(L613) Hablando del asunto (1991)
Julian Barnes, Hablando del asunto (1991)
Sigo comentando novelas
de este escritor inglés al que le he cogido una cierta afición. Julian
Barnes (Leicester, 1946) es un autor de afinado
ingenio que hace disfrutar al lector. Este libro que os traigo hoy ha sabido
seducirme.
Argumento:
Gillian. “Soy una persona corriente y particular. No tengo
nada que decir. Hoy en día mires donde mires hay gente que se empeña en
derramarte su vida encima. Abres cualquier periódico y te gritan Entre En Mi
vida. Enciendes la televisión y, en un programa sí y otro no, hay alguien
hablando de él o de ella, del divorcio de él o de ella, de la ilegitimidad de él
o de ella, la enfermedad, alcoholismo, drogadicción, violación sexual, quiebra,
cáncer, amputación, psicoterapia. La vasectomía de él, la mastectomía de ella, la
apendicectomía de él o de ella. ¿Por qué lo hacen? Miradme, escuchadme. ¿Por
qué no pueden simplemente ocuparse de sus asuntos? ¿Por qué tienen que hablar de todo ello?”.
Oliver. “¿Le
cuento mi teoría? Todos vamos a tener un cáncer o una enfermedad cardiaca. Hay
dos tipos humanos, básicamente, personas que reprimen sus emociones y personas
que las dejan salir como un torrente, introvertidos y extrovertidos, si lo
prefiere. Los introvertidos, como es bien sabido, tienden a interiorizar sus
emociones, su ira y el desprecio por sí mismos, y esta interiorización, es
igualmente bien sabido, produce cáncer. Los extrovertidos, por el contrario,
dan rienda suelta a sus emociones alegremente, se enfurecen con el mundo,
desvían el desprecio por sí mismos hacia los demás, y este esfuerzo excesivo,
por un proceso lógico, causa ataques cardiacos. Es una cosa o la otra. Da la
casualidad de que yo soy un extrovertido, así que si lo compenso fumando me
mantendré como un ser humano perfectamente equilibrado y sano. Esa es mi
teoría. Además, soy adicto a la nicotina, lo cual facilita el fumar”.
Stuart.
“Somos muy diferentes, Oliver y yo, como habrá observado. A veces la gente se
sorprende de que seamos amigos. No lo dicen exactamente, pero yo me doy cuenta.
Piensan que tengo suerte de tener un amigo como Oliver. Oliver impresiona
favorablemente a la gente. Habla bien, ha viajado a tierras lejanas, habla
idiomas, está familiarizado con las artes –más que familiarizado– y viste ropa
que no se ajusta a los contornos de su cuerpo y por lo tanto está considerada
de moda entre la gente entendida. Todo lo cual tiene poco que ver conmigo. A mí
no siempre se me da bien decir lo que pienso, excepto en el trabajo, claro; he
estado en Europa y en los Estados Unidos, pero nunca en Nínive y en el lejano
Ofir; no tengo mucho tiempo –literalmente– para las artes, aunque no estoy en
contra de ellas en ningún sentido, entiéndame (a veces hay un concierto bonito
en la radio del coche; como la mayoría de la gente, leo uno o dos libros
durante las vacaciones); y no me preocupo mucho por la ropa aparte de ir bien
vestido al trabajo y sentirme cómodo en casa. Pero creo que Oliver me tiene
afecto por ser como soy. Y sería bastante absurdo que empezase a intentar
imitarle”.
Comentario: un
triángulo amoroso explicado con gracia y originalidad. Como si cada uno de los
protagonistas se confesara ante el mismo terapeuta. De hecho en la novela
mencionan la clásica película Jules et
Jim (1962) de François Truffaut. “Creo que sí. Solía mencionarlo en una época.
Pero sólo conmigo. Nunca con Gillian. Jules
et Jim. Oskar Werner, el bajo rubio y Jeanne Moreau, y luego el hombre
alto, moreno, elegante y guapo que sin duda tenía dientes besables (...) Van
todos juntos en bicicleta y cruzan puentes y retozan, ¿no? Eso me parecía”.
En un momento de la
novela Julian Barnes nos dice que “La felicidad de una persona se construye a
menudo sobre la desdicha de otra, así es el mundo”.
Los tres amigos, y algún
otro personaje secundario, explican los hechos ante una especie de consultor,
juez o terapeuta. Lo interesante de las novelas de Barnes es que los
testimonios de los personajes con frecuencia son contradictorios entre ellos.
No es que cada uno interprete lo sucedido a su manera, es que cada uno nos
cuenta unos hechos distintos. Este juego de perspectivas es la concreción en
técnica narrativa de la filosofía de nuestra época. Los tiempos de las verdades
únicas y absolutas han pasado. Todo es subjetivo, por tanto sujeto a
interpretación. Ya lo decía el escritor español José Bergamín en su libro Las ideas liebres: aforística y
epigramática, 1935-1981: “Si fuera objeto sería objetivo pero como soy
sujeto soy subjetivo”.
Como muchos lectores
somos algo “cotillas” nos interesa saber qué pasa con los dos amigos y la mujer.
Además está explicado con mucha gracia y sentido del humor. El final es
sorprendente por inesperado.
BIBLIOGRAFÍA
Julian Barnes, Hablando del asunto, Anagrama,
Barcelona, 1993.
Xesús Fraga, Julian Barnes: «Creemos que nuestro sentido moral es eterno, pero en realidad depende mucho de la época», La Voz de Galicia, 24/03/2019.
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