(L118) Paisaje con grano de arena (1997)
Wislawa
Szymborska, Paisaje con grano de arena
(1997)
Hace meses que
tenía ganas de leer algo de Wislawa
Szymborska (Kórnik, 1923). Con cierta envidia, deseaba poseer
(sí, esta es la palabra) ese bello volumen cuya edición de 2005 se había ya
agotado. Así que decidí comprarlo en una librería de viejo.
Si un poema es
la expresión estética de un asombro, los de Szymborska lo son en su sentido más
literal. Szymborska es de aquellas poetisas que salen a la calle para
sorprenderse con el concierto de minucias que dan cuerpo a nuestra existencia o
para arrobarse frente a la perfección y belleza del vientre de una cebolla.
Según lo ha confesado, tiene en muy alta estima dos palabras que la ponen en
diálogo con Sócrates y Montaigne: “no sé”.
No podemos
describir la poesía de la Szymborska, la amable Premio Nobel octogenaria,
partiendo de lo más básico y elemental: la medida y el sonido de sus versos, ya
que muy pocas personas dominan el polaco entre nosotros. Por lo tanto, el poema
que nos agrada, nos hace sonreír, o nos conmueve, hemos de recibirlo como un
ciego al que le leen, es decir, con fe. Confiamos en que Szymborska se haya abierto
camino a través de la traducción. En el caso en que la versión española nos
resulta torpe, cacofónica, no podemos criticarla, pues no sabemos si esta
desmaña es suya o del traductor. Partiendo de esta limitación podemos decir que
en una primera lectura vemos que su poesía es directa, clara y en cierto modo doméstica.
La poesía es un
estado de ánimo, no una sustancia. Una visión, no una esencia. Dos personas
pueden estar frente al mismo objeto, y uno tiene un estremecimiento poético (el
síndrome de Stendhal) y otra, no. Lo poético es la mirada, no la cosa en sí. Me
remito a la definición de belleza que dio Safo de Lesbos: “Bello es lo que se
ama”. Yo diría: Poética es la visión, no la cosa. “Extraño planeta y extrañas
las gentes que aquí viven” nos dice Szymborska donde lo pornográfico es el pensar:
No hay peor
lujuria que pensar.
Es pura lascivia
que se propaga cual hierbajo anemófilo
por los
parterres reservados a las margaritas.
Nada hay tan
sagrado para quienes piensan.
Con descaso
llaman a las cosas por su nombre,
elaboran
análisis disipados y síntesis concupiscentes,
se entregan a la
salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda,
al toqueteo
libidinosos de temas delicados,
al roce de
opiniones. Y se quedan tan anchos.
En Szymborska
hay, como en todo gran poeta, realismo poético. Es decir, la realidad es
transmutada en alma, viaja al corazón del autor, y de ahí regresa convertida en
eso que vemos, en esos signos en la página. Si muestra rasgos
"realistas" -coloquialismos, preguntas directas, tiernas
ingenuidades, sonrientes planteamientos, amables invocaciones a personajes
imaginarios o mitológicos- es por la pericia de su autora, y esta pericia, por
ser una gran poeta, es un rasgo de su espíritu, o así lo siente el lector. Por
eso es buena poesía. Pero no es un modo de acercamiento a un saber. Encontramos
en los poemas un aroma, un sabor, que anima a vivir de cierto modo, a mirar de
cierto modo. Más que una ética, es un estilo: una forma de savoir-vivre.
La presente
antología, la primera en lengua castellana, es una selección de cien poemas de
diferentes años que ofrecen al lector una muestra representativa de la obra de
Szymborska. Su título, Paisaje con grano de arena, hace pensar en la famosa
frase de William Blake: “el universo cabe en un grano de arena”. Dejemos que
nos guíe por un paisaje donde los granos de arena esconden mundos en su
interior.
Ahí van dos magníficos poemas de Wislawa Szymborska:
NADA DOS VECES
Nada sucede dos
veces
y es lo que
determina
que nazcamos sin
destreza
y muramos sin
rutina.
No por ser el
más obtuso
en la escuela de
lo humano
puedes repetir
el curso
de invierno o de
verano.
Ningún día se
repite,
ni dos noches
son iguales
ni dos besos
parecidos,
ni dos citas
similares.
Hace poco por tu
nombre
alguien te llamó
de cerca,
pensé que caía
una rosa
desde tu ventana
abierta.
¿Por qué el
instante presente
vértigo y pena
procura?
Hoy siempre será
mañana:
es y será su
hermosura.
Entre sonrisas y
abrazos
verás que la paz
se fragua,
aunque seamos
distintos
cual son dos
gotas de agua.
LA CEBOLLA
La cebolla es diferente.
De vísceras es
carencia.
Es cebolla hasta
la médula,
a la cebollil
potencia.
Cebolluda hasta
el meollo,
acebollada por
fuera,
puede calar sus
adentros
con mirada
certera.
Nosotros,
salvajez y barbarie
envueltas en
fina piel,
el infierno de
lo interno,
y anatomía
ardiente.
Pero en la
cebolla hay sólo cebolla,
ni intestino hay
ni hiel.
Múltiples veces
desnuda,
nunca jamás
diferente.
Es un ente
coherente,
es una obra
maestra.
Una y luego otra
dentro,
grande a pequeña
abarca,
y pequeña es la
grande de otra,
que será tercera
o cuarta,
Una fuga hacia
el centro.
Eco de batuta
diestra.
La cebolla tiene
esencia.
Su vientre es
una beldad,
que sólo nimbos
reviste,
y es su mayor
cualidad.
Nosotros: grasa,
nervios, venas,
más mucosa y
secreción.
Y nos ha sido
vedada
su muy idiota
perfección.
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