(L59) Elizabeth y su jardín alemán (1898)

Elizabeth von Arnim, Elizabeth y su jardín alemán (1898)

Novela de tintes autobiográficos, cuando fue publicada causó un gran revuelo. No dejamos de reconocer el difícil papel y el poco margen de maniobra que tenía una mujer en su época. La autora en realidad se llamaba Mary Annette Beauchamp aunque firmó toda su producción como Elizabeth von Arnim (1866-1941). Casada con un noble prusiano la ambientación de la novela transcurre en un jardín de la región alemana de Pomerania.

Lo que más le satisface a la protagonista es el cuidado de su jardín, odia coser y cocinar, describe a su marido con el calificativo de “el hombre airado”, no necesita a nadie para ser feliz, no trabaja el jardín con sus propias manos sino que necesita a un jardinero para que lo haga por ella. Denomina a sus tres hijas pequeñas con el nombre de los meses en que nacieron: abril, mayo y junio. Le gusta la lectura en su jardín aunque según dicen todos es una ocupación de hombres. Siente gusto por estar sola y le gustaría encontrar un espíritu afín. Hay espléndidas descripciones de las rosas que planta y de sus discusiones con sus jardineros, de sus éxitos y sus fracasos hortícolas. Confiesa que su alma no se despierta hasta el mediodía, no le gusta el deber, posee un espíritu de rebeldía, odia a las Hausfraus alemanas y su obsesión por la limpieza (A mi también me molestan las obsesivas de la limpieza).

En el transcurso de la novela hay excelentes y crudas conversaciones sobre el papel de la mujer en esa sociedad y la igualdad entre los sexos: “Acabas de tocar el punto clave del asunto (la maternidad). La naturaleza, al imponer un deber tan agradable a la mujer, la hace más débil y la incapacita para competir seriamente con el hombre. ¿Cómo puede una persona que pierde un año tras otro de la mejor época de su vida competir con un joven que nunca se ve obligado a perder el tiempo? Él cuenta con la fuerza bruta y su puño siempre tiene la última palabra. (…) Es una costumbre generalizada –continuó diciendo el Hombre Airado- entre los rusos, y creo que también entre las clases bajas de todo el mundo, y ciertamente recomendable con miras a simplificar las cosas, silenciar las objeciones y aspiraciones de una mujer derribándola de un puñetazo.”

“Ante los ojos de la ley en este país no somos literalmente nadie. ¿Sabía usted que las mujeres tienen prohibido asistir a reuniones políticas? -¿De verdad? –Inmediatamente hizo su aparición el cuaderno de notas. –La ley prohíbe expresamente la asistencia a tales reuniones de mujeres, niños e idiotas.”

Elizabeth tiene dos huéspedes en su casa, su amiga Irais y la incipiente escritora Minora. Las dos primeras defienden que las mujeres son unas don nadie. El marido de Elizabeth dice que son la vanidad y el carácter de las mujeres lo que las pierde y que ni siquiera valen como cuidadoras (enfermeras), según él, el arte de agradar y la cocina es lo que deben aprender las mujeres.

A parte de estos párrafos que suben la tensión arterial el libro se deja leer plácidamente. Si os gusta esta novela podéis leer de la misma autora Todos los perros de mi vida (1936).

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