahora más nítidamente, vio el dragón cubriendo el firmamento de la madrugada como una furiosa serpiente que llameaba en un abismo de tinta china”.

Nacho Izaguirre es un joven revolucionario que rememora su estancia en la Costanera Sur con su amigo Martín. “Pero, cómo nada en nosotros puede resurgir como antes? se condolía. Puesto que no somos lo que éramos entonces, porque nuevas moradas se levantaron sobre los escombros de las que fueron destruidas por el fuego y el combate, o, ya solitarias, sufrieron el paso del tiempo, y apenas si de los seres que las habitaron perduran el recuerdo confuso o la leyenda, finalmente apagados u olvidados por nuevas pasiones y desdichas: la trágica desventura de chicos como Nacho, el tormento y muerte de inocentes como Marcelo”.

El narrador es, en ocasiones, Sabato quien empieza contándonos que se arrepintió de escribir su famoso Informe sobre ciegos. Nos habla del día de su cumpleaños. “leyendo uno de esos libros de ocultismo supe que el 24 de junio era un día infausto, porque es uno de los días del año en que se reúnen las brujas. Conciente o inconcientemente mi madre trataba de negar esa fecha, aunque no podía negar lo del crepúsculo: hora temible.

No fue el único hecho infausto vinculado a mi nacimiento. Acababa de morir mi hermano inmediatamente mayor, de dos años de edad. Me pusieron el mismo nombre! Durante toda la vida me obsesionó la muerte de ese chico que se llamaba como yo y que para colmo se recordaba con sagrado respeto, porque según mi madre y doña Eulogia Carranza, amiga de mi madre y allegada a don Pancho Sierra, “ese chico no podía vivir”. Por qué? Siempre se me respondió con vaguedades, se me hablaba de su mirada, de su portentosa inteligencia. Al parecer, venía marcado con un signo aciago. Estaba bien, pero por qué entonces habían cometido la estupidez de ponerme el mismo nombre? Como si no hubiese bastado con el apellido, derivado de Saturno, Ángel de la soledad en la cábala, Espíritu del Mal para ciertos ocultistas, el Sabath de los hechiceros”.

El señor Aronoff está empeñado en que el señor Sabato avanzara con su libro y como forma parte de un grupo de videntes está dispuesto a realizar una sesión de espiritismo para “combatir contra las «entidades» que lo mantenían inmovilizado”.

“Había abandonado la ciencia para escribir ficciones, como una buena ama de casa que repentinamente resuelve entregarse a las drogas y la prostitución. Qué lo había llevado a imaginas esas historias? Y qué eran, verdaderamente?

Por lo general, las ficciones eran consideradas como una suerte de mistificación, como una tarea poco seria. El profesor Houssay, Premio Nobel, le retiró el saludo cuando se enteró de su decisión”.

En un céntrico bar de Buenos Aires, Sabato ha creído ver al doctor Schneider quien estaba exiliado en Brasil. Nos cuenta cómo conoció al doctor Ludwig Schneider, un personaje corpulento y peludo; y a Hedwig Rosenberg, huida de Hungría en 1944. Fue en 1948, hacía poco que había publicado El Túnel. Se siente vigilado. El segundo encuentro se produjo en 1962 a los pocos meses de haber aparecido en las librerías Sobre Héroes y Tumbas. Fue por mediación de Hedwig. Consulta en una librería un Gotha: Condesa Hedwig-Marie-Henriette-Gabrielle von Rosenburg, nacida en Budapest en 1922.

“Durante meses viví obsesionado con las hipótesis que me había formulado. Era temible saberme vigilado por un hombre como Schneider. (...) me inquietaba por lo que podía hacer conmigo durante el sueño o en sueños provocados. Creo en el desdoblamiento del cuerpo y del alma, porque de otro modo es imposible explicar las premoniciones. También la reminiscencia. Hace unos años, en Belén, cuando se acercaba un anciano de barba blanca y albornoz, tuve la sensación confusa pero firme de que esa escena la había vivido alguna otra vez; y sin embargo nunca antes había estado allá. Durante la infancia he sentido de pronto que hablaba y me movía como si fuera otro. Hay individuos que tienen el poder de provocar el desdoblamiento, sobre todo en los que, como yo, somos propensos a sufrirlo de modo espontáneo. Al verlo a Schneider tuve la certeza de que tenía ese poder”.

“Desde que comencé a sospechar de él, me puse a estudiar lo que pudiera encontrarse sobre logias y sectas secretas bajo el régimen nazi, sobre todo desde que advertía la reacción ante el nombre Hausshofer. (...) Haushofer pasó temporadas en el Asia, seguramente en contacto con sociedades secretas. Durante la guerra del 14 llamó por primera vez la atención con algunas predicciones que se cumplieron. Luego se dedicó a la geopolítica y al estudio de Schopenhauer e Ignacio de Loyola. Se sabe que por ese tiempo fundó una logia en Alemania, que introdujo el antiguo símbolo de la cruz gamada”.

Comentario: nos encontramos con una obra difícil de clasificar. Es la novela total frente a la simple narración. En ella aparece todo. El mismo Sabato es uno de los protagonistas a quien interrogan y preguntan los otros personajes y él habla sobre el arte, la política, el mito, el ocultismo, la ciencia, la razón, el marxismo, la revolución, el Che Guevara, la filosofía (Platón, Hegel y Nietzsche, sobre todo), la literatura. También habla sobre grandes escritores como Kafka, Flaubert, Proust, etc.

Uno de los temas centrales es su preocupación por el predominio de la técnica (la ciencia) que nos deshumaniza. Nuestra salvación, para Sabato, está en las artes, en el espíritu. Es por ello que dejó su trabajo de físico nuclear para dedicarse a escribir.

La novela la redactó en los convulsos años setenta, cuando los movimientos revolucionarios y el marxismo estaban extendiéndose por Hispanoamérica como respuesta a palpables injusticias sociales. Pero no es tanto un ensayo político como una muestra más de algo a lo que aferrarse (un amor, el arte, la religión, la revolución...) dentro de las constantes búsquedas humanas.

Los personajes de Sabato expresan ideas, dialogan, ensayan o filosofan. Casi todos son personajes intelectualizados y todos expresan sentimientos y tribulaciones, algunos con mayor claridad que otros. En una búsqueda magnífica de la totalidad, de lo absoluto como meta inalcanzable. (Ver el excelente y breve capítulo titulado Primera comunicación de Jorge Ledesma).

Para Sabato el hombre no es algo explicable y que, en todo caso, sus secretos hay que indagarlos no en sus razones sino en sus sueños y delirios. 

En la vertiente filosófica de la novela Sábato navega entre el marxismo y el existencialismo, luchando con sus dudas y contradicciones con los puntos de fricción entre ambas corrientes, vinculados sobre todo con la dualidad del ser humano (racionalismo versus inconsciente, vigilia contra sueño, ciencia contra espiritualidad, razón contra mito, realidad frente a ensoñación).

BIBLIOGRAFÍA

Alejandro Hermosilla Sánchez, Abaddón el exterminador: El Apocalipsis de los desaparecidos, Universidad de Murcia, Enfoques (La Plata) XIX, 1-2 (2007): 27-44.

M. Gálvez Acero (1976). Abaddón el exterminador o la más alta función paradigmática en la narrativa de Ernesto Sábato. Anales de Literatura Hispanoamericana, 5, 275. Recuperado 8 de mayo de 2022.

Alexander Peña Páez, La memoria involuntaria y la nostalgia del presente en la novela Abaddón el exterminador de Ernesto Sábato, Univ. Pontificia Javeriana, Bogotá, 2013.

Ernesto Sabato, Abaddón el exterminador, Seix Barral, Barcelona, 1983.

Comentarios

  1. Un análisis muy interesante, Tomás. Me apunto el libro para leerlo.
    Un abrazo.
    Adelaida

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