(L86) El gen egoísta (1976) - 3a. parte y última.



Acabamos el resumen del excelente libro de divulgación científica de Richard Dawkins (1941) titulado El gen egoísta (1976). La edición de 1989 añade dos capítulos con nuevas aportaciones y en sus abundantes notas da réplica a las críticas y sugerencias suscitadas en todos estos años que han hecho de libro todo un clásico en la materia. Su lectura requiere atención y un cierto esfuerzo pero creemos que está al alcance de un lector medio. Como conclusión añadimos el comentario y las interesantes aportaciones de JLF doctor en Química, especializado en genética molecular.

RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS




XII. Los buenos chicos acaban primero.  Robert Axelrod y el Dilema del Prisionero. Hay una banca que adjudica y paga beneficios a dos jugadores. Sólo hay dos cartas en cada mano, etiquetadas como COOPERAR y DESERTAR. Nuestras ganancias no dependen de lo que hayamos jugado sino también de la del otro que desconocemos. Al haber 2 jugadores x 2 cartas, existen cuatro posibles resultados. Resultado I. Los dos han elegido Cooperar. La banca paga a cada uno 300 $. Resultado II. Los dos han jugado desertar. La banca multa a cada uno con -10 $. Resultado III. El primero juega cooperar y el otro desertar. La banca multa al incauto con -100 $ y paga 500 $ al desertor. Resultado IV. Con los papeles cambiados el primero juega desertar y el segundo cooperar. La banca paga al desertor 500 $ y multa al que coopera con -100 $. Los resultados III y IV son imágenes especulares de otro: a un jugador le va muy bien y al otro muy mal. En I y II a los dos les va igual pero I es mejor para los dos. La conclusión es que, sea cual sea la carta que el otro juegue la mejor partida es siempre desertar pero obteniendo multas o unas ganancias bajas. Aunque ambos saben perfectamente que si cooperan habrían tenido una recompensa bastante elevada. (p. 267) Hay otra versión del juego, se llama el Dilema del Prisionero “repetido”. Las sucesivas partidas del mismo juego nos dan la oportunidad de confiar o desconfiar en el adversario. En un juego indefinidamente largo ambos pueden ganar a expensar de la banca más que a expensas de uno mismo. Los pájaros del capítulo X, que se limpiaban mutuamente el plumaje estaban jugando la versión repetida del Dilema del Prisionero. La vida está llena de juegos del Dilema del Prisionero repetido, no sólo la humana, sino también la animal y vegetal. (p. 269) Axelrod organizó un torneo y solicitó a expertos en teorías de juegos que le presentaran estrategias. Se presentaron 14 estrategias + 1 aleatoria que introdujo él mismo y las tradujo a un lenguaje de programación común. Los programas de ordenador compitieron todos contra todos y contra sí mismos. Axelrod define una estrategia amable como aquella que no es nunca la primera en desertar. Ganó un programa sencillo llamado Donde las Dan las Toman. De las 15 estrategias presentadas en el torneo, 8 eran amables. Las 8 mayores puntuaciones las obtuvieron las amables, mientras que las 7 sucias quedaron por detrás. Hemos identificado dos características de estrategias ganadoras: amables y clementes. Axelrod anunció un segundo torneo donde se presentaron 62 propuestas, pero de nuevo el juego sucio no dio resultado. Aunque saca una nueva conclusión: el éxito de una estrategia depende de las otras que se presentan. En un clima de mayoría de estrategias sucias Donde las Dan las Toman no habría ganado. Axelrod condujo la tercera ronda de su torneo buscando una estrategia evolutiva estable (EEE), las introdujo de nuevo en una computadora para hacer una primera generación, a cada estrategia se le pago no en dinero o puntos sino como descendencia. En el trascurso de las generaciones algunas estrategias se hicieron más escasas, llegando incluso a extinguirse. Otras se volvieron más numerosas. Llegados digamos a 1.000 generaciones no habría más cambios en las proporciones ni en el clima. (p. 279) El campo estaba libre para las estrategias “amables” pero “provocables”. No es estrictamente una EEE. Aparece una estrategia colectivamente estable donde lo que predomina el COOPERAR, donde la mayoría prosperaría a expensas de la banca (la naturaleza). ¿Cómo podrían agruparse individuos mutuamente parecidos en agregados locales? Es evidente que por parentesco genético. Pues tendrían la misma tendencia a cooperar. En los llamados “pleitos civiles” existe un gran campo para la cooperación. Aunque los abogados tienden más a tratar el asunto como una pelea de “yo gano, tu pierdes”. Dando lugar a un juego de suma 0 para los clientes, cuando les iría mucho mejor logrando un acuerdo de suma no cero fuera de los tribunales (p. 286) Muchas situaciones de la vida real son equivalentes a juegos de suma no cero. La naturaleza suele desempeñar el papel de “banca” y los individuos pueden beneficiarse del éxito ajeno. No deben vencer a los rivales para beneficiarse ellos mismos. La cooperación y la ayuda mutua pueden prosperar incluso en un mundo básicamente egoísta. Este es el sentido que da Axelrod al término, los buenos chicos acaban primero. (p. 289) El ejemplo de la Primera Guerra Mundial, el llamado sistema de “vive y deja vivir”. Es natural preguntarse si sus conclusiones optimistas sobre el éxito de la falta de envidia, la clemencia y la amabilidad son aplicables igualmente al mundo de la naturaleza. La respuesta es que sí, las únicas condiciones son que la naturaleza deberá organizar a veces juegos del Dilema del Prisionero, que la sombra del futuro deberá ser larga y que las partidas tendrán que ser de suma no cero. Estas condiciones se cumplen en todos los reinos vivientes. (p. 294) Ejemplos: Las higueras y una especie concreta de avispas cooperan en una relación estrecha. El pez hermafrodita. Los vampiros.



XIII. El largo brazo del gen. Existe una tensión entre el gen (replicadores independientes de ADN) y el cuerpo individual que se parece y se comporta como un impresionante agente por derecho propio. (p. 301) La selección darwiniana no actúa directamente sobre los genes. Todos tienen el mismo aspecto, las diferencias importantes entre ellos emergen de sus efectos. La palabra técnica fenotipo se usa para designar el efecto que tiene sobre el cuerpo vía desarrollo. El efecto fenotípico de un gen puede ser el color verde de los ojos. En la práctica la mayoría de los genes tienen más de un efecto fenotípico; por ejemplo, ojos verdes y pelo rizado. Los efectos fenotípicos de un gen se ven normalmente como los efectos que tiene sobre el cuerpo en que se encuentra, pero deben considerarse como todos los efectos que tienen sobre el mundo. Los efectos fenotípicos son las herramientas con las que se catapulta a sí mismo hasta la siguiente generación. Las herramientas pueden alargar su brazo más allá de la pared individual del cuerpo. Ejemplos de efectos fenotípicos extendidos al mundo exterior donde residen: los diques de castor, el nido de las aves y las cápsulas de los tricópteros (p. 306). Los genes de un organismo tienen efectos genotípicos extendidos sobre el cuerpo de otro organismo. Ejemplo: la concha de los caracoles, que es parasitada por los genes del trematodo. La Sacculina parasita a los cangrejos, los castra y los utiliza de buey de engorde. Los genes, pues, se extienden fuera de su “propio” cuerpo para influir sobre los fenotipos de otros cuerpos. (p. 312) La cuestión más importante que puede plantearse acerca de cualquier parásito es: ¿Se transmiten sus genes a las generaciones futuras a través a través de los mismos vehículos que los genes del huésped? Si no es así, es previsible que perjudique a éste de un modo u otro. Pero en caso afirmativo, el parásito hará todo lo posible para ayudar al huésped, no sólo a sobrevivir, sino también a reproducirse. Si algún gen de nuestro organismo pudiera descubrir una manera de propagarse que no dependiera de la ruta convencional (espermatozoides y óvulos), la tomaría y sería menos cooperativo. Existen fragmentos de ADN (viroides o plásmidos) que circulan libremente, algunos son capaces de acoplarse sin costuras a un cromosoma. Más tarde pueden volver a separarse. Esta capacidad del ADN de cortar y pegar es uno de los hechos más emocionantes que han salido a la luz desde que se publicó la primera edición del libro. (p. 315) ¿Qué rutas alternativas hacia el futuro podría explotar un replicador rebelde de esta naturaleza? Constantemente nos desprendemos de células de nuestra piel, los besos transfieren multitud de células en ambas direcciones. Un resfriado o un catarro lo más probable es que sea causado por el virus para ayudarse a viajar de uno a otro huésped. Ejemplos de fenotipos extendidos: la tela de araña, la presa del castor y el huevo del cuco (son parásitos que no viven en el interior del cuerpo de sus huéspedes). El color rojo de su pico y “la teoría de la irresistibilidad” embaucan a los padres que lo alimentan. Las hormigas son explotadas por un gran número de parásitos especialistas. La selección natural favorece aquellos genes que manipulan el mundo para garantizar su propia propagación. (p. 324) Nuestro cuerpo no es un replicador, es un vehículo. Los replicadores no se comportan, no perciben el mundo, no capturan presas ni huyen ante los depredadores; construyen vehículos que hacen todas esas cosas. El organismo y el grupo de organismos son auténticos rivales para desempeñar el papel de vehículo en la historia, pero que ninguno de ellos es candidato al papel de replicador. ¿Por qué los genes eligen agruparse en grandes vehículos, cada uno con una ruta genética de salida? ¿Por qué los genes se agrupan en células? Las moléculas de ADN fabrican proteínas. A menudo una única reacción química no basta para sintetizar un producto final útil. Los genes cooperan en el interior de las células. ¿Por qué se unieron las células, por qué los pesados robots? Los organismos grandes pueden devorar a los más pequeños y evitar ser devorados por ellos. ¿Por qué los cuerpos participan en el ciclo vital “embotellados”? Por ejemplo: el elefante, tiene su principio en una célula aislada, un óvulo fertilizado y su final, su objetivo es la producción de células sencillas, óvulos fertilizados de la siguiente generación. El ciclo vital del enorme y voluminoso elefante comienza y finaliza en un punto estrecho de un embotellamiento, un cuello de botella. Esto es característico del ciclo vital de todos los animales pluricelulares y de la mayoría de las plantas. (p. 331) 1.- Cada nuevo organismo hereda el programa de diseño ancestral de ADN pero no los órganos físicos de sus antecesores. 2.- El embotellamiento del ciclo vital proporciona un calendario para regular el proceso de la embriología. Hay un instante óptimo para dicha reproducción. El ciclo de crecimiento estereotipado proporciona un reloj o calendario de lo que debe aparecer en cada momento. 3.- Cuando aparece una mutación dentro de una planta, no todas las células tendrán el mismo interés genético. La selección natural elegirá entre células más que entre plantas. Resumiendo, hemos visto tres razones por las que una historia embotellada de la vida tiende a fomentar la evolución del organismo como vehículo discreto y unitario.

Un resumen de toda la visión gen egoísta/fenotipo extendido de la vida. El primer impulsor de la vida es el replicador que se origina por casualidad, por el empujón aleatorio de pequeñas partículas. Un replicador es cualquier cosa del universo de la que se hacen copias. Los que las hagan mejor son los que dominaran la población. Los replicadores mutuamente compatibles crearon células y más tarde cuerpos pluricelulares. Cuando aparecieron en escena los biólogos y vieron tantos vehículos discretos sus preguntas se centraron en la mayoría de casos en los vehículos y se olvidaron que los replicadores fueron los primeros, en importancia y en la historia. El gen se extiende más allá de los límites de su cuerpo individual y manipula objetos del mundo exterior; todo el mundo está entrecruzado de flechas casuales que unen genes a efectos fenotípicos, lejos y cerca. El cuerpo individual, que nos es tan familiar en nuestro plantea, no tiene por qué existir. La única clase de entidad que debe existir para que surja la vida, en cualquier lugar del universo, es el replicador inmortal.
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Después de haber leído, hace ya unos años, la segunda edición de la versión inglesa titulada “The selfish Gene” (El gen egoísta) creo ver el mundo de otra forma. En particular ya no me sorprenden ciertos aspectos del comportamiento humano. No los veo como comportamientos socialmente más o menos aceptados sino como algo más natural, más acorde con nuestro posible origen evolutivo. No me imagino como hubiera interpretado el mensaje tan claro pero a la vez tan sutil de este libro si lo hubiera leído en etapas anteriores de la vida, con mucha menos experiencia. Por esta misma razón invito a otros lectores que den su opinión al respecto, haciendo hincapié en que etapa de su vida lo leyeron y que efecto tuvo sobre ellos. Tal vez el haber leído con anterioridad dos de las obras más conocidas de Charles Darwin, El Origen de las Especies y El Origen del Hombre, y debo reconocer también, haber visto muchos documentales sobre la vida y comportamiento de todo tipo de seres vivos en su ambiente natural, o salvaje, me habían preparado para analizar racionalmente el comportamiento animal y humano, sacando mucho más partido de lo que creí al leer esta obra tan singular.

Posteriormente me atreví con “The blind watchmaker” (edición anterior a 1996) (El Relojero Ciego) del mismo autor. En él describe su experiencia propia, que posteriormente sirvió de inspiración, en el desarrollo unos programas informáticos que simulan la evolución de organismos con unos pocos genes que van mutando y también son objeto de algoritmos de selección natural y artificial. Aunque se basa en los mismos principios que en el otro libro su impacto en mi no fue tan profundo, aún así acrecentó mi interés en este tipo de aplicaciones informáticas. En los virus informáticos de todo tipo que nos “atacan” diariamente vemos un ejemplo muy claro de la evolución en un campo nunca antes imaginado y tampoco posible. Este novedoso proceso evolutivo se inició a principios de los 80 cuando aparecieron los primeros programas de ordenador que luchaban entre sí por ocupar la memoria física y sobrevivir (“Core Wars”: http://es.wikipedia.org/wiki/Core_War). En un proceso de evolución conjunta interactiva, huésped (ordenador/sistema operativo)-parásito (virus), con el paso de los años la interacción entre ambos se ha ido sofisticando y los segundos han aprendiendo a abandonar el ordenador “cuna”, propagándose al principio, a través de discos, y posteriormente moviéndose por Internet y todo tipo de redes y dispositivos a su alcance. Ahora, incluso actúan como las hormigas descritas por Darwin y Dawkins, esclavizando nuestros ordenadores, pero eso sí, sin llevárselos consigo.

Espero poder un día atreverme con la lectura de la obra magna escrita por Steven Wolfram (genio matemático creador del lenguaje de cálculo científico llamado “Mathematica”), quien a partir de estos programas de evolución digital, que no eran más que pura diversión o rareza, ha desarrollado lo que el mismo llama un nuevo tipo de ciencia (“A New Kind of Science”), basada en autómatas celulares que evolucionan según patrones determinados muy simples dando lugar a formas de gran complejidad. ¿Puede algún lector hacernos algún comentario sobre esta obra? Se lo agradeceríamos.

JLF, Dr. en Química. Doy mi opinión como lector esporádico de obras de divulgación científica y aficionado a la  informática. Por mi formación puedo ser muy crítico con los fundamentos científicos del libro, pero, por mi experiencia vital, los ejemplos y argumentos expuestos por Dawkins me parecen muy acertados.

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